50 aniversario de Danzas Burgalesas Justo del Río
Sueño de una noche de jota
130 bailarines y músicos dibujan la trayectoria del grupo a través de una escogida selección de obras recuperadas por el maestro en un espectáculo desplegado en el escenario del Fórum
Rosa Silvia Santamaría tiene 50 años y empezó a dar sus primeros pasos de baile a las órdenes de Justo del Río cuando contaba solo tres. Por eso se emociona minutos antes de que empiece el espectáculo Mañana voy a Burgos, con el que el grupo que fundó el maestro celebró anoche su 50 aniversario en el escenario del Fórum.Hace once años que colgó las botas. Dejó el cuerpo de baile, que no la asociación, justo cuando nació su hija, Estela, que también entró a los tres años. «Yo empecé porque acompañaba a mi tía y ella porque venía conmigo», decía ayer ilusionada por poder participar en este 50 cumpleaños. «Es muy emocionante pensar que el grupo se ha mantenido este tiempo y que ha sabido renovarse, tanto en vestuario como en coreografías. Está en continua evolución», señalaba esta integrante de las llamadas viejas glorias antes de ponerse el refajo de nuevo y meterse debajo de la Gigantilla en el tradicional baile de los Gigantillos.
Llegaría este momento después de más de dos horas de propuesta escénica en la que se trazaría un recorrido por la trayectoria del conjunto a partir de una selección de coreografías que forman parte de su historia.Desde la Jota de Royuela a la mariposa de Castrillo de la Reina; desde la Jota Peñarandina a la Rueda de Valdezate; desde el Salid mocitas de Ahedo de las Pueblas a las danzas de gallos de Mecerreyes; desde la Habanera de la vendimia a las rogativas a la Virgen de Fresdelval; desde la Danza a la Virgen de Fuentelcésped a la de las Espadas; desde la Jota de bodas de Tórtoles de Esgueva a los Agudos del Valle de Mena...Esa sección de llanos y agudos era la preferida de Natalia de la Fuente, que hacía una pausa para fumar un pitillo una hora antes de enfrentarse al público. Tiene 24 años, entró en Justo del Río a los 12, aunque bailaba desde los tres, y, aunque estudia Biología en Salamanca, intenta perderse los menos ensayos y actuaciones, y los veranos da el callo sin descanso. Para ella llegar a una cifra tan redonda es importante, pero aclara que el esfuerzo es el mismo con independencia de aniversarios. «Que un grupo lleve 50 años manteniendo la tradición y que tenga a tanta gente joven implicada es para sentirse muy orgullosa de formar parte de él», sacaba pecho.Y no era la única. Henchido de satisfacción, caminaba entre cajas el presidente, Martín Casaval. Su caso es insólito. Hasta que cumplió los 45 nunca había bailado. Ni se le había ocurrido. Fue el capricho de su hijo el que los llevó a tocar a las puertas de Justo del Río. De aquello han pasado ya veinte años. Él forma parte de la masa de padres y madres, surgida durante los cafés que se tomaban mientras esperaban que sus hijos salieran de las clases. Ya rondan los 60. Él entre ellos.Su papel sería pequeño en el montaje, en el que, llamaba la atención, colaboraría la Asociación Cultural de Mecerreyes. Encarnaría al padre de la novia en la Jota de bodas, incluida en A la gala de la buena moza, una de las diez secciones del espectáculo, que su directora, Regina Peñacoba, ensayó hasta un minuto antes de que el público empezara a entrar en un auditorio en el que el folclore sería protagonista absoluto por primera vez. Y lo haría de la mano de uno de sus gurús.