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Ruta teatralizada / 'Pa' Santiago voy'

De cómo la picaresca aviva el Camino y otras lisonjas jacobeas

La Asociación de Amigos y Ronco Teatro superan las expectativas en la primera cita de la visita dramatizada. Se repite los miércoles y jueves y es gratuita

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Andabanse un grupo de personas en la plaza de San Juan escuchando a un pizpireto hospitalero cuando alterada se vio su charla por un mesonero vocinglero que blandía una flecha amarilla y conminaba a los allí presentes a seguirle hasta su mesón. ¡El menú del peregrino, lo mejor para el Camino! Le costó al guía espantar al buen hombre más que a las moscas en verano, pero pudo seguir con su perorata. Por ella transitaban San Lesmes, Alfonso VI, la iglesia del patrón, el antiguo hospital que regentó donde hoy se levanta la nueva biblioteca... Apenas cuatro cosas más pudo contar cuando con la palabra en la boca le dejaron las voces de otra mesonera, que empuñaba su propia flecha amarilla. ¡El menú del caminante, pa' Santiago todo pa' alante! Consiguió el buen hombre ahuyentarla y seguir a las conchas por el tramo jacobeo que recorre la capital burgalesa. No sabía él lo que le esperaba un poco más adelante. Duelo de flechas amarillas, cata de vino a bota con babero incluido...

Estos sucesos acaecían ayer por la tarde en el casco histórico. La picaresca de antaño y la de hogaño, que haberla hayla, se hacía dueña y señora de la primeras escenas de la ruta teatralizada Pa' Santiago voy, organizada por la Asociación de Amigos del Camino con motivo de su 25 aniversario y llevada a cabo por Ronco Teatro. Se repetirá todos los miércoles y jueves, salvo mañana, a las 19.30 horas (retirada de invitaciones el fin de semana antes en el albergue municipal).

El olor a puchero quemado se llevó a los hábiles mesoneros y pudo el buen guía seguir adelante por la calle Avellanos hasta que una ilustre visita los asaltaría a las puertas de San Gil. Allí disfrutaban de su solaz con un vino en la mano Rodrigo Díaz de Vivar y Doña Jimena. Soñaba la pareja con tener su propio hospital de peregrinos y en un pispás se hicieron con los favores de dos recepcionistas, cuatro cocineros, tres enfermeras y una cancioncilla chuchuá, chuchuá...

Debían todavía que sorprenderse los más de cuarenta integrantes de la comitiva con la presencia de dos hospitaleros, el Serafín y la Reme, que con sus lisonjas jacobeas escribirían el final a esta histor