Un esplendor perdido en el olvido
Pedro Luis del Barrio y Manuel Cámara analizan hoy la importancia del Monasterio de San Francisco del que denuncian su estado y la indiferencia de administraciones y burgaleses a su brillante pasado
MARTA CASADO / Burgos
San Francisco de Asís recorrió la ruta jacobea. Entre sus paradas estuvo Burgos donde se cree que fundó el Monasterio de San Francisco. Ésta fue una de las grandes construcciones eclesiásticas del medievo en la ciudad junto con la Catedral, el Monasterio de las Huelgas y la Cartuja de Miraflores. Del esplendor que lucen hoy sus coetáneas nada ha visto el monasterio de la calle Azorín. No sólo no se ha restaurado o reutilizado sino que su esplendor del pasado ha caído en el olvido de la ciudadanía.
Revivir el recuerdo del esplendor y grandiosidad que tuvo en el medievo, que impresionó a la mismísima reina Isabel la Católica, es el objetivo de la charla-conferencia Misterio, aventura y espiritualidad del Monasterio de San Francisco de Burgos que promueve UPyD. Se celebra hoy a las 20 horas en la Sala Polisón del Teatro Principal.
La grandiosidad de este monasterio debió ser tal que tenía hasta 21 capillas. Era el lugar en el que la población adinerada buscaba tener sepultura. Entre los restos que se creen aún podrían estar en las ruinas que hoy se pierden entre grafitis, destrozos y descuido, están los de Almirante Bonifaz, conquistador de Sevilla o Diego López V de Haro, señor de Vizcaya y fundador de la ciudad de Bilbao. Las piedras comenzaron a fraguar su esplendor en el siglo XIII con una nave mayor de 90 metros. Fue archivo de los Reyes Católicos, aquí depositaron el testamento de la reina Isabel fascinada con el templo. «Tal debía ser la grandiosidad de la sepultura del Almirante Bonifaz que hizo borrar al cantero la inscripción para añadir que era una cesión del rey Fernando», señala Pedro Luis del Barrio. Dejó de ser Archivo en 1546, cuando pasó a Simancas. Posteriormente fue utilizado como cuartel militar por las tropas francesas y fue uno de los objetivos bombardeados por las tropas del duque de Wellington en 1813. Empezó su decadencia aunque desde 1815 hasta 1836, los franciscanos lo intentaron recuperar y reconstruir.
Con la desamortización de Mendizabal se vieron obligados a abandonarlo pasó al Ministerio de Defensa que en 1972 cedió los terrenos al Ayuntamiento. La parte del monasterio que aún están en pie (parte del muro norte de la iglesia y solar colindante) lo traspasó el Ministerio de Cultura al Ayuntamiento en 1992. Desde entonces salvo alguna cata arqueológica poco más se ha hecho. «Es paradójico que sea uno de los puntos de estudio arqueológico obligatorio mientras que si hacen una obra las paredes del monasterio se pueden tirar», argumenta del Barrio. Por ello propone que los arquitectos, aparejadores y técnicos del ayuntamiento «planteen posibilidades de reutilización y recuperación de este espacio a largo plazo pero que se haga algo por rescatarlo del olvido», señala Pedro Luis del Barrio.