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BURGOS / Entrevista a Manuel de Lope

«La escritura es un misterio»

Se prodiga poco en encuentros con sus lectores. Su presencia hoy en La biblioteca del hombre es una oportunidad de desentrañar la literatura del autor de ‘Azul sobre azul’, ‘Otras islas’, ‘Bella en las tinieblas’, ‘Perlas peregrinas’..

Manuel de Lope.-

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Hace unos años que Manuel de Lope se hospeda en un hotel cuando viene a Burgos. Se le hace raro porque hasta entonces lo hacía en casa de su madre, que aún vivía en la ciudad donde el escritor nació en 1949 y donde, dice, ahora ya solo le queda un panteón. Hoy vuelve al lugar donde pasó su infancia y juventud para charlar con Ernesto Escapa en el MEH (20.15 horas).

Pregunta- «Yo no estaba destinado a ser escritor». ¿Qué pasó para que acabara convirtiéndose en uno?

Respuesta- No lo sé. Es el misterio de la escritura. Yo fui estudiante de Ingeniería y Economía, pero lo dejé cuando me fui de España y comencé a escribir. Empecé con un relato en el año 70, con 21 años, lo envié a un premio en Valladolid y lo gané. Publiqué otro en Revista de Occidente y años después tenía mi primera novela, Albertina en el país de los garamantes. Se la mandé por correo a Carlos Barral, que era el editor que me sonaba entonces. Tardó bastante en contestarme, como seis o siete meses, ya me había olvidado del asunto, y me dijo que quería conocerme y publicar la obra. A veces pienso que si Carlos Barral, que se convirtió en amigo, no hubiera publicado aquella primera novela no hubiese escrito otra y mi carrera de escritor hubiera sido muy breve, pero no fue así, sino algo muy fácil, muy natural, y poco a poco ha estructurado toda mi vida. Ahora no me concibo sin ser lo que soy, escritor, pero no tuve la ambición de serlo.

P.- Pero algo sucedería para que se pusiera delante de un folio blanco...

R.- No hay que buscar una explicación de tipo traumático, sociológico o psicológico. La escritura es un misterio en sí. Me llama la atención qué hace que una persona se ponga a escribir. Todavía el ensayo lo entiendo mejor, se trata de comprender el mundo a través de un pensamiento lógico, pero hacerlo a través de la metáfora, la alegoría, que es una novela, es más misterioso. No hubo un accidente de coche, ni un trauma sentimental ni nada.

P.- Si la dictadura franquista no le hubiera obligado a salir de España. ¿Su historia se habría escrito así?

R.- Ciertamente, si no me hubiera ido a Francia, probablemente hubiera acabado mis estudios y sería ingeniero de Telecomunicaciones. Ahí sí has encontrado el acontecimiento que cambia mi vida, me fui joven, tenía 20 años, y aquello sí cambió mi vida.

P.- Antes de irse estuvo confinado en Burgos y encarcelado en Carabanchel. ¿Ha utilizado alguna vez esta experiencia en su obra?

R.- La verdad es que no, de hecho hablo muy poco de ello. Es muy lejano, es el Pleistoceno. Me cambió mi vida porque tuve que dejar mi país y mis estudios, pero literariamente, no. Mi primera novela no tiene nada que ver. Para mí hay dos planos, el de la vida cotidiana y el de la escritura.

P.- Decía Luis Mateo Díez la semana pasada que, aunque suene cursi, todo escritor busca un universo propio. ¿Cómo es el suyo?

R.- La experiencia crea un imaginario donde uno se encuentra a gusto, es paulatino, no viene con la primera novela ni con la segunda, es una maduración intelectual o los sedimentos que va dejando un libro tras otro y, ciertamente, acabas viviendo unos personajes y unas situaciones que forman parte de tu vida emocional, pero que no se corresponden con el mundo cotidiano. No creo en el autor que dispone de un universo propio con 25 años, pero sí con 45 y ya con 65, como yo, estás muy instalado en él.

P.- Con 65 y con una larga trayectoria detrás. ¿Cómo se enfrenta al misterio de escribir ahora? ¿En qué ha cambiado desde su ópera prima?

R.- Desde hace ya muchos años, la escritura estructura mi vida, equilibra mi manera de ser, no me veo de otro modo, no exactamente publicar, que es secundario.

P.- ¿Cómo tiene de presente al lector en ese momento?

R.- El lector, en singular, es un personaje abstracto, se le inventa uno, existen lectores y muchos, y muy distintos, con emociones, dolores, sufrimiento, hambre y sed distintos. Yo no busco su contacto, para mí una vez terminado el libro es algo que navega solo, con su propio destino, encuentra a sus lectores, los que sean, pocos, muchos, medianos, da igual. Escribo por una necesidad profunda de contar algo. Hay algo obsesivo en ser escritor, una obsesión que solo se realiza escribiendo y hasta que no se termina no desaparece, es una cuestión muy personal en la que el lector, el editor o el crítico son personajes secundarios.

P.- ¿Cómo se presenta esa necesidad?

R.- Yo me considero un contador de historias, suelo tener un ambiente flotante en la cabeza, una serie de situaciones, de personajes, que no se articulan de manera clara con la primera frase, pero poco a poco van tomando dominio de la historia y se va relatando a sí misma y mientras no he acabado de liquidar ese universo no me siento a gusto. Trabajo todos los días, es muy agotador, un cansancio psicológico muy fuerte, puedo tardar un año o dos, pero hasta el final no me libro de esa pequeña obsesión.

P.- En su carrera, junto a las novelas destaca la literatura de viajes, que fraguó en Iberia, que recoge paisajes, pueblos y gentes de España...

R.- La idea me la propuso El País, iba a ser una serie de reportajes para el dominical, pero tenía tres problemas: debía tener unas dimensiones determinadas, una regularidad grande y un nivel de lenguaje para un lector concreto. Acepté porque las condiciones eran muy buenas, pero me quedé intranquilo. Se lo comenté a Carmen Balcells, mi agente, que reaccionó de forma muy generosa y me facilitó hacerlo como me apetecía, con el tiempo, las dimensiones y el lenguaje que quería.

P.- ¿Cómo encontró el país?

R.- Muy cambiado, pero, para desdramatizar esta respuesta, diré que nunca había perdido el contacto, tenía familia en Madrid y en Burgos y desde la muerte de Franco venía mucho, pero no era como haber vivido. Me voy con 20 años y vuelvo con 45, años claves en la formación del individuo, que yo viví fuera y compensé con Iberia.

P.- Ahora que tan de moda y tan cuestionada está la identidad de España. ¿Llegó a alguna conclusión con aquel viaje?

R.- El segundo volumen de Iberia se llama La imagen múltiple y es lo que es España, tiene una riqueza y una peculiaridades geográficas y regionales grandes. Aquí no ha habido una revolución francesa ni Napoleón, grandes centralizadores de Francia, y eso ha permitido que se conserven los particularismos. Donde deberían ir a manifestarse los catalanes es a Perpiñán, porque es allí y en la Cataluña francesa donde los han robado la identidad, no ha sido el resto de España. La cuestión política tan candente es estrictamente eso, una cuestión política. Todo se cierne en torno a un hombre, Artur Mas, cuyas ambiciones políticas le llevan a hacer lo que está haciendo. A veces es trágico pensar que la historia se debe mucho a ambiciones personales. Pero España es un país históricamente generoso.

P.- ¿En qué anda ahora?

R.- No me gusta avanzar nada porque cuando las cosas se hablan pierden un poco de energía.