El Correo de Burgos

Patrimonio

En un lugar de la Catedral...

El Archivo custodia una colección de más de 350 ejemplares de ‘Don Quijote de la Mancha’

Matías Vicario sujeta el ejemplar más antiguo, impreso por Antonio de Sancha en el año 1777.-Santi Otero

Matías Vicario sujeta el ejemplar más antiguo, impreso por Antonio de Sancha en el año 1777.-Santi Otero

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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In uno lugare manchego, pro cujus nómine non volo calentare cascos, vivebat facit paucum tempus quidam fidalgus de his qui habent lanzam in astillerum, adargam antiquam, rocinum flacum et perrum galgum... El latín macarrónico, ese muy poco académico utilizado con fines humorísticos, es una de las cuarenta lenguas en las que están escritos los más de 350 ejemplares de Don Quijote de la Mancha que custodia el Archivo de la Catedral de Burgos. Castellano, por supuesto y por aplastante mayoría, euskera, catalán, gallego, chino, árabe, polaco, japonés, finlandés, portugués... son algunos de los otros idiomas en los que se puede leer la obra cumbre de Miguel de Cervantes, hombre de actualidad permanente este año en que se recuerda el cuarto centenario de su muerte.La colección llegó al templo Patrimonio de la Humanidad a mediados de los ochenta. Una de sus fieles, Carmen Santiago, no quería que cuando ella faltara los 222 ejemplares que su marido, Fernando Bedia, había reunido a lo largo de su vida se perdieran o disgregaran. Un canónigo le ofreció la biblioteca catedralicia. Y la señora dijo amén.Desde entonces, los fondos han aumentado de forma paulatina hasta los más de 350 de la actualidad. El propio canónigo archivero, Matías Vicario, ha brujuleado en las ferias de libro antiguo y mercadillos de ocasión en busca de ediciones económicas. No ha sido el único.Algunas personas como una trabajadora del Archivo o un buen amigo de él, Gonzalo Navarro, han hecho suya la misión de engordar este ya de por sí nutrido repertorio y en sus viajes al extranjero se entregan a desfacer la ausencia de piezas en una u otra lengua. Así han llegado las últimas incorporaciones como una primera muestra en árabe adquirida en Samarkanda y otra made in México.Todas tienen una historia detrás. Algunas más personales como la de Matilde y Javier, que viendo la ausencia de un ejemplar en euskera enviaron un Don Kijote Mantxa’ko desde Donosti en 2002. O la de Camino Navarro. A sus 19 años no halló mejor uso para su primer sueldo que invitar a su familia a una tarde de cine y una cena y comprar algo de provecho como un Quijote para la Catedral. Aunque espero que quede para la historia es evidente que ‘tempus fugit’, dice en la dedicatoria fechada el 12 de mayo de 1999.La colección se ha ampliado igualmente por la buena respuesta de las editoriales, que han enviado algunos libros solicitados, o de otros organismos como Presidencia de Gobierno, que en el año 2005 realizó una edición conmemorativa por el cuarto centenario de la publicación de la primera parte y, previa solicitud, remitió una al templo firmada por José Luis Rodríguez Zapatero.Precisamente esta efeméride propició que ese año parte de este conjunto abandonara sus estanterías habituales para ocupar otras en el claustro bajo en una exposición dedicada a esta obra. De momento, no hay ninguna otra a la vista. Tampoco es necesario para conocerla. Cualquiera lo puede hacer.Abrir la puerta y cabalgar junto al caballero de la Triste Figura y su fiel escudero Sancho en una apasionante aventura de volumen en volumen.Desde el más antiguo, salido de la imprenta madrileña de Antonio de Sancha en 1777, al más pequeño, una de las entregas de una serie lanzada en el año 1945 capítulo a capítulo.Desde publicaciones ilustradas por grandes firmas como la del burgalés Vela Zanetti o la del francés Gustavo Doré a ediciones populares como la realizada por el impresor burgalés Saturnino Calleja en los primeros años del XX.Desde ricas encuadernaciones a ediciones rústicas, algunas infantiles, hijas del siglo XX.Desde una copia del llamado Quijote apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda a la citada traducción en latín macarrónico de Ignatium Calvum, curam misae et ollae (cura de misa y olla), de 1922.Matías Vicario confiesa que su empeño no es contar con las más de mil ediciones que de la novela entre las novelas se han publicado en todo el planeta. «Hace falta mucho dinero y mucho tiempo», advierte, pero sí desea que la ilusión por hacerla más grande se mantenga.

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