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UBURAMA / GUILLE MILKYWAY La Casa Azul

«Siempre he hecho lo que me ha venido en gana»

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Burgos

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 A.S.R. / Burgos

La Casa Azul brinda su música en un envoltorio festivo, de celofán multicolor, una chispa loca que se vuelve cuerda cuando se ahonda en unas letras que Guille Milkyway, el nombre que se esconde detrás de este proyecto, observa catastrofistas, como él. Estos falsos confetis saltan mañana en El Hangar. Comparten cartel con Cooper y Grotèsque Club (22.30 horas, 12 euros, 6 euros estudiantes UBU).

Pregunta- ¿Cómo ve el nacimiento de un festival nuevo tal y como están las cosas?

Respuesta- Estas cosas se sostienen por el afán de cada uno de hacer cosas, más allá de la situación complicada generalizada para empezar algo nuevo. Te puede ir mejor o peor, pero las cosas no se hacen porque el viento corra más a favor o en contra. Que hoy en día aparezcan nuevos festivales es bueno.

P.- Cómo grabar un disco y no morir en el intento es una de las mesas redondas del programa. ¿Tan tremenda está la situación?

R.- Hoy en día grabar un disco y lanzarlo a la venta es deficitario seguro, a no ser que juegues en un gran negocio en el que la música sea lo de menos. En sellos pequeños, con grupos medianos, la gracia es que uno se intente ganar la vida de otras maneras. A nosotros nunca nos movió el afán de ganar dinero haciendo música, otra cosa es que lo puedas hacer, que es muy reconfortante, pero nuestro motor, y el de mucha gente, no es hacerse rico.

P.- ¿Es la crisis un revulsivo?

R.- A mí me estresa y provoca mucha ansiedad. Cada día tengo ese punto de inseguridad, de no saber si estoy haciendo bien -me pasa más desde que soy padre-, si debería dedicarme a otra cosa, pero la situación es tan insegura que acabas pensando que da igual. Puestos a sufrir, que sea haciendo lo que nos gusta.

P.- En estos momentos de negrura, es más necesaria que nunca La Casa Azul...

R.- Optimistas no somos, nuestras letras tienen un tono catastrofista, pero con un envoltorio muy colorista, efervescente e, incluso, festivo. Surge así una contraposición entre la catástrofe y la celebración que provoca una sensación de que, aunque todo se vaya a pique, moriremos felices.

P.- ¿Es el momento de vivir como si fuera el último día y olvidarse del futuro aterrador como Los chicos que hoy saltarán a la pista?

R.- Yo lo hago, pero no soy nadie para dar consejos. La realidad me lleva a que cada vez que pienso en el futuro me estreso y, sin embargo, si pienso en el presente soy medianamente feliz y consigo cierto equilibrio.

P.- La libertad también sobrevuela en su música. ¿La han conseguido atrapar siempre o a veces se ha escapado de las manos?

R.- Siempre he hecho lo que me ha venido en gana musicalmente hablando. Nunca me han obligado, ni he hecho cosas para conseguir otras, que es lo más peligroso dentro de cualquier expresión artística.

P.- Y los sueños. ¿Son más los cumplidos o los que quedan por alcanzar?

R.- Si me muriera hoy diría que he cumplido todos los sueños que tenía. Sé que suena tópico e incluso cursi decirlo, pero levantarme cada día, venir a mi estudio, hacer música y estar viviendo de esto es el gran sueño cumplido, no tiene precio.

P.- ¿El tiempo sigue estando de más para La Casa Azul?

R.- Procuro no pensar en ello. El paso del tiempo me agobia, suelo tener miedo de no poder acabar plasmando todas las cosas que tengo en la cabeza, pero más o menos lo controlo.

P.- El amor, contundente y refutable ganador, canta y, sin embargo, asegura que el desamor gana casi siempre en sus letras...

R.- El desamor siempre ha sido mucho más motor que el amor en la historia de la música popular. Ahí me refiero a retornar a la sencillez, a lo primario. Es lo que más me reconforta.