El Correo de Burgos

Patrimonio

Último capítulo del culebrón ‘Tizona’

La sentencia del Supremo que atribuye la propiedad exclusiva de la espada al marqués de Falces zanja una polémica desatada en 2007 tras su venta a un grupo de empresarios burgaleses y a la Junta

Juan Carlos Aparicio, entonces alcalde de la ciudad, muestra orgulloso la Tizona recién comprada en mayo de 2007 ante la mirada de Elorza (i.) y Jaime Mateu (d.).-Santi Otero

Juan Carlos Aparicio, entonces alcalde de la ciudad, muestra orgulloso la Tizona recién comprada en mayo de 2007 ante la mirada de Elorza (i.) y Jaime Mateu (d.).-Santi Otero

Burgos

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Ni moros, ni reyes, ni soldados ni hombres desterrados. La última batalla librada por la Tizona, la famosa espada con la que el Cid Campeador escribió su historia y, sobre todo, su leyenda, ha contado en sus filas con marqueses, herederas plebeyas, jueces y funcionarios. Jugosos elementos para un culebrón que emitió su último capítulo el miércoles con la sentencia del Tribunal Supremo que concedía la propiedad exclusiva del arma a José Ramón Suárez-Otero Velluti, marqués de Falces, y, por lo tanto, los 1,6 millones que pagaron por ella un grupo de empresarios burgaleses y la Junta de Castilla y León en la primavera de 2007.Con elegantes guantes blancos y con luz y taquígrafos comenzaba esta película el jueves 24 de mayo de 2007. El entonces alcalde de la ciudad, Juan Carlos Aparicio, el delegado de la Junta, Jaime Mateu, y el director del Museo de Burgos, Juan Carlos Elorza, empuñaron emocionados la espada con la que Rodrigo Díaz de Vivar ganó batallas, cantan, incluso después de muerto.Al Museo de Burgos, actual depositario de la pieza, aunque en aquellos primeros momentos se habló también de la Catedral, llegó tras la decisión de su propietario de vendérselo a un grupo de empresarios burgaleses -de los que nunca trascendió el nombre- y a la Junta de Castilla y León. Antes se lo había ofrecido al Ministerio de Cultura, que se negó a pagar el precio que el dueño pedía por ella y reducía su valor hasta los 300.000 euros.El caso es que la Tizona salió del Museo del Ejército, donde llegó depositada por el abuelo del actual marqués de Falces en 1944, hasta tierras burgaleses. Un año y medio después de su presentación a los medios con bombo y platillo se exponía por fin al público en el Museo de Burgos.Un par de años duraría la paz. Las herederas del matrimonio formado por Salustiano Fernández Suárez, pescador de Luarca (Asturias), y su esposa, Jacinta Méndez, a quienes el entonces marqués de Falces, Pedro Velluti, dejó su herencia tras su muerte en 1986 por los cuidados que le dispensaron en la recta final de su vida, interpusieron una demanda para solicitar la mitad de lo pagado por la Tizona. Consideraban que era parte del legado familiar heredado y, por lo tanto, se veían propietarias de la mitad de esa pieza legada a Suárez-Otero por parte de su madre, enemistada con su hermano.

El Juzgado de Instrucción número 72 de Madrid primero y la Audiencia Provincial de Madrid después dieron la razón a las hijas de la pareja asturiana. José Ramón Suárez-Otero Velluti no estaba dispuesto a dar 750.000 euros, la mitad de su botín, y plantó batalla de nuevo. Se dirigió al Tribunal Supremo. Y en ese escenario ha encontrado su victoria.Leyenda vs Historia 

Cuenta la leyenda que Rodrigo Díaz de Vivar (1044-1099) ganó sus batallas blandiendo en sus manos la Tizona, también la Colada. Tras su muerte, la primera pasó a su nieto, el rey García Ramírez V de Navarra, que se la legó a sus sucesores hasta llegar a los Reyes Católicos.Es en el siglo XV cuando, para ensalzarla, se realizan las inscripciones que luce en las dos caras de su hoja: Io soi Tisona. Fue hecha en la era de mile quarenta (Yo soy Tizona. Fui hecha en el año 1040) y Ave Maria gratia plena dominus tecum (Ave María llena eres de gracia, el señor es contigo).

La reina Isabel la Católica se la regaló a Alonso Carrillo de Peralta, fundador de la rama de los marqueses de Falces. Esta casa la custodiará hasta la Guerra Civil. Unos años tumultuosos que abocarán su depósito en el Museo del Ejército. Lugar del que salió tras la decisión del actual marqués de Falces de venderla.La negativa de la Administración Central a pagar el precio solicitado desató otro enfrentamiento. El Ministerio de Cultura y la Junta de Castilla y León se enzarzaron sobre la autenticidad de la espada. Las acusaciones eran sablazos en la cara del contrario. Finalmente, se aceptó que la Tizona, a pesar y por encima de las conclusiones de los análisis químicos, no deja de ser una leyenda literaria y como tal se considera auténtica.«Tiene su valor emocional aunque técnicamente no tiene demasiada importancia. Es una figura evocadora, con un gran poder de atracción simbólica. Ha sido un objeto que técnicamente siempre ha sufrido polémicas para su catalogación y su validación como auténtica espada, primero, del siglo XI y, luego, perteneciente al Cid. Su máximo valor es el de tener una personalidad propia dentro del Cantar de Mío Cid», advirtió en su momento el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Burgos Javier Peña, experto en la figura cidiana y autor del libro El Cid. Historia, leyenda y mito.Sea como fuere, la historia de la Tizona ha acabado resultando más una crónica rosa que guerrera, aunque haya dado mucha guerra.

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