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Naturaleza de cuento

Ignacio Galaz reúne cinco relatos con el mundo animal como protagonista en ‘El urogallo loco’, ilustrado por Verónica Alcácer. La presentación será el miércoles en Masala Natural

Verónica Alcácer, que sujeta un ejemplar del libro en sus manos, e Ignacio Galaz esperan que el volumen ayude a conocer más a los animales.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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La naturaleza es pasión confesa de Ignacio Galaz. También la literatura. Una y otra se funden en El urogallo loco, el nuevo libro del escritor burgalés que reúne cinco relatos ilustrados por Verónica Alcácer y protagonizados por el mundo animal. Jilgueros, herrerillos, codornices, mariposas, petirrojos, mirlos, cuervos, zorros, lagartos, orugas, tórtolas, libélulas... se pasean por estas páginas y construyen cinco historias: Los tres jilgueros, La araña tigre, La guerra de las mariposas, El viejo lagarto y el que da nombre al volumen y lo abre.Una anécdota real que le contaron al escritor unos amigos biólogos de Asturias fue el cabo del hilo del que empezó a tirar hasta alumbrar el libro que se presenta este miércoles en Masala Natural (19 horas). Aquella historia hablaba de un urogallo, emblema de la fauna salvaje de la Cordillera Cantábrica junto al salmón, el oso o el rebeco, que perdió su instinto natural, bajó de los montes y se puso a pasear por algunos pueblos, entre ellos, Tarna.«Los vecinos lo veían pasar por allí como un perrito o una gallina, le echaban maíz, y le apodaron Mansín porque era muy manso», recuerda el autor que se quedó con el suceso en la cabeza hasta que alumbró El urogallo loco, con un impactante final. Después vinieron los demás, que se cuelan en la vida de mariposas, abuelos y nietos que comparten aficiones, cabreros, salamandras, jilgueros...Ignacio Galaz descarta tener pretensiones más allá de que los lectores -recomendado a partir de 9 años- pasen un rato agradable. No existe en su ánimo intención de adoctrinar, reivindicar ni lanzar mensajes ecologistas. «Simplemente tratan de reflejar mi amor por la naturaleza», resume el escritor que, por lo menos, ya ha conseguido trasladar ese sentimiento a Verónica Alcácer. La artista reconoce que desde que leyó los cuentos pasea por la ciudad con otros ojos. Ya no le pasan desapercibidos los colores del herrerillo ni los juegos de los carboneros.Para ella animar estos relatos fue un placer. Se deleitó con su lectura y según se adentraba en las historias dibujaba en su mente a los personajes. Pastores, niños, botánicos, diosas... Entonces decidió que ellos no aparecerían en sus ilustraciones para dejar volar la imaginación de los lectores. Al mismo tiempo se percató de la cantidad de especies de animales que se describían. Y ahí ha cargado sus tintas. Hasta cincuenta dibujos -hay un índice final con el quién es quién- salpican los textos.«Los que vivimos en la ciudad estamos cada vez más lejos de la naturaleza y hay que empezar a observarla, cuidarla y conocerla porque en nuestro entorno más inmediato ya tenemos mucha variedad», expone la pintora que en este trabajo se aleja de su trazo y su técnica habituales. Todos están realizados a lápiz y coloreados con ordenador.«He buscado atrapar las características de cada animal para que sea reconocible», advierte Alcácer, que ya había colaborado con Ignacio Galaz en un volumen anterior, Relatos de mi ciudad, editado en 2011 por el Ayuntamiento.Tampoco es la primera vez que el autor burgalés elige a los animales como protagonistas de su obra. Publicó Cuentos del bosque, un conjunto de siete relatos ilustrados por José Luis Benito y editado por el Aula de Medio Ambiente de Caja de Burgos en 2009, y cuenta con dos diarios de pesca, otra pasión confesa. Reitera que la naturaleza es inspiración para él. No podía ser de otra manera. «Forma parte de mi vida. Para mí es terapéutica», advierte el escritor que tan cómodo se encuentra entre salamandras, oropéndolas, arañas tigres o viejos tejones que hasta escucha lo que se cuentan.