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Fascinados por las joyas góticas
José Luis Corral y José María Pérez 'Peridis' fijan su mirada en las catedrales y dan fe de la importancia de la burgalesa en sendos volúmenes que coinciden en los escaparates de las librerías
A.S.R. / Burgos
Sus filigranas levantadas al cielo, los recovecos que se esconden entre sus piedras, las marcas que se camuflan en sus sillares, los legajos que custodian, la luz de colores de sus cristales... La fascinación por las catedrales guía a millones de turistas al año, a los que creen en Dios y a los que reniegan de él, a los entendidos en Arte y a los profanos, a los niños y a los mayores... Y, también, a los artistas contemporáneos. Las seos son musas para pintores, escultores, arquitectos... También para los escritores, que ven en ellas mil y una historias. José Luis Corral y José María Pérez Peridis se dejan envolver por esa magia y coinciden en los escaparates con sendos libros sobre estos templos, El enigma de las catedrales y La luz y el misterio de las catedrales, respectivamente. Unas páginas por las que la Catedral de Burgos se pasea como gran señora.
El escritor zaragozano vuelve a fijar su pluma sobre estas basílicas. Esta vez lo hace en forma de ensayo con un estudio global sobre estas construcciones que implican una pequeña revolución en la economía, sociedad y política del siglo XIII, un reflejo de la bonanza del momento que desembocará en una gran crisis en el XIV. Hoy como ayer.
Mientras que el dibujante José María Pérez, presidente de la Fundación Santa María la Real, se traslada en un viaje al pasado rememorando pequeños episodios de cada una de las edificaciones analizadas y transitando por una delgada línea entre la realidad y la ficción, entre la historia y la imaginación.
«Son el símbolo representativo de una época de la Edad Media»
El idilio fue inmediato. Cuando aquel niño entró con su padre a la Catedral de León se quedó fascinado. José Luis Corral (Daroca, Zaragoza, 1957) tenía nueve años cuando el crisol de colores de la luz al entrar en las vidrieras le atrapó sin remedio. Ya no viste pantalones cortos, pero su pasión por estos templos imponentes continúa. Se refleja ahora en las páginas del ensayo El enigma de las catedrales. Mitos y misterios de la arquitectura gótica (Planeta) y la dejó plasmada en la novela El número de Dios, basada en la construcción de los templos de Burgos y León. Ambas beben de una exhaustiva investigación iniciada hace doce años.
«La idea es presentar la catedral gótica no solo como un edificio, una obra de arte en sí misma, sino como el conjunto de relaciones políticas, históricas, económicas, sociales y espirituales que conlleva. Son el símbolo representativo de una época de la Edad Media», comenta el escritor zaragozano. Y ese entramado es el que esconde los enigmas que Corral intenta esclarecer.
El autor maño se zambulle en las seos y rescata las pinceladas que las unen -el estilo, la arquitectura...- y las que las diferencia. Y ahí están estas construcciones como reflejo del poder de los obispos de sus diócesis. Las que se contemplaron enormes y se quedaron a medias por las circunstancias políticas, las que alargaron su edificación siglos y siglos o las que consiguieron su objetivo en apenas 50 años.
Y es que los prelados del momento también se retaban en la Edad Media por ver quién la tenía más grande. Ahí el de Burgos podía presumir sin miedo a decepcionar.
«Burgos es una de las catedrales más hermosas desde el punto de vista estético, con unas proporciones extraordinarias, y tiene una peculiaridad que la distingue del resto de catedrales españolas y es que es la más hispana de todas», ilustra Corral. Añade que fueron muchas cuadrillas de obreros burgaleses los que levantaron esta gran obra, entre ellos, llama la atención, cuadrillas de la población musulmana de la morería de la ciudad. «No tenían ningún problema en trabajar en catedrales cristianas», observa Corral, quien también habla de otro dato que no se suele tener en cuenta en estas basílicas y es la destacada presencia de mujeres. Él habla de un tercio.
Son muchos los misterios que aún quedan por resolver en torno a estos templos y el escritor zaragozano no descarta nuevos textos sobre este tema. Documentación no le falta. Y pasión, tampoco.Reconstrucción histórica con bula para la imaginación
Un gran estruendo despertó a los burgaleses en la fría madrugada del 4 de marzo de 1539. El cimborrio se había desplomado produciendo enormes destrozos en la catedral. Un mal cálculo de los empujes o una deficiente ejecución de los esbeltísimos pilares que le servían de apoyo hizo que el cimborrio se viniera abajo, arrastrando en su caída a las bóvedas colindantes.
La caída del antiguo cimborrio y la construcción del nuevo es uno de los capítulos con los que José María Pérez Peridis adentra al lector en la Catedral de Burgos, sobre la que el dibujante y arquitecto fija su mirada en La luz y el misterio de las catedrales, una publicación de Espasa, TVE y Santa María la Real, junto a las de Jaca, Santiago de Compostela, Lérida, Barcelona, Cuenca y Oviedo.
Peridis traza una visión general de estos templos a través de narraciones que reconstruyen, con ayuda de la imaginación, episodios históricos esenciales en el devenir de estas edificaciones con una redacción en primera persona y guiños al humor.
Durante más de treinta páginas se pasea por la Seo burgalesa: viaja hasta aquella fatídica noche en la que cayó el viejo cimborrio, al esfuerzo que el pueblo hizo para reconstruirlo bajo la dirección de Juan de Vallejo y a los atinados remedios que Juan Gómez de Mora aplicó cuando empezó a amenazar con volver a las andadas; se acerca a la figura del obispo Mauricio desde que siendo un joven estudiante en París se quedó admirado ante la basílica de Saint-Denis primero y la de Notre Dame después y soñó con tener una como esas en su ciudad natal; se adentra en la cantera de Hontoria, desde donde se trasladaron los más de cinco millones de sillares que dieron vida al templo que hoy se admira; se mete en la piel de una familia de aldeanos para trasladar sus pensamientos y sentimientos al cruzar la puerta de esta basílica a la que él había contribuido con el pago de impuestos y más impuestos; se para en la actualidad para recorrer el templo en compañía del fabriquero, Agustín Lázaro; sube los peldaños de la Escalera Dorada como cuenta la leyenda que antaño lo hizo Napoleón; se regodea en las expectativas generadas por el bautismo del judío Selomó Ha-Leví, padre de Alonso de Cartagena...