Artes escénicas
La Parrala, casi una celebridad
El presidente, Roberto Alonso, se felicita por la afluencia de público a todas las actividades programadas, destaca el buen momento creativo y la mejora de las instalaciones, a pesar de algunos flecos pendientes, y reclama más apoyo institucional
Después de casi veinte años como una vecina más de la ciudad, La Parrala deja la oscuridad para empezar a convertirse en una celebridad. La importante afluencia de público a las distintas actividades programadas en las Jornadas de Puertas Abiertas, que nacieron hace dieciséis años para que los burgaleses conocieran qué se cocía en el antiguo colegio de Parralillos, evidencian que el Centro de Creación Escénica ha dejado de ser un desconocido.Su actual presidente, Roberto Alonso, lo confirma, se felicita por ello, pero, sobre todo, por la presencia de espectadores de entre 20 y 30 años, algo, dice, poco habitual en las artes escénicas. «Ni el Clunia, ni el Principal ni otros centros que programan teatro en la ciudad tienen tanta gente de esta edad», observa y añade que de este éxito en las propuestas realizadas por socios de La Parrala se colige que va viento en popa la parte creativa y artística de este centro donde trabajan 31 compañías tanto profesionales como aficionadas.Para muestra, dos botones. El taller orquestado por la Compañía de Títeres Errantes en el que padres y niños compartieron la elaboración de una marioneta de papel ayer por la mañana y el vermú musical animado por Black Birds del que disfrutaron un buen puñado de personas con su refresco, cerveza o marianito en la mano.De esta guisa se encontraba Andrés García, fundador, director y actor de Ronco Teatro, una de las compañías que entró en el año 2000 al Colegio de Parralillos con una escoba en la mano. Destaca que en los últimos tiempos estas jornadas, que han alternado los años gloriosos con los infernales, han resurgido y conseguido con creces su objetivo «de que la gente conozca La Parrala y lo que hacemos aquí». «Aunque no se explica de manera concreta sí asisten a los espectáculos, que o bien son el resultado final de todo el proceso que se realiza aquí o son adelantos de trabajos en construcción», amplía.Pero no todo es coser y cantar. El reencuentro cada otoño con el público también es un buen momento para la reivindicación. La Parrala tiene retos por delante. No podía ser de otra manera. ¿Cuáles son? «Necesitamos más apoyo institucional, que no debe ser solo subvenciones, sino también programaciones estables con cachés de mercado, no cobrar menos por ser de Burgos como está pasando; más libertad para programar en la misma Parrala y más implicación porque, aunque el edificio se ha adecentado en estos últimos años, aún quedan cosas pendientes como arreglar el exterior o hacerlo completamente accesible para personas con movilidad reducida», responde el presidente, que, preguntado por el viejo sueño de convertir el gimnasio en una sala de teatro alternativa, indica que el proyecto continúa en el imaginario, pero requiere una inversión poderosa -acondicionamiento, personal...- que ahora es inviable. «De momento, estas puertas abiertas ya están fomentando que haya una programación», advierte.Y es que si Mahoma no va a la montaña... Los teatreros se saben bien el dicho y, junto a estas ya clásicas jornadas, hace cuatro años pusieron en marcha un festival de teatro local que, en medio de la crisis, daba bolos a las compañías y permitía que el público burgalés conociera sus trabajos. La nueva edición propone cinco montajes este mes en el Teatro Clunia. Comenzará Teatro Atópico con Desgraciados (sábado 11) y seguirá La Sonrisa, que celebrará sus 30 años de trayectoria con Entre pitos y flautas (domingo 12); La Buhardilla, con sus Improcuentos 2 (El cuento infinito) el sábado 18; El Afilador, con el estreno de Si es broma, no tiene gracia (domingo 19); y Marta Luna, de Tiritirantes, con Sabina en la luna (domingo 26).