Artes escénicas
La veterana de la nariz roja
La compañía burgalesa La Sonrisa celebra 30 años de trayectoria con la representación de ‘Entre pitos y flautas’ el domingo en el Clunia dentro del IV Festival La Parrala en una tarde para la celebración y la nostalgia con viejos y nuevos amigos
La chispa de atolondramiento, la voraz ansía por divertirse, la inquietud por avanzar y la lucha por no caer de la cuerda de los sueños se mantienen intactos en Javier Rey (Burgos, 1962), Chistu en el mundo del teatro. Su pelo se ha encanecido, se atisba en su rostro un rictus serio de empresario teatral y la paternidad le ha enternecido como nunca hubiera imaginado. Poco más ha cambiado el cofundador de La Sonrisa en los treinta años de trayectoria que cumple la que, si nadie dice lo contrario, fue la primera compañía profesional que apareció en la capital burgalesa.Un aniversario que torna en fiesta este domingo con la representación de Entre pitos y flautas en el Teatro Clunia (18 horas, 8 euros) dentro del IV Festival de Teatro Local de La Parrala, donde se proyectará un vídeo con un repaso a sus catorce producciones y a sus primeros pasos.Un inicio loco. Muy loco. Chistu se ríe al recordar la primera aparición frente al público de La Sonrisa. Sentado en el local que tiene en La Parrala, fumando el cigarro que ahora, con una bebé en casa, tiene prohibido, viaja hasta aquellos años ochenta. Burgos era un erial en artes escénicas. Su presencia se reducía a José María González Marrón y su escuela de mimo El Colacho y los grupos aficionados Ágora Teatro Independiente y Tabladillo. Pero había muchos punkis y muchas ganas de dar guerra. En este ambiente se modeló la inquietud teatrera de quienes esa misma década crearían Babaluna y más tarde La Sonrisa. Corría el año 1985 y allí estaban José Alonso Pepillo, Ricardo Serrano Richi, que lo dejó pronto por el ajedrez, y Javier Rey. Al poco tiempo se unió Jesús Sanz.No se puede hablar de teatro en su primera aparición ante el público. Chistu se tapa los ojos incrédulo al recordar la que montaron en un bar de Las Bernardas. Ahora, cree, se llamaría performance. Presentaban el fanzine Factor (¿o era Faztor?). «Yo hacía de exhibicionista con un pene enorme que eran las páginas de la revista mientras Pepillo las desenrollaba haciéndome una felación y el Richi aparecía con un crucifijo. La gente flipó. Hacíamos crítica de todo. Lo hacemos hoy y nos meten en la cárcel», rememora e interpreta el actor aún asombrado sin poder disimular una pincelada de nostalgia de aquellos maravillosos y locos años.Picassos y El desván de la sonrisa fueron sus primeros espectáculos. «Había muy pocos espacios, eran teatros infames, ahora tenemos unas infraestructuras del copón, pero falta dinero para programar», se salta la línea cronológica y vuelve para contar que antaño acudían donde los llamaban. Actuaban en la escalinata de una iglesia, sobre los remolques colocados en la plaza de un pueblo para la verbena o a ras de suelo. «Aquí en Burgos trabajábamos en el Gran Teatro y para de contar», señala y aún suda al recordar una de sus primeras funciones en una vieja escuela de Olmillos de Sasamón. «Yo tengo un perrito que no sabe ladrar, ahora que estamos juntos, le vamos a enseñar, guau, guau...», canta con una memoria prodigiosa y aún viendo a Jesús Sanz tocando la guitarra.¿Echa de menos aquellos bolos? «No». La respuesta es tajante. ¿No tenían encanto? «Tiene mucho encanto ahora. Cuando miras atrás y te das cuenta de que fuimos los pioneros, que fuimos quienes decidimos vivir del teatro y arriesgamos. Es a lo que me he dedicado toda mi vida», advierte.Llegarían Son de risa -para entonces Pepillo ya había abandonado el grupo-, Mil y una risa, para el que Sanz y Rey reclutaron a sus parejas, Toñi Guardiola y Chus Gutiérrez, y Cóctel de risa, en el que del equipo fundador ya solo quedaba Rey. Jesús Sanz dejó la compañía cuando vio que era imposible compaginar las funciones con su trabajo en la Escuela Municipal de Teatro, un centro que fue fundamental para el despegue de La Sonrisa. María Jesús Hernando y Rubén Sainz se sumaron a Gutiérrez y Rey en La risa de Atapuerca (2000).Para entonces, el mundo del teatro ya estaba muy profesionalizado y estructurado. Las administraciones tenían sus circuitos escénicos, se convocaban ayudas para la producción, para las giras, se hacían campañas escolares... y La Sonrisa -empresa desde 1990- empezaba a tener un nombre y un peso en las artes escénicas de la Comunidad.Su afán por mejorar los llevó a empezar a contratar a destacados directores para sacar adelante sus proyectos. «Buscábamos uno nuevo para cada espectáculo, que nos diera una visión distinta, que nos enseñara cosas...», observa Rey y nombra a Jordi Bonilauri (¡Ya basta!), Merche Ochoa (Con la música a otra parte), Arturello Di Pópol (Desaguisados), Hernán Gené (PayaS.O.S.)... Este afán por mirar siempre adelante los llevó igualmente a meterse en el mundo del musical con el premiado Smile y en el del teatro para bebés con Pompón.«Fuimos unos pioneros», insiste Chistu y presume de que todos los que han pasado por La Sonrisa siguen en el escenario y han montado sus propios proyectos como Chus Gutiérrez y María Jesús Hernando -Las Pituister-, Pedro Izquierdo, Javier Ariza, Fernando Ballesteros...¿Qué echa de menos? «Igual es fuerte decirlo, pero echo de menos la libertad que había para poder y decir cosas. Ahora todo tiene que ser políticamente correcto y debes mirar todo con mucho cuidado para no herir ninguna sensibilidad. Aquellos años ochenta fueron los de la Transición, la llegada de la democracia, fue una explosión... ¡fue el renacimiento!», responde vehemente Rey. «En aquella década se produjo un boom creativo y artístico que ahora no existe. No había móviles ni ordenadores. Era todo muy casero. Nos hacíamos la escenografía nosotros y de ahí luego salieron empresas. También debemos todas nuestras músicas a Israel Delgado», se explaya y reconoce que la estupenda salud que alcanzaron las artes escénicas duró «hasta que llegó la crisis».«Fue un palo. Pero como el teatro siempre ha estado en crisis lo hemos afrontado bien. Teníamos el culo ya pelado. Nosotros siempre hemos sido unos supervivientes», anota sabedor de que con todo ha hecho mucha pupa y ha sido la tumba para muchas compañías. «Nosotros hemos aguantado porque somos unos veteranos», sostiene y llama la atención sobre su presencia en el entramado escénico con su pertenencia a Artes Asociadas de Castilla y León (Artesa), a la Asociación Te Veo de Teatro para Niños y Jóvenes y, por supuesto, a Payasos Sin Fronteras.La nostalgia, los recuerdos, las canciones, las anécdotas... y, sobre todo, las narices rojas correrán en el patio de butacas en la fiesta preparada para esta veterana que entra en la treintena. ¡Quién se lo iba a decir a ella en aquellos años ochenta!