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Día del Libro

Un palacio concurrido (y encantado)

La asistencia de público sorprende en La Isla, que, desde mayo, abrirá su jardín los sábados

Visita guiada en el Palacio de la Isla.-Raúl Ochoa

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Gonzalo tiene cinco años y una curiosidad genética por la historia, el arte, la literatura... de aúpa. Acaba de terminar la visita guiada al Palacio de la Isla y duda poco al señalar que le ha gustado el cuadro de El Quijote de Modesto Ciruelos, el ascensor, «que es el más antiguo de Castilla y León», y las escaleras, «porque son largas y muy antiguas». Lo dice vivaz y pizpireto, ajeno al ramalazo de nostalgia de su padre, Alberto. Recuerda que entre esas paredes se hizo su primer DNI y afirma que de todas las estancias le ha impresionado la capilla de Paco (sic). «El suelo es chulísimo y también las vidrieras», anota sobre la estancia en la que oraba Franco.El interés del público por las visitas comentadas a la antigua casa de los Muguiro sorprendió a los responsables del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (Ilcyl). «Nos ha sobrepasado», aseguraban sin encontrar explicación a tal éxito y al tiempo que, encantados, daban palmas con las manos.Y es que, por lo menos durante la mañana, La Isla se convirtió en un concurrido palacio. Cual cuento de Hamelín, la música que salía de unos altavoces dirigidos a la calle atraía a los visitantes. El paseo hacia la entrada del edificio estaba enmarcado por ocho maletas que exhibían las publicaciones editadas por el Ilcyl. Desde las de más relumbrón como el Becerro de Valpuesta y el de Cardeña o los estudios sobre las Pizarras visigóticas, todas esenciales en el origen del español, hasta las más de andar por casa (y no por ello menos importantes) como son las revistas Parábola o Claraboya o el libro de memorias de Victoriano Crémer Los cuadernos de pelea.Este último publicado en la colección Beltenebros Mirror, la misma del recuperado texto Debate entre un cristiano y un judío (un texto del siglo XIII), que a Miguel le interesaba especialmente y andaba indignado porque le habían dicho que no tenían ningún ejemplar para echarle un ojo (al parecer, sí existe uno de consulta en la biblioteca).Algunos pasaban por alto los libros y hacían fotos al noble inmueble, se dirigían con los niños a la parte trasera, donde La Niña Vero impartía un taller, también muy concurrido, o se dejaban acariciar por los rayos de sol en los jardines. Un espacio que a partir de mayo abrirá todos los sábados durante el verano.