Entrevista a Charo López
«Amo el teatro con toda mi alma»
Llega a Burgos para pasearse por las tablas como la alcahueta más famosa de la literatura universal, pero su trayectoria se alarga hasta el infinito y más allá desde aquellos pinitos en la escena universitaria salmantina. Se ha asomado al teatro, pero también al cine, donde ha trabajado con todos los directores españoles, y a la televisión
Charo López impone aunque el encuentro con ella sea teléfono mediante. Son las seis de la tarde. Dos horas después la actriz saldrá al escenario del Teatro Principal de Zamora con las entradas agotadas -«me encanta»- y convertida en la Celestina, la puta vieja de la novela de Fernando de Rojas, cuya primera edición salió de la imprenta burgalesa de Fadrique de Basilea. El controvertido personaje, redibujado por la compañía Ron Lalá, se diluye en Ojos de agua, el monólogo que la intérprete salmantina despliega mañana en Cultural Caja de Burgos de la avenida de Cantabria (19.30 horas, 18 euros).
Pregunta- ¿Cómo es la Celestina que encarna en Ojos de agua?
Respuesta- Es una Celestina inspirada directamente en la de Fernando de Rojas, pero absolutamente libre. El autor se ha tomado todas las libertades del mundo y habla de su pasión por el sexo, por ser casamentera, por ese oficio de ligar chicos y chicas, de la juventud de ella... Es el momento en el que reflexiona sobre todo lo que ha pasado, sobre lo que puede ser la muerte...
P.- ¿Cómo recuerda ese pasado? ¿Con pesar, con nostalgia...?
R.- ¡No! Con mucha alegría porque nuestra Celestina es muy cómica. Hasta se pone la nariz de clown para imitar a Melibea y a Calixto, interpretado por el actor que hace de Pármeno (Fran García)... Nos divertimos jugando con ella y sus pasiones, su delirio sexual, porque esta mujer tenía una libertad total, dice en la comedia ‘Hice de mi labor mi vida...’. Desde el primer momento ella pone por delante su libertad y su trabajo, que es el que la ha hecho independiente.
P.- ¿Es esta Celestina una maestra para la vida del siglo XXI? ¿Se puede leer en clave contemporánea?
R.- Hoy vivimos tal confusión con los sentimientos, con la sexualidad, con los amores, que casi me alegro de que no se pueda leer en clave contemporánea... Afortunadamente, no.
P.- ¿Qué emociones saca de dentro para interpretar su poderío?
R.- En todos los papeles tienes que recurrir a un registro de emociones, de recuerdos, a la memoria emotiva... Eso es siempre. Y para esta Celestina todo: alegría, tristeza, melancolía... Todo o gran parte del repertorio humano.
P.- ¿El teatro clásico interesa?
R.- No lo sé, en este caso sí, pero no todos los clásicos interesan, este atrae al público por como se ha escrito, es muy lírico, muy poético, muy bonito... El autor abre puertas para que la gente no tenga prejuicios, ni miedo ni resistencia a entrar en el mundo de la literatura clásica.
P.- ¿Por qué cuesta meterse en ese mundo?
R.- Porque está muy lejos de los deseos y las fascinaciones de hoy. ¿Hoy qué vemos en la televisión? Horrores. Entrar en este mundo requiere no tener ruido alrededor, exige una enorme concentración, una sensibilidad educada y desarrollada... Y todo esto es incompatible con el mundo en el que vivimos. Dirás que soy muy pesimista con respecto a él y sí, lo soy, mucho, y creo que en la literatura clásica no solo hay que entrar, sino sumergirse y bañarse en ella porque es hermosa, pero hoy es casi imposible pedirles a los jóvenes que entren en ese universo.
P.- ¿Cuáles son los miedos que asaltan a una actriz cuando se enfrenta a un monólogo en escena?
R.- Cuando yo hice Tengamos el sexo en paz, de Darío Fo, estaba muy asustada. Fui a ver el estreno, vi a Franca Rame y me enamoró. Iba con miedo, inseguridad, con todo, pero después de la función dije ‘yo me atrevo con esto’. Compré los derechos y fue la experiencia más profunda, rotunda y grande que he tenido en mi vida. Durante doce años hice ese monólogo, alegre, vital, cachondo, estupendo, fui dos veces a Argentina, hice dos giras en España, estuve en tres teatros en Madrid... ¡Fue maravilloso! Y creí entonces que había perdido el miedo al monólogo, pero no. Cuando llegó el momento de enfilar este, vi que tenía los mismos miedos de entonces: si engancharás el público, si podrá una garganta contra tantas, si lograrás captar a la gente los silencios... Estar sola en escena es duro. Tienes que tener tu técnica y olvidarte de todo para poderte emocionar, reír y hacer una simbiosis. Todo esto, aparte de mucho oficio, requiere mucho amor a este trabajo, si no, es imposible.
P.- Y Charo López lo tiene...
R.- Sí, lo amo con toda mi alma, nunca me ha sido indiferente. Ahora mismo ya estoy inquieta porque dentro de poco me voy al teatro. Siempre me preocupa salir a escena, es normal, luego cuando ya estoy allí, me separo de mí, tomo distancia y oigo al público, los silencios o no silencios -todavía suenan móviles, es terrible, terrible...-. Yo me enredo en mis cosas, me concentro mucho en mí, en mi personaje, en el texto, en el público y a los cinco minutos de estar en escena sé que puedo con ello.
P.- Además ha confesado tener un oído de tísica...
R.- ¡Lo oigo to-do! Cómo al salir le dice una señora a otra ‘ay, mira como está’, ‘pues yo veo que ha engordado un poquito’ ‘pues yo la veo bien’... ¡Ay, si se pudieran callar! Es terrible.
P.- Declara su amor por el teatro. ¿Ha habido odio?
R.- Sí he sentido en algún momento que no estaba en mi sitio, con el personaje idóneo, pero quizás solo me he dado cuenta yo. (Suena una alarma y explica que es la que le avisa de que tiene que empezar a concentrarse para la función, pero la obvia y continúa). Pero odiarlo nunca, aunque es un trabajo que te exige tanto que tiene que ser todo estupendo para que fluya, para que salgas de escena muy contenta o muy triste, pero sabiendo que has cumplido perfectamente. Es como entrar en un convento, tienes que tener fe... Y yo, desde luego, la tengo.
P.- Y es normal que a veces se quebrante esa fe...
R.- Forma parte de la condición humana, de la fragilidad de todo y el teatro es difícil.
P.- Habla el monólogo del tiempo gozado y perdido. ¿A qué gozos se entregaría si pudiera parar el reloj?
R.- No necesito pararlo, a vivir, a trabajar, a verme con mis amigos... ¡Hay mil cosas estupendas por hacer!
Antes de terminar, la actriz pide por favor el envío del periódico a casa. ¡En papel! Querencia difícil y extraña en estos tiempos. Reniega de las tecnologías. «He trabajado mucho en esta vida y entrar en ese mundo me agota», observa sincera.
Charo López habla desde Zamora, hoy estará en San Martín de Valdeiglesias y mañana llega a Burgos. «A comer morcilla, a ver la Catedral... Quiero pasarlo muy bien, me encanta esa ciudad». ¿Ha actuado alguna vez aquí? «A mí ya no me quedan sitios por actuar, he estado en todos. Me encantan las giras. He hecho muchas, muchas, y conozco Burgos, cómo no».
¿Han cambiado mucho esas giras? «En lo fundamental, no. Es viaje, hotel, dormir un poco, teatro, cenar, dormir otro poco, coche, viaje... Así todo el rato», dice y hace añicos la romántica imagen de los cómicos con los baúles de aquí para allá. «Yo oigo a mis compañeros jóvenes que hablan muchísimo del paso del tiempo. Hablan de la edad y del dinero. ¡Qué locura! Nosotros no nos preocupábamos de esas cosas. Nosotros sí hemos vivido el romanticismo y el encanto de estar en una profesión en la que el dinero no contaba para nada».
¿Charo López tiene miedo al paso del tiempo? Salta un «te lo he puesto en bandeja» y se ríe antes de contraatacar. «¿Y tú?». Ahora mismo no. «Estupendo, celebrémoslo», suelta en un tono distendido, de confidencia. Pero no baja la guardia. «De mí no te voy a contar ni media palabra, aunque al final has tenido valor para hacer la pregunta...», lanza con reconfortante familiaridad. Me la ha puesto en bandeja... «No, estabas esperando a ver cómo la metías (se ríe). Que soy perro viejo, que soy perro viejo...». Y su descarada risa expresa tanto como dicen que lo hacen sus ojos. Ojos de agua.