ESCULTURA / POLÉMICA
El diablillo de Segovia, absuelto de sus 'pecados'
La popularísima escultura del artista burgalés José Antonio Abella seguirá haciéndose 'selfies' tras ser desestimada la demanda de una asociación católica por ofensas a la religión
A veces la vida, con guasa insolente y por la espalda, te convierte en el protagonista absurdo de una película cuyo guión lo firmarían a cuatro manos Rafael Azcona y Franz Kafka. Un poco de incredulidad, una ración de confusión, unos gramos de estupor y sal rancia a cucharadas se mezclan en este cocido castellano protagonizado por una figura de bronce y un burgalés de cuna y segoviano de adopción. Vayamos al principio de esta historia que, gracias a un proceso judicial, ha sido noticia en medios de comunicación de todo el mundo.
José Antonio Abella (Burgos, 1956), médico de profesión, tiene como grandes pasiones la escultura y la literatura, ocupaciones que consumen todo su tiempo desde que se jubiló de la carrera sanitaria. Hace unos años, documentándose en la ciudad alemana de Lübeck para su novela La sonrisa robada -premio de la Crítica de Castilla y León 2014-, conoció la historia del demonio (Teufel) y la escultura que hay en dicha ciudad germana sobre este personaje. Un chispazo mental le llevó a pensar en hacer algo parecido en su ciudad de residencia tras recordar una popular leyenda segoviana en torno al Acueducto, según la cual esta colosal obra de ingeniería no fue construida por los romanos, si no por Lucifer. Años después, en enero de 2019, se colocó en la calle de San Juan segoviana la figura de este demonio campechano y socarrón. Pero a la narración de esta película de tono costumbrista le faltaba por incorporar una trama surrealista que haría más famoso si cabe al diablillo de Segovia.
Antes de su acomodo en el pretil de la cuesta de San Juan, un grupo de vecinos congregado tras el nombre de Asociación San Miguel y San Frutos lanzaron una campaña de rechazo contra la colocación de la escultura, llegando a reunir más de 12.000 firmas. A su vez, se movilizó otra de apoyo en change.org en la que el propio artista intervino comentando que «con esta escultura no he tratado de hacer daño a nadie ni de herir ningún sentimiento religioso. Tampoco he cobrado un céntimo ni lo voy a cobrar. Todos los derechos están cedidos para restaurar el patrimonio de Segovia. Lo que más me duele es que Segovia pueda ser vista como una ciudad intolerante y fanática, que no lo es ni debemos permitir que lo sea. Hagamos una ciudad amable y sonriente, buena a ser posible, en el mejor sentido de la palabra bueno». Pasemos al siguiente capítulo.
Pocos meses después, dicha asociación interpuso un recurso en el juzgado número 1 de lo Contencioso y Administrativo de Segovia contra la colocación de la estatua, reclamando la nulidad del acuerdo de cesión de los derechos de la escultura entre el autor de la obra y el consistorio segoviano. «La escultura fue un regalo a la ciudad y me ha costado bastante caro. Nunca imaginé que alguien se pudiera ofender por esta obra. Las razones que esgrimieron en la demanda me parecen desquiciadas», confiesa Abella.
Finalmente, en enero de 2020, el juzgado de Segovia desestimó el recurso de San Miguel y San Frutos. El fallo, entre otros aspectos, determinó que la escultura no supone un ataque a la libertad religiosa. «Se trata de una representación del diablo, que carece de elementos negativos sobre los valores católicos, sino que supone la visibilidad de la leyenda segoviana, a la que se ha añadido elementos de actualidad, como es el teléfono móvil, para efectuar una autofoto, el conocido selfie», apuntaba el texto de la sentencia.
Mientras, la fama de la jovencísima estatua del diablillo no paraba de crecer. Su paso por los juzgados fue un chorro de gasolina que incendió su popularidad más allá de las fronteras locales y regionales. Muchos medios de comunicación de todo el mundo se interesaron por la polémica generada alrededor de la escultura creada por Abella. A su vez, las redes sociales iban dando cobijo al diablillo en miles de fotografías, ninguna persona que visitara Segovia podía marchar de la ciudad sin echar un rato junto a Segodeus y sonreír ante la pantalla de su smartphone. En poco tiempo se convirtió en un lugar ineludible en el recorrido turístico de la ciudad. Pero aún hay más.
La asociación no cejó en su empeño y siguió luchando por la retirada de la escultura acudiendo al Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León (TSJCyL). De nuevo, el diablillo se coló en la prensa con su enorme panza y su rabo burlón. José Antonio Abella continuaba recibiendo en su buzón de correo electrónico peticiones de entrevistas y fotografías de su obra, de países cada vez más lejanos e idiomas cada vez más difíciles de traducir.
La sentencia definitiva del TSJCyL llegó hace pocos días. La mañana del 8 de octubre los magistrados ratificaron el dictamen del juzgado de Segovia que rechazó el recurso contra la colocación de la estatua del diablillo. «Todos los sentimientos y creencias religiosas son y deben ser respetadas, pero nos preguntamos dónde está en el presente caso la ofensa al "nombre de Dios", dónde está la ofensa a la religión católica, si en definitiva dicha leyenda lo que rememora en el fondo y de forma figurada es el triunfo del rezo de la muchacha que trabajaba como aguadora y que de este modo logro salvar su alma del diablo, ese diablo (también denominado demonio) que es reiteradamente reflejado en la iconografía de la religión católica como representante del mal y del pecado», razonaron los jueces.
Las demandas de la asociación vecinal han producido el llamado 'efecto Barbra Streisand', que consiste en censurar o acallar un hecho para finalizar concediéndole una repercusión ciclópea. «Al diablillo le han regalado una publicidad excepcional y gratuita. Ha sido noticia en lugares de todo el mundo. Muchos medios como el New York Times, The Guardian y publicaciones de Rusia, China o Japón se han hecho eco del asunto... Ha sido increíble».
Además de su oportuna colocación, con el Acueducto a su espalda para que en las fotografías aparezca siempre la obra romana, la instalación del diablillo en la calle de San Juan ha revitalizado una zona que estaba bastante olvidada en los itinerarios de la ciudad. «La gran mayoría de las personas que visitan Segovia hace la ruta Acueducto, calle Real, Catedral y Alcázar. Y hay mucho más. La escultura está en el barrio de los Caballeros, una zona interesantísima, con construcciones muy destacadas, como la casa que fue sede de la Inquisición con fray Tomás de Torquemada al mando. Sé que el diablillo está siendo un reclamo para que la gente se acerque a estas calles de la ciudad, lo cual me produce gran alegría», constata el artista burgalés.
'Selfie' de José Antonio Abella y su obra escultórica. ECB
Un aspecto que todo el mundo destaca de la escultura es su estampa. Así lo presentó Abella en su inauguración: «Un demonio que ha vivido en la tradición de Segovia durante tantos siglos, me dije, no ha podido pasar hambre. Y así me he imaginado a un pobre diablo venido a menos, con algunos años encima y muchos kilos de más, una caricatura del diablo que si a alguien debería ofender es al mismo diablo: un diablillo madurito y de buen perder, que ni conquistó el alma y los favores de la moza segoviana, ni consiguió arrebatar a los romanos el mérito de la construcción del Acueducto, quizá porque sólo trabajó como ayudante suyo. Por eso le vemos así, con esas tenazas de cantero en la mano, ingenuamente satisfecho de «su obra» más famosa, con la que se hace un selfi porque el diablo, para nuestra desgracia, es capaz de vivir durante milenios y llegar a nuestros días».
Abella también confirma que el diablillo será su última gran escultura. «Antes de hacerlo ya dije que iba a ser mi última obra, sólo trabajaré en piezas más pequeñas. Me voy a centrar totalmente en la literatura. La escultura tiene muchas complejidades, como el espacio y los materiales. Y requiere un gran esfuerzo físico... Y cada vez me cuesta más».
En próximas fechas publicará en la editorial Valnera su nueva obra literaria, Aquel mar que nunca vimos. Este libro, en el que lleva bregando más de tres años, versa sobre la vida y obra de Antonio Benaiges, maestro de la localidad de Bañuelos de Bureba que fue asesinado en los albores de la Guerra Civil española. «Ahora estoy trabajando en una nueva novela cuyo argumento me lo ha inspirado este episodio vivido con el diablillo. Veremos hacia dónde me lleva», concluye el escritor y escultor.
La leyenda del diablillo se pone de moda
La obra escultórica de José Antonio Abella se basa en una vieja tradición segoviana que otorga la construcción del Acueducto al demonio, y no a unos canteros romanos a principios del siglo II d. C. como se conoce históricamente.
Una joven, cansada de cargar con cántaros de agua por las cuestas de la aldea, hizo un pacto con el diablo que consistía en canjear su alma por un sistema que llevara el agua hasta la puerta de su casa. La muchacha sólo ponía una condición: que la obra fuera realizada en una sola noche. Mientras el demonio trabajaba bajo una terrible tormenta, la mujer rezó sin consuelo por su atrevimiento. Pero el gallo cantó y el diablo se quedó sin poner la última piedra de su construcción. Lucifer, tras dar un grito infernal, perdió el alma de la chica mientras que la ciudad ganó para la eternidad una obra que es Patrimonio de la Humanidad y símbolo de todos los segovianos.
Este relato tradicional, tan arraigado en la memoria de los vecinos, se ha revitalizado tras la instalación de la escultura de Abella, interesando de nuevo a niños y mayores. Y desde hace casi dos años, nadie que pase por esta ciudad puede eludir una vista al diablillo y hacerse una foto con él, encuadrando bien el Acueducto y luciendo la mejor de las sonrisas.
Su popularidad ha llegado incluso a la televisión, siendo protagonista de un capítulo del programa infantil del canal Clan de TVE Lunnis de leyenda que se puede ver en la web rtve.es.
Fotograma del capítulo de 'Lunnis de leyenda' sobre el diablillo. TVE