El Correo de Burgos

BURGOS / Poesía

Toda la vida en los pronombres

Tomás Ortega se recrea en los temas esenciales de la literatura en ‘YoTúÉl’, su segundo libro

Tomás Ortega, ayer, en el paseo del Espolón, cuya imagen se refleja en uno de sus versos.-Israel L. Murillo

Tomás Ortega, ayer, en el paseo del Espolón, cuya imagen se refleja en uno de sus versos.-Israel L. Murillo

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Tomás Ortega reitera la vocación universal de su poesía, la que recogió en su ópera prima, Invención de laberinto, y la que recorre las páginas de YoTúÉl, su segundo poemario, publicado en México por Ediciones Fósforo con la colaboración de la Université Laval de Quebec, donde da clases de Literatura a la vez que prepara un doctorado en Letras Históricas.

La lectura de los veintitantos poemas que conforman esta obra confirman esta universalidad. El paso del tiempo, la persistente búsqueda de la identidad, los continuos equilibrios entre el amor y el desamor, la inquietud por avanzar, por experimentar con nuevas formas y lenguajes, la certeza de la incertidumbre, la necesidad de rebeldía ante los tiempos convulsos... Estos temas, ya presentes en su anterior trabajo, bailan ahora con mayor alegría, sin perder hondura, pero con la agilidad de la madurez y de quien se ha desprendido de ataduras.

Y sí, efectivamente, esa universalidad acompaña estos versos (leer el poema del recuadro), ese afán por borrar fronteras en su vida nómada se refleja en ellos, pero también aparecen fogonazos del poeta que vivió su infancia y adolescencia en las calles burgalesas. Se asoma, y solo eso, entre los plátanos entrelazados del Espolón en Zona de paso: Depositada en el suelo por el cambio, / la corteza desprendida del platanero / -tronco rugoso del árbol de la infancia- / es recogida por tus antiguas extremidades. E irrumpe, casi sin querer, y muy cargado de nostalgia en Peter Pan en sus sombras mal cosidas: Los andamios con damas color de oro / traen de las noches antiguos presagios / catedrales de viejas postales / agujas de aristas empinadas, / vetustos, apolillados retales.

Del pasado, presente y futuro habla Ortega con los pronombres Yo, Tú, Él como hilos conductores y el Todos como colofón. Cuatro apartados en los que «emerge la identidad individual y colectiva», en palabras del escritor, que, con el frío colgado en la ropa, se sienta frente a un café.

«Aparece el Yo lírico, el Tú relacionado con el amor y el desamor, Él, perteneciente al otro como oposición, y, por último, el Todos, que se enfoca hacia la conjunción de las personas que albergamos», apunta y considera que a la estética dominante en su primer trabajo se une ahora la ética. «Los tiempos la necesitan», apostilla y cree que esa negrura de ánimo, a la que él se enfrenta desde el juego de palabras, es también universal y, de una u otra manera, se rebela en esta poesía. Lo hace, por ejemplo, en Hay una gran diferencia y en Retratos. Él, que ahora vive en Quebec, donde se trasladó desde Polonia y que antes ha residido en Barcelona, Madrid, La Martinica, Nîmes y Montreal, sabe lo que se dice, la ha recorrido y tanteado con sus manos.

Hasta ahora, el nombre de Tomás Ortega (Burgos, 1980) va ligado a la poesía, pero su hambre literaria va más allá. Y de ahí que su próximo proyecto sea un volumen de cuentos, Historias nómadas, para el que espera encontrar editorial. Ya se ha puesto en contacto con un agente que está intentando moverlo. La tarea es complicada. «El mundo editorial está en época de transición, en horas bajas, y se apuesta más que por literatura por libros, por aquellos con fácil difusión y éxito rápido. Es difícil entrar», lamenta a sabiendas de que el trabajo es el camino y al final esperar encontrarse con la novela. Su mundo son las letras.

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