Historia
Juana de Castilla, víctima del mito
Un 12 de abril como hoy del año 1555 moría en Tordesillas la tercera la hija de los Reyes Católicos, una figura que ha pasado a los anales de la Historia perseguida por el malditismo
En estos días de confinamiento casero por obra y (des)gracia de la pandemia del coronavirus, la figura de la reina Juana de Castilla ha sido recurrente en tuits, artículos y chascarrillos varios. Si los ciudadanos del siglo XXI -con las comodidades de ocio y comunicación que la gran mayoría poseemos- nos quejamos en estas semanas de no poder salir de nuestra vivienda, qué nos diría la tercera hija de los Reyes Católicos, encerrada en una casa-palacio en Tordesillas durante 46 años y en unas condiciones lamentables de maltrato y humillación por parte de sus guardianes...
Doña Juana es una de las figuras más populares de la Historia de España, pero quizá también una de las más desconocidas. Gran parte de la población ha asumido el mito y la leyenda como ciertas, algo maquinado ya en vida de la reina por la 'machistoria' más pertinaz. Los cronistas de la época escribían al son de su padre Fernando y su hijo Carlos, dos de los principales promotores de su ostracismo. Siglos después, los románticos del XIX, ávidos de héroes rebeldes y apasionados, convirtieron a Juana en una de sus figuras más reivindicadas, avivando llamas de su vida como los celos, el carácter y la indocilidad. Esa estampa exagerada y volcánica caló en la memoria popular, una imagen de doña Juana que ha llegado hasta nuestros días.
Juana fue una joven inteligente, gran amazona y ducha para las lenguas. Tanto su fuerte temperamento, heredado de su madre, como su poca religiosidad -al contrario que Isabel I- protagonizaban muchos de los rumores que se propagaban por la corte. En 1496 embarcó en Laredo hacia Flandes, donde contrajo matrimonio con Felipe de Habsburgo, archiduque de Austria. La vida en aquellas tierras del norte era muy distinta a la de Castilla y Juana se sintió alguien extraño en aquel lugar, desubicada y aturdida. Además, su marido a menudo vagaba lejos y yacía en camas ajenas. Este aislamiento familiar y social fue el comienzo de sus penalidades. Además, la princesa echaba mucho de menos a su madre, gran referente de su vida.
El fallecimiento de la reina Isabel en 1504 fue un durísimo golpe para la princesa. Tras la muerte de sus dos hermanos mayores -Juan e Isabel- y el hijo de ésta -Miguel de la Paz-, la corona de Castilla recayó sobre ella con todo el peso de la tradición y la responsabilidad. Años después, tras la muerte de su padre en 1516, se convirtió de iure en la primera reina de España, aunque nunca lo fue de facto.
Los comuneros
Este año se conmemora el 500º aniversario del comienzo de la Guerra de las Comunidades, uno de los capítulos más turbulentos del reinado de Carlos I. Tras su llegada a España, algunos núcleos urbanos de Castilla se levantaron en protesta contra el nuevo monarca y su corte procedente de Flandes, contrariados por la subida de impuestos y el poder de los 'extranjeros'. A su vez, el pueblo se sublevó contra las clases altas. En Burgos hubo una lucha abierta entre la nobleza, el alto clero y los ricos mercaderes, que apoyaban al rey, y los artesanos y clases populares.
Al final y grosso modo, Carlos I cedió en varias peticiones del Concejo burgalés -con la valiosa intercesión del condestable Íñigo Fernández de Velasco- y la ciudad abandonó el movimiento comunero para estupor de la Santa Junta -órgano de gobierno del alzamiento-, que se sintió traicionada. El rey, muy agradecido, otorgó privilegios y beneficios a Burgos y le dio el título honorífico de 'Muy más leal'.
El 29 de agosto de 1520 una delegación de la Santa Junta, encabezada por Juan de Padilla, se reunió con doña Juana en Tordesillas. Le relataron todo lo acontecido tras la muerte de su padre y le propusieron rescatarla y volver a ser la reina ejecutiva de Castilla. Aunque al principio ella se entusiasmó, no llegó a fructificar el deseo de los comuneros.
En 1525, otro hecho la sumió en una profunda tristeza: su hija Catalina, única compañía en su cautiverio, salió de la localidad vallisoletana hacia Salamanca para ser desposada con Juan III de Portugal. Desde ese día y hasta su muerte pasó treinta años encerrada sin nadie a su lado, con los fantasmas del pasado como exclusivo séquito de su soledad.
Uno de los episodios que cebaron el mito de 'la Loca' fue el periplo que la reina realizó con el cuerpo insepulto de Felipe el Hermoso por las provincias de Burgos, Palencia y Valladolid camino de Granada, donde debía descansar para siempre. El viaje de doña Juana con el cadáver de su esposo -que falleció en septiembre de 1506 en la Casa del Cordón de Burgos-, embarazada de Catalina y arropada por una comitiva entre incrédula y fiel, recorrió varios pueblos de Burgos. Entre ellos, Arcos de la Llana y Santa María del Campo, que recrean todos los veranos la estancia del cortejo fúnebre en ambas villas. Este trayecto comenzó en la Cartuja de Miraflores en diciembre de 1506 y terminó en marzo de 1509 en Tordesillas, poniendo el punto final a esa expedición y a la libertad de Juana. Un periplo de frías noches y mucha leyenda, donde apenas búhos, lobos y otros animales noctámbulos percibieron de lejos los cascos de los caballos, las luces de las antorchas y el luto del silencio de una reina sin trono por los caminos de Castilla.
Sepulcro real
Los restos mortales de Juana descansan junto a los de su marido, sus padres y su sobrino Miguel de la Paz en la Capilla Real de Granada. El sepulcro de doña Juana y don Felipe fue obra del artista burgalés Bartolomé Ordóñez, uno de los más destacados introductores del arte renacentista en España. Falleció también hace 500 años, en 1520, sin poder terminar este fastuoso cenotafio labrado en mármol de Carrara. Fue acabado por oficiales de su taller con Pietro Aprile al mando.
BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA
Juana la Loca. La cautiva de Tordesillas. Manuel Fernández Álvarez (Espasa, 2000)
Los comuneros. Joseph Pérez (La Esfera de los Libros, 2001)
Por aquí pasó la reina Juana. Mery Varona (editorial Aldecoa, 2018)