LITERATURA INFANTIL
‘Owané...’, un cuento sin efectos especiales
Jaime Alejandre debuta con la historia de una niña que vive una aventura al tiempo que busca un mundo mejor
Está ambientado en una exótica selva pero podía ser la montaña palentina o el parque de Fuentes Blancas. La niña protagonista se llama Owané pero podía atender a los nombres de María, Martín o Inés. Se embarca en una aventura en busca de los monos feos pero podría perseguir al gato callejero de la vecina. Owané, la niña que cruzó el río es un cuento sin efectos especiales por deseo de su autor, Jaime Alejandre, que debuta en la literatura infantil tras cuatro décadas de carrera transitada por la poesía, la novela, el teatro...
«Me ha costado mucho llegar a tener la madurez suficiente para ser capaz de escribir un libro para niños, que me parece lo más difícil de mi carrera literaria», observa el escritor burgalés, que se ha peleado con versos rebeldes, sumergido en las entretelas de la historia, cazado el inconformismo con la originalidad sin dar importancia al tamaño, salido a escena sin apuntador...
Ahora, en una nueva voltereta en el mundo de la letras, sin necesidad de pócimas mágicas ni capas maravillosas, alumbra un nuevo personaje, Owané, una niña «valiente y distinta que deberá conducir a su pueblo hacia algún lugar donde el río no haya desaparecido por culpa de la locura de otros hombres y donde puedan volver a plantar sus frutos, dormir bajo la sombra de los inmensos árboles asante y cazar a los monos feos, que están muy ricos». Acompañada por sus padres, Malawi y Mondongo, y otros habitantes vivirá una aventura en la que aprenderá el valor de la diferencia y la importancia de la unión.
«La génesis del libro tiene que ver con la sensación de que los cuentos de niños en la actualidad estaban dominados por la fantasía más extrema, con personajes que siempre son vampiros, magos, vuelan o se transforman en no sé qué. Y yo recuerdo mi infancia y era la de Enid Blyton y Los Cinco. Allí nadie volaba, pero sí conseguían hacerme cómplice y me identificaba hasta con Georgina, aunque fuera chica. Yo me preguntaba si no había niños normales, si todos tenían que llevar varita mágica, y busqué a una», desvela y, añade, con ella una forma de transmitir valores como el respeto a la diferencia y a la biodiversidad permeados en una aventura que obligue al pequeño lector a pelearse con Morfeo para mantener los párpados abiertos un rato más.
«Espero que se sientan identificados con Owané o con la historia y que con la mayor naturalidad, que es como afrontan los niños las cosas, se acerquen a la diferencia a, por ejemplo, otros modelos de familia, que ven en su día a día, pero que, sin embargo, no se reflejan en los cuentos», detalla Alejandre, que compartirá este mundo con los lectores el sábado en Hijos de Santiago Rodríguez del Camino de la Plata (12 horas).
En las páginas de Owané..., ilustradas por Susana Saura, está el Jaime Alejandre, inquieto escritor, agitador cultural, misterioso creador, pero también el Jaime Alejandre papá, el que sigue apagando la luz del cuarto de sus hijas, Lía y Jana.
Ellas, que ahora tienen 11 y 13 años, le pusieron en la senda de la literatura infantil. Una noche, cuando tenían 6 y 8 años, le pidieron que las leyera un cuento. Hasta ahí, nada raro. Ese día, él se lo inventó, cuando las niñas se durmieron, apagó la luz, cerró la puerta y se fue a dormir. Pero a la noche siguiente, Lía y Jana le rogaron que siguiera la historia. Él la había olvidado, pero ellas no. Juntos la recordaron y él la continuó. Esa noche también apagó la luz y cerró la puerta, pero no se metió en la cama. Se dirigió a su despacho y empezó a escribir y poner orden a esa historia que finalmente ha volado a las librerías.
En esta opera prima también hay un padre que lee un cuento a sus tres hijos, el de una niña valiente y distinta que guía a su pueblo hacia un mundo mejor, y que apaga la lamparita tras cada capítulo. Buenas noches.