El Correo de Burgos

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El disco de un picaflor

Diego Galaz da una pirueta más y graba su primer álbum en solitario, ‘Canciones y paseos’, con once temas inspirados por los músicos que los interpretan con él y marcados por el eclecticismo

Diego Galaz, con el disco, con portada de la Niña Vero.-Raúl Ochoa

Diego Galaz, con el disco, con portada de la Niña Vero.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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¿Por qué quedarse con una pudiendo amar a todas? ¿Por qué caminar siempre por la misma senda habiendo mil y un caminos? Diego Galaz, inquieto músico burgalés, abre los brazos a todas y borra cualquier frontera. Se emociona igual con el sonido más tradicional de una dulzaina que con la poderosa voz de Aretha Franklin. Esa pasión por la música sin etiquetas, sin departamentos estancos, se refleja en Paseos y canciones, su primer disco en solitario, el álbum con la gestación más larga jamás vivida. Diez años de canciones, una década en la que ha aprendido de la música y de la vida.

Su origen remoto está en la intención de hacer un disco comercial que le lanzara como violinista al modo de Hevia, Carlos Núñez o Kepa Junquera. El proyecto no le convenció y se retiró. Pero de aquel quedaron tres temas, que ahora recupera y suma ocho nuevos.

«Este trabajo es un reducto donde hago las cosas que no puedo hacer con Fetén Fetén, Zoobazar y Mastretta, que sí tienen una línea por la que seguir. Esto es un divertimento, con un eclecticismo total, sin un estilo más allá de mi forma de entender la música», anota el violinista, que se rodeará de amigos en la presentación del álbum, el 23 de enero en Cultural Cordón, y que ya está a la venta en www.diegogalaz.com, iTunes, Música y Deportes, Masala Natural y bar Aquarium.

«No viene de una dispersión, que, por supuesto en mi carrera la ha habido, esa sensación de no hacer nada concreto recobra sentido cuando uno llega a los 40 y se da cuenta de que eso forma parte de un tejido musical, que es amplio y forma su estilo. Uno se ha frustrado por no ser un músico de jazz o clásico, pero cuando recupera la cordura ve que ha optado por no poner toda la carne en el asador por un estilo, sino en muchos diferentes para crearse su propia línea musical», continúa. ¿Es un picaflor? «Absolutamente», suelta y dice más: «Este disco es una reivindicación al no fundamentalismo. Se puede ser súper ecléctico, ir de un fox trot a una jota y pasar por muchos estilos y ritmos, con denominadores comunes que más que estéticos son emocionales».

Las once canciones obedecen a momentos variados, se han grabado en distintos estudios y están inspiradas, sobre todo, por los músicos que acompañan al violinista en la interpretación de cada una de ellas.

Nace Por joterías, una revisión jazzística y aflamencada de la famosa Jota del Guijar, para contar con el armonicista Antonio Serrano. Una vuelta pega al tema popular Canción de cuna con arreglos melancólicos para contar con la flauta de Javier Paxariño. La conexión entre el folclore y las nuevas tecnologías, al estilo de Capercaillie, muy propio en los noventa, se cuela en Sierra de Atapuerca, con la zanfona de Germán Díaz, el artífice de que Nana para soñar despierto, la que suena más feteniana, sea una realidad.

Esa inspiración de los músicos amigos y admirados es descarada en Fox Trot para Winnie, escrita para ser tocada junto a la violinista norteamericana Winnie Horan, del grupo Solas, y en Perrit y Monit, los motes con los que en Mastretta llaman al pianista Luca Frasca, con el que forma dúo en ella, y a él. En ambas, da rienda suelta a algo que le pirra como es silbar. En este disco lo hace a placer.

Y, aunque su instrumento era el cayado y el escenario el campo, el pastor de Urrez inspira Canción para Teodoro, una persona a la que siempre admiró por anteponer siempre las personas a cualquier otra cosa.

Una filosofía que el violinista quiere hacer suya. El primer paso es el título que da a esta ópera prima en solitario. Se explica Diego Galaz: «Se llama Canciones y paseos porque estoy en una edad en la que mi búsqueda, tras una ya larga carrera musical, es valorar por igual un paseo que una canción. Cuando llegas a los 40, las cosas que están ahí, que dan la verdadera felicidad, empiezan a tomar importancia real».

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