FILME POLÉMICO
Hitler, mi amigo imaginario
Recién presentada en el Festival de Toronto, la sátira contra el nazismo 'Jojo rabbit' convierte al genocida en carne de 'meme'
'Jojo rabbit' no es la única de las películas presentes este año en el Festival Internacional de Toronto (TIFF) que incluye imágenes de archivo de los infames Congresos de Nuremberg; pero sí es la única que acompaña esos documentos del ascenso de Hitler con una versión teutona de 'I want to hold your hand', de los Beatles. Mientras vemos a las masas apelotonarse en las calles para jalear al Führer, es inevitable sentir el eufórico deseo de conexión que la canción transmite, el éxtasis en el que permanece sumida la nación alemana mientras experimenta la Hitlermanía.Presentada oficialmente como "una sátira contra el odio" -probablemente porque alguien en el departamento de márketing de los estudios Fox Searchlight intuyó que de otro modo las imágenes promocionales de un niño retozando por el bosque junto al Führer no serían entendidas-, 'Jojo rabbit' se centra en el adorable Jojo Betzler, un mocoso de 10 años que se prepara para luchar por la madre patria en los últimos días de la segunda guerra mundial. Su padre está ausente de su vida -al parecer, es un desertor-, por lo que Jojo se inventa un amigo imaginario para que le sirva de modelo de conducta. Ese amigo, en efecto, es Adolf Hitler.Uso admirable del poder
Pero este Hitler se diferencia del de verdad de varias formas. En primer lugar, no es aterrador sino carne de 'meme'. Y está interpretado por el que también es director de la película, el neozelandés Taika Waititi, hijo de madre judía y padre maorí. Waititi, recuérdese, se convirtió en una figura increíblemente relevante en Hollywood gracias a su película inmediatamente anterior, 'Thor: Ragnarok' (2017); se mire como se mire, resulta admirable que haya usado todo ese poder para hacer una película que de otro modo jamás habría podido existir.Podría decirse que 'JoJo rabbit' funciona como una variación mucho menos blanda del contraste entre asunto y enfoque que ofreció Roberto Benigni con 'La vida es bella' (1997). "Me veo incapaz de contar una historia que no sea divertida", asegura el director en Toronto. "Si lo intentara, especialmente hablando del nazismo, acabaría hundido en la depresión". En cualquier caso, entre quienes han visto la película en el certamen canadiense ya hay quienes han expresado su malestar. Consideran que ninguna ficción sobre el Holocausto debería tener un final feliz, y que hacer chistes de mal gusto sobre aquella atrocidad es indecente. Pero Waititi no es un mero provocador. Su intención es recordar cómo el odio capta a los débiles y los jóvenes, y cómo la historia tiene la mala costumbre de repetirse.Amor por las madres
El centro narrativo de 'JoJo rabbit', conste, no es la relación de su protagonista con el genocida, sino la que entabla con la adolescente judía que un día descubre escondida en su casa. A la vez repelido y atraído, empieza a pasar cada vez más tiempo con ella y, mientras la guerra continúa, JoJo empieza a crecer. También esencial en el proceso es su madre, Rosie (Scarlett Johansson), que se opone al Tercer Reich y contempla con tristeza aquello en lo que su hijo se ha convertido. "La película es una carta de amor a las madres, especialmente a las madres solteras", explica Waititi. "Yo crecí con una madre soltera, y hasta que tuve mis propios hijos no comprendí que ella lo habría dado todo por mí, y de hecho lo dio".Un homenaje, recordemos, lleno de humor faltón -en una escena, un nazi a quien se le ha ordenado que consiga una manada de pastores alemanes aparece acompañado de unos señores ataviados con chalecos de lana-. La idea es retratar a los nazis como seres patéticamente idiotas, negándoles la dignidad de ser tomados en serio aunque, ojo, teniendo presente en todo momento la amenaza mortal que encarnan. También títulos como 'El gran dictador' (1940) y 'Ser o no ser' (1942) se articularon sobre esa dualidad. 'JoJo rabbit' no juega en la misma liga que esas obras maestras, pero resulta tan relevante en nuestro tiempo como ellas en el suyo. "No habla solo de las cosas que pasaron hace 80 años", advierte Waititi. "También habla de las que están a punto de pasar otra vez". Y en un momento en el que el antisemitismo y el neonazismo están experimentando un resurgir tan pavoroso como absurdo, la comedia parece la forma idónea para recordar que los razonamientos sobre los que esas ideologías se sustentan son tan sofisticados como los de un niño.