Santa Casilda
Eternidad para la princesa toledana y santa burgalesa
El mes de mayo de cada año rebosa celebraciones en torno a santa Casilda, la patrona de Briviesca, cuyo santuario situado en el corazón de La Bureba es historia viva del arte burgalés
Burgos es tierra de santos. Y no hablamos en esta ocasión de la proverbial paciencia que da fama a la estoica y recia identidad castellana, no. Dentro de los límites de la provincia descansan los restos de varias personalidades canonizadas por la Iglesia Católica cuya devoción viaja más allá de las fronteras burgalesas e incluso españolas. Aquí reposan, entre otros, san Lesmes, san Íñigo, san Juan de Ortega, san Amaro, san Vitores o santo Domingo de Silos. La única mujer en este selecto grupo de virtuosos elevados a los altares es santa Casilda, princesa mora toledana que falleció en olor de santidad en unos riscos cerca de Briviesca.
Contemporánea de ilustres nombres de la historia como el Cid o el citado san Lesmes, la vida de esta doncella siempre ha estado contaminada por nebulosas hagiografías creadas entorno a su figura desde la Baja Edad Media, en las que memoria y leyenda se enredan como los cabellos de Casilda entre los vientos manchegos de su infancia.
De tez blanca y larga melena rubia, Casilda nació a mediados del siglo XI en Toledo, taifa gobernada por su padre, el poderoso rey Al- Mamún. Su madre falleció poco después de dar a luz a Casilda debido a una incomprensible enfermedad para la época y que heredaría la princesa: unos flujos de sangre que algunos estudiosos han identificado como un cáncer de útero.
Formada en la corte de su padre, recibió una exquisita educación de la mano de grandes sabios y maestros. Se dice que Casilda fue una joven despierta y muy inteligente. Y un alma inquieta en lo que respecta a la vida religiosa.
Al-Mamún tenía encerrado a un numeroso grupo de cristianos en las mazmorras de su palacio. Tras llegar a sus oídos rezos y narraciones que removieron su joven espíritu, Casilda comenzó a visitarlos a escondidas para conocer esa fe que profesaban. Las penosas condiciones en que malvivían turbaron a la princesa, así que decidió llevar a cada cita algunos alimentos a los reos cristianos para paliar su hambruna, aún a riesgo de ser descubierta por la guardia del rey. Y poco tardaron en llegarle noticias al soberano sobre las correrías de su hija por los calabozos. Le tendió un trampa e interceptó a Casilda en pleno trayecto hacia las sombrías celdas de los cristianos. La princesa ocultaba en su falda una gran cantidad de panes que llevaba a los cautivos. Su padre la reprendió pidiéndole que le enseñara qué escondía entre las ricas telas de su saya. Casilda obedeció y al abrir su ropaje emergieron bellas flores. Este es el primer y más famoso milagro que se atribuye a la santa toledana y que el arte ha reproducido en multitud de obras.
Poco después Casilda enfermó de gravedad. Varios episodios de sangrados vaginales debilitaron su salud hasta temer por su vida. Su padre contactó con los más célebres médicos de la época, que atendieron con denuedo a la princesa sin llegar a encontrar una solución que sanara su enfermedad.
Los prisioneros, que guardaban un gran afecto por Casilda y estaban al corriente de su padecimiento, hicieron llegar al rey un mensaje: en las tierras de Castilla, cerca de Burgos, existían unos pozos cuyas aguas eran famosas por su naturaleza curativa. Al-Mamún, desesperado por encontrar un remedio para la salud de su hija, concertó una expedición hacia esos remotos parajes pidiendo permiso de paso al rey castellano Fernando I, con quien mantenía buenas relaciones.
Casilda, que en árabe significa «poesía», llegó al rincón burebano y recibió los baños de las aguas de los pozos de San Vicente, así conocidos por la cercanía de un desaparecido monasterio consagrado al mártir aragonés. La princesa fue sanando y abrazó la religión cristiana, siendo bautizada poco después. Para contrariedad del rey, Casilda decidió establecerse en aquel lugar y no regresar a la corte toledana. Se entregó a la oración en soledad y llevó una vida ascética dentro de la comunidad eremítica allí establecida desde tiempos inmemoriales. Según la tradición, falleció a una edad avanzada.
El santuario burebano
Tras la muerte de Casilda emergió una creciente devoción por su figura en toda La Bureba. Volaban de boca en boca versos y cantares sobre su pureza y hechos milagrosos, lo que no tardó en llegar a las autoridades religiosas de Burgos. La pequeña ermita que se construyó junto a la gruta donde vivió y murió la santa quedó desatendida tiempo después. El rey Fernando IV dispuso que el Cabildo de la Catedral se hiciera cargo de ella, vinculación que llega hasta nuestros días.
A mediados del siglo XV la figura de la santa toledana y su santuario recibió un gran impulso gracias a Alonso de Cartagena, uno de los obispos más importantes de la historia de la diócesis burgalesa. Lanzó una fuerte campaña de reivindicación de los santos locales y patrocinó política y económicamente la mejora de los templos donde se hallaban sus restos. Fue ya en el mandato de su sucesor, el obispo Luis de Acuña, en el que iglesias como la de San Lesmes o San Juan de Ortega vieron renovada su arquitectura. Para el Santuario de Santa Casilda hubo un proyecto más ambicioso y se construyó un templo totalmente nuevo. El taller de Simón de Colonia fue el responsable de llevarlo a cabo con la reconocida maestría de sus oficiales canteros. Además tallaron el primer sepulcro escultórico de la santa -en piedra y de estilo gótico-, que se conserva en la gruta del santuario, junto a la iglesia.
A partir de este momento, finales del siglo XV, el conocimiento y admiración por santa Casilda no dejó de crecer. Otra personalidad relevante dio otro empujón al fervor por la santa burebana fue Alonso Díez de Lerma, canónigo de la Catedral y autor de la primera biografía de la santa dada a imprenta.
La regeneración del templo continuó con una nueva fachada plateresca, realizada alrededor de 1520 por Nicolás de Vergara, y un nuevo retablo-sepulcro para santa Casilda tallado por Diego de Siloe en 1524. La imagen de la princesa mora, dormida y no muerta, está inspirada en modelos italianos que el artista burgalés estudió durante su estancia en Nápoles. Esta iconografía acabó siendo una de las recreaciones más repetida de la santa junto a la del milagro de las flores. Además, la escultura es considerada por muchos expertos como uno de los mejores trabajos que salieron de la gubia del hijo de Gil de Siloe.
La vida y milagros de santa Casilda fueron expandiéndose allende las fronteras castellanas a lo largo de los siglos gracias también al apoyo del Cabildo y la devoción de miembros de la Corona e importantes personalidades. A mediados del siglo XVIII otro canónigo, Juan Cantón de Salazar, dio el empujón definitivo a la veneración por esta princesa conversa al cristianismo. En 1734 escribió una nueva biografía titulada El pasmo de caridad y prodigio de Toledo: vida y milagros de Santa Casilda Virgen, una publicación que tuvo una gran notoriedad en la época.
Pocos años después se reformó el santuario, que quedó aproximadamente como se conserva en la actualidad. Se construyeron la hospedería y la casa del capellán y se reformó, según el proyecto del arquitecto Manuel del Campo, la iglesia. Se sustituyeron las bóvedas góticas de la nave central por unas de cañón que fueron policromadas con unas vistosas pinturas de Francisco Borda sobre un programa iconográfico de Cantón de Salazar. También se modificó la parte alta de la fachada y se añadió una espadaña, mientras que se conservó la portada renacentista de Nicolás de Vergara. Pero el cambio más significativo se produjo en el ábside, que fue derribado para construir un camarín para adaptar el nuevo retablo. El anterior, con tablas del afamado pintor León Picardo sobre la vida y martirio de san Vicente, fue sustituido por una notable obra de Santiago del Amo, uno de los grandes retablistas del barroco castellano. En él se integró la escultura renacentista de Diego de Siloe, que antes se hallaba en una nave lateral. A partir de ese momento la imagen de santa Casilda quedó en el centro de la iglesia, llevándose todas las miradas de peregrinos, fieles y visitantes. Del antiguo retablo de san Vicente se salvaron tres tablas, que ahora se pueden admirar en el Museo de la Catedral de Burgos.
El interés por conocer todo lo que rodea a la princesa toledana nunca ha decaído. Un ejemplo de ello es que el Cabildo tuvo que reeditar en 2017 la obra del canónigo Nicolás López Martínez Santa Casilda y su santuario, estudio de referencia escrito en 1960, publicado de nuevo en 1992 y que estaba descatalogado.
Patrona de Briviesca
Cada mes de mayo regresa a La Bureba en diversas celebraciones la devoción popular por santa Casilda, especialmente en la capital, de la cual la hija de Al-Mamún es patrona. Su festividad es el 9 de abril, pero se decidió trasladar al 9 de mayo la efeméride por caer la anterior muchos años en período de Cuaresma o Semana Santa, lo que restringía la realización de festejos. Romerías, pasacalles y la tradicional Rogativa de Santa Casilda y fiesta de la Tabera llenan de días señalados el calendario del quinto mes del año en las casas de los briviescanos y lugareños de alrededor de ‘la Bien Trazada’. Y todos con la vista puesta en este popular santuario que, enclavado en un elevado risco entre las localidades de Salinillas de Bureba y Buezo, ha visto pasar gran parte de la historia de Burgos desde hace casi mil años.