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DIVERTIMENTO

Jocosa, liviana y bendita santidad

Fernando Portillo presenta ‘¡Dios Santo!’, ilustrado por Juan Mons, el viernes en Santiago Rodríguez

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Burgos

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A.S.R. / BurgosFernando Portillo sube quejoso las escaleras con su bastón, su boina calada y su gafas de pasta. Esto no se le hace. ¡Qué ha hecho él para no merecer un ascensor! Pues ha culminado su santoral. La obra que iba camino de perpetuarse por los siglos de los siglos ya es una feliz realidad. ¡Dios Santo! se presenta el viernes en Hijos de Santiago Rodríguez del Centro Comercial Camino de la Plata (19.30 horas). Al peculiar hagiógrafo le acompañará el ilustrador, Juan Mons, a quien debe un pertinaz hostigamiento para ver la obra en las librerías, y el profesor de la Universidad de Burgos Antonio Álvarez Tejedor.El volumen se alimenta de 365 vidas de santos y santas, algunas reales, otras inventadas. Tan delgada es la línea entre unos y otros que ni el artífice de ellas sabría decir quién se sitúa a una orilla y quién a la otra.Eso sí, a todas las envuelve una aureola de humor, jocosidad y frescura que lleva al lector a la risa. La provoca Santa Tais, una prostituta alejandrina de extraordinaria belleza cuya vida da pie al autor a utilizar los mil y un sinónimos de la palabra puta. O Santa Verbundia, aquella que de niña lloraba cada muerte de un caracol, que tras pronunciar sus votos empezó a experimentar grandes levitaciones, que la llevaron a ser amarrada a un banco de la iglesia porque solo era posible bajarla a cantazos. En una de ellas, entró en barrena y se estrelló contra el órgano de la iglesia. Falleció el 8 de abril de 1590.Aunque la imaginación de Portillo domina estos textos, también bucea en documentos auténticos como las leyendas de Santiago de la Vorágine, las vidas de los santos niños y otras hagiografías, que, dice, son auténticas cachondadas.El origen de ¡Dios Santo! se remonta en el tiempo. Corría el día de San Antonio Abad cuando a Fernando Portillo, encargado de la agenda en Diario 16, se le encendió la bombilla y se le ocurrió contar la historia de este santo bendecidor de creaturas de Dios. «Tuvo un éxito tremendo y gustó muchísimo». Al director no se le pasó por alto y le propuso escribir una biografía diaria. Salió adelante con dibujos de Juan Mons. De lunes a jueves. Cuando al rotativo le pasó lo que le pasó el proyecto quedó truncado.Un puñado de años después, Mons se revolvió en su silla y empezó a pinchar a su amigo. Había que hacer algo con ese material. Era una lástima abandonarlo en el cajón o en las hemerotecas. Y nació la idea del libro. Pero para que fuera redondo había que completarlo. Las páginas de Diario 16 se comieron a los santos de los viernes, sábados y domingos. Necesitaban un rescate. «Nos empezaron a salir santos de la manga», reconoce el escritor. «Hasta el punto que ninguno de los dos llegó a saber quiénes eran reales y quiénes de mentira porque había santos reales con vidas más surrealistas que las inventadas», anota Portillo con un tono que también parece hacer equilibrios entre la realidad y la ficción como el santoral que presenta.Él no se decide por ninguno. Le parece que a todos les falta una patita... El ilustrador le irrumpe con aviso previo: «Por cualquier página que lo abras, el libro tiene un carácter jocoso, un tempo, una forma de pasártelo bien, sin necesidad de seguir página a página. Es un disfrute de la literatura por la literatura. Su gran virtud es el humor». El doctor dixit.¿Añade algo el escritor? Saca sus dardos del bolsillo y los lanza: «Como damnificado que me considero de la religión, he utilizado a los santos como arma arrojadiza teniendo en cuenta que la mejor manera de luchar contra algo que se cree importante es ponerlo en ridículo (rifirrafe con el dibujante, que le rebate esta reflexión). Esta ha sido mi revancha». Amén.