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CHAPUZÓN LITERARIO

Equipaje para un verano de papel

Los escritores Óscar Esquivias, María Jesús Jabato, Ricardo Ruiz, Carlos Contreras Elvira y Fernando Ortega Barriuso abren la maleta y descubren los libros que leen en vacaciones

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Los libros pueden convertirse en una buena compañía durante el verano. Abren una ventana a vivir aventuras extra, quizás más exóticas, tal vez menos excitantes, quizás más increíbles, tal vez menos divertidas. Siempre placenteras. Detrás de estas historias se encuentran personas que también se van de vacaciones y que, igualmente, se abandonan al regocijo de una buena lectura, con unos gustos no muy distintos a los de cualquier buen lector.

Los escritores burgaleses María Jesús Jabato, Fernando Ortega Barriuso, Ricardo Ruiz, Carlos Contreras Elvira y Óscar Esquivias, aunque aquí no estén vestidos para la ocasión, abren sus maletas y descubren las obras que han acompañado, o lo harán, sus días de asueto.

La poesía y la narrativa comparte espacio en el equipaje de estos creadores. En una playa escuchando el juego de las olas, sentado en una terracita disfrutando de la cálida temperatura al lado de la costa, bajo la sombra de ese árbol escuchimizado en el pueblo de los abuelos, en el descanso de un paseo por el casco viejo de Lisboa, caminando entre los chopos de la ribera del río... Uno u otro libro, de una u otra manera, en uno u otro lugar, estos autores se zambullen en historias ajenas y aquí las vierten por si cupieran todavía en la bolsa ahora que empieza agosto.

Ricardo Ruiz / Lecturas donde rompen las olasEl autor de Los Vencidos está deshaciendo el equipaje. Ayer mismo regresó a la oficina después de un mes de vacaciones. Sus libros guardan todavía la sal del mar. En la playa, viendo cómo rompen las olas, le gusta a Ricardo Ruiz leer en verano. Siempre fiel al mar. Pero también a la luna. Reconoce que es un placer hacerlo de noche al aire libre. Calma, buenas temperaturas, el reloj detenido.

Y en medio de este decorado ahí tienen al poeta enfrascado en un abanico de títulos, tanto de narrativa como de poesía.

Diario de invierno, de Paul Auster, vuelve a aparecer en escena. «Siempre me ha encantado. Es un autor extraordinario y este libro es muy confesional, un relato muy desnudo de su propia vida. Me ha gustado mucho».

La literatura norteamericana es una de las debilidades de Ruiz y ahora anda devorando los relatos de Faulkner. «Cualquier cosa de él es interesante». Siguiendo este mismo camino se topa con otra obra que, dice, es muy recomendable: Sunset limited, de Cormac McCarthy, premio Pulitzer 2007 por La carretera. «Es un diálogo teatral entre dos personajes, entre un hombre blanco y uno negro, sobre el sentido de la vida, la fe y las no creencias. Y con el suicidio como telón de fondo. Es un libro que se lee muy fácil y muy recomendable para este verano».

Antes de pasar de página, el autor de Estación lactante regala dos perlas refrescantes: La vida de hotel, de Javier Montes, sobre un crítico de hoteles con un deje detectivesco, y Manual para coyotes, de David Ruiz, una colección de relatos sobre western que no podía pasar por el mercado sin acabar en la mesilla del escritor burgalés, confeso forofo de este género.

En compañía del mar o de la luna, o de ambos, no podía faltar la poesía en el asueto de Ricardo Ruiz. Y ahí aparecen un poemario detrás de otro. Por encima de todos, un nombre: Tomas Transtömer. El último Premio Nobel de Literatura ha sido «un auténtico descubrimiento». «Me ha encantado», enfatiza Ruiz y habla de dos títulos: El cielo a medio hacer y Deshielo a mediodía.

Detrás de este poderoso autor aparecen otros más cercanos como José Luis Rey, con Las visiones         -«no es el mejor de sus libros, pero es un autor a seguir»-; Manuel Vilas, con su última obra, Gran Vilas -«tiene una lectura muy fácil»-; Ángel Petisme y su La noche 351            -«francamente extraordinario»-.

¿Es la poesía para el verano? «Pasas más tiempo en la calle, hay menos recogimiento, y parece que es una época para lecturas menos sesudas, pero yo creo que la poesía se puede leer en cualquier momento. Se puede hacer en una playa tumbado viendo como rompen las olas en la arena, como me gusta a mí, o perdido en una montaña. Yo la recomendaría las cuatro estaciones del año». María Jesús Jabato / A la playa con el viejo Unamuno

La escritora acaba de empezar sus vacaciones y suena cantarina al otro lado del teléfono. A la vuelta de la esquina le espera la brisa del Cantábrico y ella ya ha decidido quién la acompañará. Es un señor maduro, al que se adivina una mirada inteligente detrás de sus gafas, con el pelo y la barba cana que enfatizan su porte docente. Esta es la primera imagen que llega cuando se habla de Miguel de Unamuno. Y el viejo profesor acapara el equipaje de María Jesús Jabato.

Asoman aquí la voluminosa biografía escrita por Jean-Claude y Colette Ravaté y, el gordo también, Unamuno y las mujeres, de Paloma Castañeda, que traza la relación del escritor con las mujeres que le rodean y también con los personajes femeninos de sus obras. Ya ha empezado a leer los dos volúmenes y asegura que le están divirtiendo mucho. «Es mi año de Unamuno», exclama y añade que hasta ahora ha releído y descubierto algunos de sus títulos.

Lejos del que fuera rector de la Universidad de Salamanca, al que ha llegado a través de la elaboración de su tesis sobre Martín Domínguez Berrueta, profesor en esta institución, aparece otro título: Diario de invierno, de Paul Auster.

«Estos son los únicos que me llevo, pero algo más caerá», apostilla la autora de Zirkus, que siempre regresa a casa con la maleta literaria más llena de lo que se fue.   

Se permitirá igualmente la licencia de picar de flor en flor en el e-book que nunca olvida cuando sale fuera. «A mí me gusta el libro de papel pero el electrónico es muy importante, tienes muchas obras metidas en él, la pantalla se ve muy bien cuando hay sol y se lleva muy bien, es muy ligero», anota.

Será este su compañero de vacaciones en alguna que otra terraza de Comillas, sobre todo cuando su marido y su hijo se vayan a jugar al tenis. Ella renunció a su carrera deportiva cuando se rompió los gemelos, en años distintos, y desde entonces se entrega hasta el infinito y más allá a la literaria. Óscar Esquivias / De vacaciones con clásicos y modernos

El autor de Jerjes conquista el mar se convierte en un vecino más de Villandiego durante los dos meses de verano. Unas vacaciones largas que se traducen en unas maletas a reventar, a pesar de que en el pueblo dispone de una buena biblioteca. Siempre quiere más y desde Madrid carga con clásicos, que suele releer, y novedades literarias; libros de poesía y de prosa.

De momento, apostilla, en poesía le esperan las obras poéticas completas de Leopardi y de Rubén Darío, regalo este último de una amiga. Mientras que en prosa, se ha traído Pálido fuego, de Nabokov, La lluvia de los inocentes, de Andrés Ibáñez, las Novelas ejemplares, de Cervantes, y Trilobites, de Breece D'J Pancake.

No se queda ahí la cosa. Dos títulos más duermen en la maleta aguardando su rescate: Con la fuerza de su interior, de la burgalesa Ana Isabel Núñez, y El país del dinero, de Pedro Ugarte.

Esa querencia de los escritores a elegir en un género, otro y otro se completa en el caso de Óscar Esquivias con el cómic. «Todos los veranos también me releo los tebeos completos de Tintín, que me encantan», asevera y se le adivina una sonrisa de felicidad casi infantil.

La misma que es de placer cuando la goza con un buen libro. Al autor de Inquietud en el paraíso, que aprovecha el verano también para trabajar, le gusta leer en el rincón más fresco de la casa y en la cama. «Si no hace mucho calor, también en la calle, a la sombra. En realidad, no soy muy exigente con el sitio donde poder leer, siempre que esté tranquilo», aclara. Carlos Contreras Elvira / Abanico de géneros para el calor

La agenda del autor burgalés echa humo. Sus compromisos se multiplican. Aunque con un ojo en el trabajo, ha logrado rascar unos días al calendario para viajar a Lisboa y alguna que otra escapada hará a su pueblo, Rabanera del Pinar. Mientras tanto se embarca en los viajes que siempre brinda un libro.

Este verano son varios los que duermen en su equipaje. Le gusta sumergirse en ellos en su habitación de la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde dice estar tranquilo, cómodo y fresquito, en el sofá de su casa en la citada localidad serrana y en los autobuses interurbanos.

En estos tres sitios se le verá este verano con cualquiera de los seis títulos que aquí comparte.

Al primer puesto de la lista se encarama Conversaciones con Billy Wilder, de Cameron Crowe. Contreras Elvira admira al guionista norteamericano y le apetecía ahondar en su persona. «Con el tono fresco de una entrevista, Crowe sabe sacarle algunos de sus trucos y un montón de anécdotas sobre sus rodajes y sobre las estrellas a las que dirigió, lo que me está proporcionando grandes momentos de lectura».

A su terreno va con Cruz y ficción de María Bonita, de Félix Estaire de la Rosa, accésit Premio FATEX de Teatro 2011. «No hay muchos dramaturgos jóvenes que conjuguen calidad y originalidad sin perder de vista las posibilidades de una futura representación».

La poesía tampoco podía faltar en la bolsa del vate burgalés, aunque ahora ande más enfrascado en el teatro. De él saca Mantener la cadena del frío, de Ben Clark y Andrés Catalán. «Hay que estar al día de lo que ocurre en la poesía joven de nuestro país y estos dos autores hasta ahora nunca me han defraudado».

Otro poeta asoma por aquí, aunque lo hace con una obra narrativa: Joaquín Pérez Azaústre y Los nadadores. «Son raros los autores que saben trasladar a la prosa su oficio de poeta sin resultar por ello densos o recargados».

Continúa el equipaje escupiendo títulos y es el turno de Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig. «Disfruto mucho con quienes, siendo fieles a la Historia, no dejan de ser imaginativos».

Y, ¡sorpresa!, en el fondo de la valija, cual tesoro, aparecen dos obras del propio escritor que saldrán al mercado próximamente, ambas de teatro: Castilla (Leyenda irrepresentable en cuatro actos) y Amargura 275. «No se puede querer para los demás lo que no se quiere para uno mismo y publicar algo supone tener que releer y corregir las galeradas propias como si fueran de otro». Ahí deja eso. Fernando Ortega Barriuso / En busca de la lista interminable

Fernando Ortega Barriuso (en la foto) es uno de esos lectores que espera la llegada del verano para tener más tiempo y saborear más si cabe los títulos que le seducen y va apuntando en una lista interminable. Aunque este año presumía que iba a ser el suyo, finalmente se lo está robando la actualización con la última década del Diccionario de la Cultura de Burgos. Acaricia ya su final y se siente, palabras suyas, como un chaval con zapatos nuevos. Aun así ha sacado horas de su chistera mágica y ha disfrutado de unos días de vacaciones en Pontevedra, amén de sus escapadas al pueblo y sus paseos por los capitalinos La Isla y El Parral, donde es fácil verle leyendo a la vez que camina o en un banco a la sombra. Su maleta, que siempre parece hecha, esconde varios volúmenes.

Algunos son regalos de sus propios autores como Dedo corazón, el último de José María Izarra, Los ingenios del tedio, de Juan Carlos López Cantos, o Cárceles y campos de concentración en Castilla y León, cuyo capítulo referente a Burgos lo firma Carlos de la Sierra.

Pero no se vayan todavía, aún hay más. Entre las bermudas, las chanclas y las toallas asoma Anatomía de un instante, de Javier Cercas, adquirido en la promoción de un periódico. «Me encantó, me encantó, me encantó», enfatiza Ortega Barriuso sobre este libro del 23-F.

Especial ilusión ha sentido al embarcarse en la aventura que Julio Verne propone en Cinco semanas en globo y por la nostalgia se ha dejado llevar junto a Robert Louis Stevenson y sus Cuentos completos, que alguien le regaló, y que le ha sorprendido al ser historietas encadenadas.

No aparece en el equipaje El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura, porque ya hace tiempo que lo acabó, pero invita a quien vaya de vacaciones a llevárselo con él.