El Correo de Burgos

Literatura

Libros en compañía y lejos del mar

Obligarse a leer, enriquecer la lectura con los puntos de vista de otras personas o conocer gente nueva son las razones que mueven a los asistentes al club de verano que se reúne todas las semanas en la Gonzalo de Berceo

Fernando, Montse -coordinadora-, Alfonso, Carolina, Marisa y Sara, de i. a d., ayer durante la sesión semanal en la Gonzalo de Berceo.-Israel L. Murillo

Fernando, Montse -coordinadora-, Alfonso, Carolina, Marisa y Sara, de i. a d., ayer durante la sesión semanal en la Gonzalo de Berceo.-Israel L. Murillo

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Pasan las diez y media de la mañana y la Biblioteca Gonzalo de Berceo se despereza. Trajín de verano. Unos leen la prensa, otros miran las estanterías de libros y los hay que se detienen frente al tablón de anuncios. Todo es silencio. Nada que ver con lo que sucede en una de sus salas acristaladas. Con la penumbra que pide una mañana calurosa de agosto, siete personas de distinto sexo, edad y condición hablan de pinturas, de Eugenio D’Ors, Jordana o Julio Álvarez del Vayo, discuten si el protagonista es un espía republicano o va con el bando nacional... Sobre la mesa reposan varios ejemplares del mismo libro, Los colores de la guerra, de Juan Carlos Arce. También algunas coloridas libretas. Todas, curiosamente, cerradas. Los clubes de lectura no son un producto de temporada.Sara, Marisa, Laura, Carolina, Alfonso, María Ángeles y Fernando respondieron a la llamada hecha en junio por la Biblioteca Municipal -en principio se ofertaba para la Cervantes, María Teresa León y Gonzalo de Berceo-. Quería continuar con esta actividad que con tanto éxito desarrolla durante el curso. Sus responsables sabían que la respuesta no sería la misma, pero están satisfechos con el único grupo que se reúne en el centro del G-9.Los motivos que mueven a participar son los mismos que animan a hacerlo en invierno. Muchos coinciden en que permite acercarse a libros que de otra manera sería imposible y, sobre todo, de enriquecer esa lectura, más sabrosa, sin duda, en compañía que en soledad.«Yo, que soy un poco torpe, veo muchos más matices. Las opiniones de los demás te hacen replantearte determinadas cosas», afirma Fernando, mientras Carolina, que lleva inscrita todo el año, agrega que es una manera de comentar los libros leídos «porque no conozco a tanta gente que le guste leer» y reconoce que recuerda mucho más los títulos de los clubes que los que disfruta por su cuenta.«Tienes que leer de otra manera para poder compartir tu opinión. No vale solo con un me ha gustado o no, que sí sirve con el resto de libros», apostilla María Ángeles, otra veterana de esta actividad.

Menos tiempo, empezó la última temporada y ahora ha seguido, lleva Marisa en estas lides y a ella también le empuja ese dulce sabor que dejan las lecturas compartidas.«Es lo mismo que cuando vas al cine acompañado para comentar luego la película», ilustra Alfonso, que añade un motivo más a la lista como es la socialización, la posibilidad de conocer a gente nueva. Y eso que aún no ha surgido eso tan típico de alargar la reunión de una manera informal con un café delante, aunque al término de la cita de ayer ya proponían una salida al ciclo Golem Verano.Sara, sin embargo, pertenece a aquellos que ven en esta oferta una forma de leer sí o sí: «Puedo tener cinco libros en la mesilla que no me acabo nunca y aquí te obligas, además de esos puntos de vista diferentes que te dan los demás, que, a veces, te animan a seguir con él».

Todos coinciden al destacar cuánto enriquece la lectura compartida frente a la individual. Montse Cuesta, coordinadora de este club de verano, aplaude la heterogeneidad del grupo, que propicia cuestiones más jugosas.El abanico de edad presente es amplio. Desde los 18 años de Laura, que se estrenaba ayer, pero venía con los deberes más que hechos, puesto que se había leído la novela entera, a María Ángeles, que, celosa de su edad, dice a modo de pista que ya está jubilada, y que está siendo un valioso testimonio en la discusión del libro que tienen entre manos pues aparece la sociedad burgalesa de los años de la Guerra Civil y la posguerra.Que la lectura los absorbe es constatable cuando al menor resquicio regresan a la trama del volumen de Juan Carlos Arce. Cada semana devoran alrededor de cien páginas. Ya están más cerca del final y en su cabeza bullen elucubraciones, interpretaciones y posibles desenlaces.Montse admite que sí ha tenido en cuenta que es verano a la hora de elegir las lecturas. «Buscamos que sean amenas, siempre interesantes, que den juego y planteen varios temas... Aunque al final apostar por uno y no por otro siempre es un riesgo», deja caer.Unas veces se acierta y otras no. Suele ocurrir lo primero. Y, es más, los que tienen experiencia en estos menesteres advierten la importancia de los clubes para descubrir a nuevos autores que después ocupan sus top ten personales. Carolina pone sobre la mesa a Pierre Lemaitre y su novela Nos vemos allá arriba. «Me pareció el mejor que había leído en mucho tiempo», sentencia aún maravillada. Fernando asiente y pide ayuda para recordar a Ramiro Pinilla, uno de sus hallazgos. María Ángeles anota Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa.Mil y un títulos escondidos cual tesoro prestos a ser descubiertos y gozados en cualquier momento. En soledad o en compañía.

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