MEH / ENCUENTROS LITERARIOS
La literatura oral, origen y fondo de la palabra escrita
El poeta Adolfo Alonso y el periodista Pablo Lago tomaron el papel de juglares con ‘Leyendas de la noche’, un encuentro literario mágico e imaginativo -un ‘filandón’- que se celebró en el MEH
Burgos
Como las ascuas que quedan de una hoguera, las leyendas han impregnado la vida de los hombres y han marcado el devenir de la tradición escrita. Forman parte de la historia de la literatura y así lo reflejaron el poeta Adolfo Alonso y el periodista y director de El Mundo de Castilla y León con Leyendas de la noche.
El encuentro literario, celebrado en el Museo de la Evolución Humana (MEH), se sumergió «en las magias del mundo y del hombre, de las ánimas del purgatorio, de los caminos perdidos, de lugares que existen y que no, en definitiva del hombre que se reunía entorno a las cocinas para contar cosas», comenta Alonso.
Dos juglares, dos contadores de historias, así se presentaron Lago y Alonso. Un literato y un periodista que «encajan a la perfección porque ambos somos hijos de la actualidad, nuestras historias llaman la atención del hombre sencillo y a ese hombre nos dirigimos».
Aunque la charla abordó, de forma especial, las leyendas de Castilla y León, Galicia y Asturias, Alonso se encargó de recordar que «toda Europa es rica en literatura oral, los primeros autores de literatura escrita son hijos de la literatura oral, son quienes sucedieron a los juglares y ese papel recuperamos nosotros con este encuentro».
Faltaba la hoguera para que el público que asistió al MEH, con la complicidad de la noche, participara en ese «filandón, porque es lo que nosotros hacemos», afirmaba Pablo Lago; en ese mano a mano de contar historias, leyendas de noche en donde se une «lo imaginativo, la realidad y la leyenda» sin saber nunca qué es cada una porque «en todos hay una parte del todo», seguía en su exposición el periodista antes de comenzar su primera narración oral en la que descubría al auditorio que la salchicha de Frankfurt, tan típica, en realidad «se encarga a Campofrío, según nos contaba un camarero de allí. Así que cuando uno va a Alemania debe saber que siempre nos está sirviendo Campofrío», afirmó en un claro guiño a la nueva planta que ayer colocó su primera piedra. ¿Realidad, leyenda, ficción? Poco importa si de lo que se trata es de contar historias, cada uno su versión y desvelar un mito como que «la salchicha de Frankfurt no es de Frankfurt».
Lo importante para el hombre es «escuchar la leyenda porque son como nosotros nacen, viven, mueren» y forman parte de la imaginación de cada uno, proseguía Alonso, quien recordaba a su amigo Andrés que conducía una ambulancia y él como copiloto le narraba cuentos y leyendas de su tierra. Aquellos titiriteros que llegaron hambrientos y después de pedir carne y el pueblo no dársela, descubrieron huesos al lado de una lumbre justo cuando una mujer muy querida de la población desapareció. Condenados y ahorcados los titiriteros, la mujer apareció en forma de misiva que había volado desde Argentina para contar que estaba viva y feliz con el amante con el que huyo meses atrás. Andrés quiso descubrir dónde yacían los restos mortales de los titiriteros, en la fe ciega de que aquel cuento fue real, nunca leyenda. Es la grandeza de esa literatura que nunca muere. Como es realidad o leyenda esa planta que se hierve y que segrega un líquido viscoso «sustituto de la pastilla azul» de los varones y que Lago descubría al público varón por ser «más eficaz pues sus efectos duran muchos meses»; o la verdadera historia del robo del Códice en Santiago de Compostela causado por la envidia, pues «detrás de cada crimen hay siempre un pecado capital». Y aquellos sacrilegios que cometemos a lo largo de la vida. «he visto a una monja desnuda» y la penitencia se convierte en 500 padres nuestros y asistir como monaguillo durante todo el verano. «Por eso me sé de memoria la misa en latín», afirmaba el poeta. ¿Realidad, leyenda, imaginación?...
Los asistentes a la charla aprendieron sobre narraciones y leyendas, bebieron de una tradición oral que «está viva y que es el germen de la literatura, la que ha hecho que el hombre entienda la literatura escrita y que participe de ella a través de la palabra», comenta el poeta.
Y es que, la grandeza de esa literatura oral es precisamente que quien la transmite, cuenta parte de su experiencia vital y de su imaginación. «Que cada uno cuente su versión, la convierte en una literatura auténtica», asegura Alonso y añade que «lo que contamos en este encuentro, no lo hemos contado nunca, tal vez cosas parecidas, tal vez el mismo guión, pero de forma distinta y con diferente interpretación».
A quienes asistieron a la charla, Alonso sólo les pidió que «llegaran con ganas de escuchar, una acción que, aunque parezca mentira estamos perdiendo». Para Alonso, «la vida que llevamos actualmente, ha provocado que dejemos de reunirnos en las cocinas en torno a un fuego, que se pierda en gran manera aquella actividad que en la antigüedad era algo cotidiano y que permitía a las familias contarse las tradiciones».
Pero no todo está perdido, «la tradición oral no ha desaparecido ni lo va hacer», comenta el poeta quien, sin embargo, explica que «la literatura oral es como un ser vivo que nace, vive y muere, siempre habrá leyendas que desaparezcan pero eso no quiere decir que no existieran, y tal vez, en un futuro se puedan recuperar».
De las leyendas «ha quedado la apariencia actual del hombre, en muchos aspectos vivimos de acuerdo con ellas y, afortunadamente, cada vez se están recuperando más». En este aspecto, el autor hace un guiño al medio rural «es allí donde más recuerda esta literatura oral, son sus gentes quienes aún cuentan historias, los que recuperan su leyendas, lo que les convierte en autores».
Alonso es certero en sus palabras. «No creo que haya que recogerlo todo en libros, si eso ocurriera, desaparecería la literatura oral, no se podría contar nada porque ya vendría todo plasmado en los libros y nosotros contamos cosas que no vienen en los libros, la literatura oral es magia e imaginación y tradición».
Un público entregado, absorto en cada palabra, risueño y triste... vivo y sintiendo la narración porque la literatura oral es precisamente eso, sentimiento y corazón.