El Correo de Burgos

PILAR URBANO Periodista y escritora

«No han perseguido a mi libro por ser ficción, sino por ser realidad»

Donde pone el ojo pone la flecha y no le gustan las cosas fáciles. La Transición ocupa su último título, ‘La gran desmemoria’, que ha seguido a ‘El precio del trono’, ‘La Reina muy de cerca’...

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Burgos

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A.S.R. / BurgosSu nombre es sinónimo de polémica. Pilar Urbano ha liado la marimorena con su último libro, La gran desmemoria, que hoy presenta en la librería Hijos de Santiago Rodríguez de la Plaza Mayor (19 horas), adonde llega una semana después de la pequeña revolución sucedida en el seno de la familia real, en la que ella ha buceado como nadie.Pregunta- ¿Cómo ha visto la abdicación y la posterior proclamación del nuevo Rey?Respuesta- Para mí no ha sido una sorpresa, sino un acto reflexivo y de prudencia por parte del Rey Juan Carlos. Aparte de todos los hechos inclementes que ha vivido la Casa Real durante estos casi tres años horríbilis, en los que se ha ido oxidando la corona y deteriorando la imagen intachable y ejemplar del monarca, por hechos tanto propios como de miembros de su familia, muchas sombras le han distanciado del sentir del pueblo. El debate de la monarquía / república surge por un desencanto, un desafecto y un alejamiento de los ciudadanos respecto al Rey. No digo que sea masivo, ni mayoritario siquiera, pero sí se produce y se ve en las encuestas oficiales y en las urnas del 25 de mayo, que son el efecto decisivo, donde sale un republicanismo rampante, muy extenso, sobre todo de izquierdas, pero no solo. La abdicación es el efecto de una reflexión sobre lo que está ocurriendo en la calle. Un monarca debe reinar pero también salvar el mueble, el trono, y en esto se explica la decisión prudente, inteligente y emergente, porque es de emergencia, de pasar el relevo al hijo.P.- ¿Conseguirá este relevo salvar ese mueble?R.- Tengo gran esperanza en Felipe VI. Le he seguido desde niño y le he visto actuar en un papel difícil porque su rol no está en la Constitución, ni existe ninguna ley o artículo que desarrolle cuáles son las facultades del príncipe heredero en ausencia o vacante del rey, donde ni representaba ni suplía, solo estaba. Y lo ha hecho con garbo, prestancia, sentido del protocolo y haciendo agenda, conociendo.P.- Con la abdicación del Rey y la muerte de Adolfo Suárez, los dos protagonistas de este libro. ¿Baja definitivamente el telón de la Transición? ¿Es un capítulo finiquitado?R.- Estos hechos pasaron hace treinta años y quedaron finiquitados en su momento, yo ahora hago una revisión para explicar las cosas que tenían puntos de sombra. Las ilumino, con fuentes nuevas que fueron testigos, que entonces no hablaban, pero que cuando ya no han tenido nada que perder y han ganado libertad lo han hecho, y también documentos. Muchas veces se ha querido poner un punto y final a la Transición y de haber uno sería el 6 de diciembre de 1978, cuando se aprueba la Constitución hecha por consenso. Otra cosa es cuando se empieza la historia, que es dejar de contar cuentos.P.- ¿Cuáles son esas sombras sobre las que enciende la linterna?R.- Son hechos que estaban oscuros como las presiones del búnker franquista, político, militar o empresarial, sobre Juan Carlos, que lo inmoviliza, y hace que tarde seis meses en quitar a Arias y decidir que sea otro quien empiece a gobernar; o las puñaladas que se dan los ministros de Arias Navarro entre sí; o el mito de que el Rey fue el motor del cambio.P.- ¿No fue así?R.- No. España siempre estará en deuda con él porque dio al pueblo todos los poderes. Sin la venia del Rey Juan Carlos no se hubiese pasado a una democracia. Pero una vez agradecido esto, él no fue motor, sino freno, por prudencia, pero freno. Quien legalizó el Partido Comunista sin el Rey es Suárez; quienes hacen la Ley de la Reforma Política es Torcuato Fernández-Miranda y Landelino Lavilla; quienes hacen la Constitución son los padres constituyentes; quien legaliza los sindicatos es Suárez... Así sucesivamente.P.- Uno de los capítulos sobre el que dirige esa luz es el que ocupa la llamada Operación Armada...R.- Quien pone en marcha la Operación Armada, que no se había contado, es el Cesid, que pretende una corrección del sistema dentro del sistema, cambiando al presidente del Gobierno trayendo un extra, un militar, en un protocolo parlamentario para que se atuviera a la ley, pero poco escrupuloso con el espíritu de la Constitución. Suárez molestaba mucho al monarca, a los militares, a los obispos, a los empresarios, a los partidos políticos... y quien alienta esa Operación Armada, que no es un golpe de estado, es el Rey y sus comparsas son la crema política democrática. Luego eso degenera en un golpe de estado no buscado, no propiciado por el Rey, que yo creo que incluso le sorprende. Yo no tengo datos para decir que Juan Carlos estuviera en el golpe del 23-F, pero sí de que tardó mucho en detenerlo, hasta la 1.15 de la madrugada. El 23-F es una consecuencia de la Operación Armada, una derivada que, insisto, el Rey no creo que deseara. Eso sí fue un golpe de estado que se urde y se improvisa en un fin de semana. Pero es que Armada llevaba un año alentado por el propio Rey de que él iba a ser el salvador, porque realmente la situación era caótica.P.- ¿El Rey es el malo de esta película y Adolfo Suárez el bueno?R.- Aquí no hay ni buenos ni malos. Suárez estaba en una depresión y sin sacar a España de la situación de caos en la que se encontraba. El Rey hace una cosa mal, que es intentar sustituir a Suárez por las bravas, pero este también hizo cosas mal, no reaccionaba ante nada, tenía pánico a todo. No es que sea San Adolfo, pero, efectivamente, Suárez queda muy bien en el libro y a don Juan Carlos es la primera vez que se le historia.P.- Pero el libro ha creado suspicacias más allá de estos dos personajes centrales...R.- Todas las personas que han visto que la linterna las enfocaba en la mancha han reaccionado durísimamente, sin haber leído el libro. Luego se han callado. Si no, me hubieran puesto una demanda, una querella, y ni una. El miedo es libre. Han sido marionetas movidas por unos hilos, estaban bajo una fuerte presión y han firmado lo que les han puesto delante. Ponerse de acuerdo tantas personas, localizarse y consensuar un texto no es fácil en tan poco tiempo (se refiere a un comunicado firmado por seis ministros de Suárez, dos militares, su cuñado y su hijo mayor al que se adhirió la Zarzuela que tachaba el volumen de «típico relato novelado-libelo»). Todo esto ha sido un poco penoso, no para mí, sino para ellos. Y realmente la crítica no ha concretado nada, me desmentían a mí y la Zarzuela lo que ha hecho ha sido matar al mensajero, que es algo muy viejo. Mi juez son las ventas y en el momento en el que sale ese comunicado se dispararon. Sin querer, me hicieron una gran campaña.P.- ¿Cómo se articula tanta documentación en un volumen de 800 páginas con el éxito al que alude?R.- He estado diez años trabajando con esa documentación con la que he hecho dos libros, El precio del trono y La gran desmemoria. He obtenido información para un tercero, pero no sé si me interesa hacerlo o no. Han sido diez años sin hacer otro periodismo, sin estar en una tertulia, ninguna columna y ningún reportaje, dedicada al de tomo y lomo.P.- ¿Sobre qué hablaría ese tercer título?R.- Es secreto de editorial. En mi cerebro hay dos o tres proyectos y tengo que discutir con el editor cuál de ellos. Normalmente, yo propongo dos o tres temas hacia los que se me va más el corazón. Cuando se hace periodismo de largo alcance tienes que estar motivada. Yo vuelvo al lugar del crimen, soy un detective en busca del asesino. Yo me encuentro piezas y piezas, sin hacer trampas ni forzar el puzle, y hay cosas que no he contado porque me faltaba alguna. Mi deber como periodista es satisfacer el artículo 20 de la Constitución, el derecho a saber que tienen los ciudadanos de cosas que construyen historia, no cuentos de sábanas, que a mí no me importan nada.P.- ¿La realidad supera siempre a la ficción?R.- Sí. La realidad glorifica o duele, pero actúa. Tiene sedimento, hace historia, buena o mala, de gloria o miseria, mientras la ficción solo entretiene. No han perseguido mi libro por ser ficción, sino por ser realidad. La realidad deja huella, la ficción solo una novela que te atrapa, es muy fácil, si te sobra una vieja la matas y si tiene que aparecer un niño lo metes, pero la realidad no la puedes inventar. Esta claro que supera la ficción, en bien y en mal.

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