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Oraciones de oro en el siglo XV
Siloé presenta en la Catedral el facsímil del Libro de Horas de Luis de Laval
AGENCIAS / Burgos
Basta tenerlo unos segundos en las manos para deslumbrarse con el Libro de Horas de Luis de Laval. Sus más de 1.200 miniaturas acaparan la mirada de este volumen custodiado en la Biblioteca Nacional de Francia y que la editorial burgalesa Siloé. Arte y bibliofilia ha convertido en su joya de la corona. El facsímil de esta pieza, en el que lleva trabajando más de cuatro años, se presentaba anoche en el marco de otra joya, la Capilla del Condestable de la Catedral, con la presencia del arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, y los editores del sello burgalés, Juan José García y Pablo Molinero, y la animación musical del grupo Europa Antigua.
Allí, con la pétrea presencia de los Condestables de Castilla, se encendieron los focos en esta joya bibliográfica del siglo XV, con permiso de la próxima aventura de Siloé, anunciada en ese acto, que será la vida y milagro de San Luis, referida a Luis IX, rey de Francia, hermano de doña Berenguela, madre de Fernando III El Santo, que mandó construir la Catedral burgalesa.
Unas horas antes, el auténtico protagonista era el libro de oraciones de Luis de Laval y Juan José García hablaba de él en el Museo del Libro. Y lo hacía muy satisfecho con el trabajo realizado y el resultado obtenido. Se ha mimado hasta el último detalle. No podía ser menos.
«Es el libro con mayúsculas. Contiene toda la esencia de nuestra cultura occidental», señaló y lo definió como «sublime, indescriptible o absoluto monumento al horror al vacío».
La obra original, realizada en el siglo XV por encargo de Luis de Laval, un Grande de Francia, es una de las más completas de la época y, a lo largo de 700 páginas con 1.234 ilustraciones, 157 a página completa, muestra desde escenas bíblicas a costumbristas.
El director de Siloé explicó que lo más complejo ha sido reproducir «los oros» de los dibujos miniados, porque no se puede hacer por impresión, y hay que utilizar una técnica complicada de serigrafía uno a uno. «La tinta de oro es finísima y, a veces, se tuvo que hacer con pinceles de un solo pelo», añadió García. Más informacion en edición impresa.