BURGOS / Encuentro con el escritor
«La ficción tiene mucho que ver con la piedad»
Antonio Muñoz Molina desvela los entresijos de la creación de ‘Como la sombra que se va’
El encuentro literario con Antonio Muñoz Molina había causado expectación. No se tiene todos los días la oportunidad de escuchar a escasos metros a «un referente de la literatura mundial, uno de los grandes novelistas contemporáneos, un autor deslumbrante», como lo definió el periodista Rodrigo Pérez Barredo durante su presentación, mientras el aludido miraba hacia el suelo y se acariciaba la frondosa barba. La cola creada minutos antes a la entrada y las sillas supletorias prestas a engordar el aforo ratificaban ese poder de atracción del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2013. No decepcionó y encantó con su charla sencilla y reveladora, salpicada de anécdotas divertidas y curiosas, aunque el director del MEH, Juan Luis Arsuaga, en su deseo de complacer al invitado, la hiciera esperar más de lo debido.
Tras el retrato realizado por Pérez Barredo acompañado por una sucinta introducción a su nueva novela, Como la sombra que se va, que junta en Lisboa a James Earl Ray, en su huida de Estados Unidos tras matar a Martin Luther King, y al escritor que escribe su historia en el mismo lugar donde en los años ochenta alimentó su sueño de convertirse en escritor, Muñoz Molina se sinceró.
«Debo decir que no tenía muchas ganas de venir aquí, estaba muy cansado, venía con desgana, tenía mucho trabajo, pero así es la vida, está llena de sorpresas y para mí ha sido una alegría encontrarme con este museo extraordinario, prueba de que la evolución a veces camina en la buena dirección y no siempre va hacia el desastre», introdujo y entre los aplausos al MEH, a la librería Luz y Vida, y a los «militantes de la lectura» de la Biblioteca Pública, se coló la literatura.
«En España la literatura se asocia a la ficción, pero lo es todo aquello que cuenta con palabras el mundo, una novela, un texto de divulgación científica, un poema, un reportaje en un periódico... La narración apasionada y clara es universal. Da igual lo que se cuente. Eso se subraya en este libro», señaló y echó mano de Pessoa, de su frase Todo comienzo es involuntario, para explicar que el inicio de toda novela lo es.
Como la sombra que se va, también. Compartió el cúmulo de circunstancias que comenzaron a asaltar su camino cual bandoleras y de ellas habló con el mismo poder de seducción con el que escribe (imposible de trasladar aquí).
La chispa prendida durante la lectura de una biografía sobre el asesino de Martin Luther King cuando leyó que en su huida había recalado en Lisboa, donde estuvo nueve días, y la inmediata película que su imaginación visual hizo de James Earl Ray en las calles de la capital lusa; el regreso a esta ciudad a visitar a su hijo Arturo, que le llevaron a un estado emocional intenso y a pensar que la primera vez que él se sentó en un café de aquella urbe el pequeño solo tenía un mes; los cambios de planes tras la recogida del Príncipe de Asturias que llevó a su mujer a proponer una estancia en Lisboa en vez de regresar a Nueva York, que era su intención inicial...
«Si no hubiera cambiado ese destino no estaría aquí hoy», anotó el autor, en cuya charla, como en las páginas de esta obra, se cuelan continuas referencias a El Quijote, Madame Bovary o El hombre invisible, de Wells.
En ellas, también plasma cómo con el tiempo cambia su concepto de la literatura y la vida: «Vemos la literatura como una corrección para mejorar la realidad, un lugar donde se puede vivir con la intensidad que la vida no da, una visión romántica de la literatura como consuelo o desmentido de la realidad, pero he descubierto que no hay que imponerle a la vida el argumento cerrado de una película, de una novela, esa obsesión por el principio y el final».
Habló del dilema del escritor de dónde poner el punto y final a una historia, reveló que recibió muchas continuaciones a La noche de los tiempos, «algunas no estaban mal»; recordó sus años como organizador de conciertos y sus remordimientos tras dejarse arrastrar por las ganas de juerga de los cantaores flamencos; evidenció que se tiende a ver a los personajes de las novelas, incluidos los más canallas, con ternura, «la ficción tiene mucho que ver con la piedad», dijo; llegó a la conclusión de que entre el escritor que viajó en 1987 a Lisboa para rematar El invierno en Lisboa y el que ha vuelto para moldear Como la sombra que se va «la única semejanza es que ambos mantienen la sensación de no pertenecer profundamente a ningún sitio»...
Antes de las preguntas y las firmas, leyó un fragmento de la novela. «La literatura además de leerse debe hablarse. Es como si en un bar, te hablan de cocina, pero no te acaban de poner la tapa». Sea.