El Correo de Burgos

ARTE E HISTORIA / BARTOLOMÉ ORDÓÑEZ

Bartolomé Ordóñez, «un escultor italiano nacido en Burgos»

Hoy 6 de diciembre se conmemoran 500 años de la muerte del genio burgalés Bartolomé Ordóñez, una de las grandes figuras del Renacimiento cuya pronta muerte nos privó de una mayor obra artística

Sepulcro de Andrea Bonifacio en la iglesia de los santos Severino y Sosio de Nápoles. ECB

Sepulcro de Andrea Bonifacio en la iglesia de los santos Severino y Sosio de Nápoles. ECB

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Burgaleses, burgalesas, prueben a introducir en el agitado saco de palabras de una conversación el nombre de Bartolomé Ordóñez, a ver qué pasa. Yo he hecho este experimento recientemente y sólo una persona de las varias a las que interrogué me supo decir quién fue. El resto me hablaron de la travesía que homenajea a este artista de principios del siglo XVI, una rúa de poco más cien metros que une las calles Vitoria y Farmacéutico Obdulio Fernández. Otros, ni eso. Pues prendamos la luz ante tanta oscuridad.

Un 6 de diciembre como hoy del año 1520 moría en la localidad italiana de Carrara uno de los escultores más importantes del arte español. Su escasa -pero importantísima- obra y la falta de datos sobre amplios períodos de su biografía han arrinconado a Bartolomé Ordóñez al ámbito académico, donde sí es muy valorado. «Comparado con otros escultores castellanos, su obra es breve. Además de morir joven, influyó que gran parte de sus creaciones fueron en mármol, un material más dificultoso y costoso en tiempo de trabajar que la madera o el alabastro», subraya Mariano Carbonell, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). «Fue uno de los mejores escultores europeos de su generación, de eso no hay ninguna duda. En Italia alcanzó una gran fama en muy poco tiempo. Podemos decir que fue 'un escultor italiano nacido en Burgos'».

El año de nacimiento de este artista es una de las grandes incógnitas que rodean al estudio de su figura. «Hay pocos indicios para determinarla, pero mi hipótesis es que se llevaba muy pocos años con su más tarde compañero y socio Diego de Siloe, que nació alrededor de 1487», explica María José Redondo Cantera, catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid (UVa) y gran especialista en la época.

«Con casi total seguridad, Ordóñez aprendió el oficio de escultor en el taller de Felipe Bigarny y es posible que trabajara en la sillería del coro de la Catedral de Burgos en la primera década del siglo XVI junto, entre otros, a Diego de Siloe. ¿Que ambos también se formaron antes en el taller de Gil de Siloe? Eso es difícil de saber. Diego, seguro, porque formaba parte de su núcleo familiar y aunque era muy joven pudo ir aprendiendo de su padre y los miembros de ese soberbio taller cómo trabajar los materiales, madera y alabastro principalmente», añade Redondo Cantera.

En 1508 se produjo un hecho relevante en la trayectoria de estos escultores burgaleses y es el pleito que Diego de Siloe interpuso contra Bigarny por impagos en los trabajos realizados en el coro de la seo burgalesa, algo estudiado por el conservador del Museo Nacional de Escultura de Valladolid José Ignacio Hernández Redondo. Este agrio trance judicial, que ganó el hijo del maestro Gil, empujó a Siloe a marchar de Burgos hacia Italia en 1508 en busca del aprendizaje de ese nuevo arte tan revolucionario del que tanto se hablaba. Emigró posiblemente animado por alguno de los canónigos de la Catedral -que frecuentemente viajaban a Roma y conocían las técnicas y formas que allí estaban triunfando entre la élite artística- que era consciente del potencial del joven.

Con Diego se supone que partió Bartolomé Ordóñez, o allí se encontraron. «Yo tengo una teoría, y es que estos artistas fueron en una caravana de mercaderes de las que unían Castilla e Italia por mar, un viaje mucho más seguro que los caminos de aquella Europa medieval. No fueron a la aventura, por así decirlo, tenían un destino claro», apunta la catedrática de la UVa.

La llegada de Siloe y Ordóñez a tierras italianas debió de ser todo un alumbramiento para sus mentes inquietas, donde ambos se empaparon del arte de genios como Donatello, Rafael o Miguel Ángel. «En la obra de Ordóñez se advierten varias influencias. La escultura clásica romana, por supuesto, y también las formas de Donatello. Pero sobre todo se ven los modos de Miguel Ángel», señala Mariano Carbonell.

La capilla Caracciolo, en la iglesia de San Giovanni a Carbonara de Nápoles. ECB

En pocos años la absorción de los modos renacentistas en la obra de ambos fue fulgurante. Su trabajo debió de impresionar en todos los talleres por donde pasaron antes de llegarles el gran encargo en 1515 de la capilla Caracciolo de la iglesia San Giovanni a Carbonara de la capital napolitana. «Esta es una capilla muy interesante, de planta central, lo más vanguardista del momento en Italia. Hay acuerdo entre los historiadores de que el altar y algunas esculturas fueron realizados por Siloe y Ordóñez con la colaboración de un artista italiano, Girolamo Santacroce. Sobre la arquitectura de la estancia hay dudas», señala Redondo.

Otra obra muy destacada de Bartolomé Ordóñez en Italia es el bellísimo sepulcro del joven Andrea Bonifacio en la iglesia napolitana de San Severino e Sossio. «Podemos ver la influencia del sepulcro y de la escultura de Bonifacio en la posterior obra de Siloe, que estaba allí. La forma de la estatua es muy similar a la de Santa Casilda. Y también propongo la inspiración en la forma elíptica del sarcófago a la zona central del retablo de la capilla de los Condestables de Burgos que Siloe hizo con Bigarny años después», indica la catedrática vallisoletana.

Ordóñez en Barcelona

De su etapa barcelonesa sí existe bastante documentación para el estudio de la obra de Ordóñez. «Entre otros, conservamos su testamento y el inventario de su taller, que no es poca cosa. Es una información valiosísima», apunta Carbonell, autor del libro Bartolomé Ordóñez y la obra renacentista del coro de la Catedral de Barcelona, editado en 2019 en catalán y que será publicado en castellano próximamente. «En este estudio propongo que Ordóñez regresa de Italia a Barcelona para acabar el coro de la Catedral con un contrato bajo el brazo. La curia barcelonesa tenía importantes tratos en las altas esferas de Nápoles. Esos vínculos pudieron contactar con el artista para encargarle esa obra», explica el catedrático de la UAB. «En el contrato vemos que Ordóñez se comprometía en acabar este proyecto en ocho años, hipotecando un largo tiempo de su futura carrera en él. Razones tenía, le iban a pagar 4.700 ducados de oro, toda una fortuna». Para este trabajo Ordóñez se acompañaría de varios oficiales italianos. A la vez, adquirió otros compromisos con Antonio de Fonseca, contador mayor de Castilla y hermano del obispo Juan Rodríguez de Fonseca, como los sepulcros de su familia en Coca (Segovia) o el del cardenal Cisneros. «Ordóñez ya había trabajado en el coro y en el trascoro. Y si no vio sus trabajos el rey, sería Fonseca o algún cargo de relevancia el que concertó los contratos con el escultor. Entre ellos, el sepulcro de Juana y Felipe, cuya ejecución quedó parada tras la muerte de Fancelli», observa Carbonell.

En la XIX Asamblea del Toisón de Oro en Barcelona en marzo de 1519, la única vez que se ha celebrado fuera de los Países Bajos esta reunión que congregaba a las personalidades más importantes de Europa,

Carlos V y su corte descubrieron el admirable talento del artista burgalés

El juicio de santa Eulalia, en el trascoro de la Catedral de Barcelona. ECB

La profesora María José Redondo aventura una causa para el fallecimiento de Ordóñez hace hoy cinco siglos en Carrara. «En aquella época podías morir de cualquier cosa, pero yo creo que pudo ser de silicosis por el polvo del mármol, era muy joven... También tenía que estar muy agobiado por la gran cantidad de encargos que asumió de importantes clientes». El escultor burgalés pereció en su plenitud como creador, cuando comenzaba a ser el artista de referencia de la Corona y no dejaban de llegar parabienes a su obra.

Como bien señaló Manuel Gómez-Moreno, por su calidad y relevancia, Bartolomé Ordóñez forma parte de ese podio de figuras llamadas 'las águilas del Renacimiento' junto a Alonso Berruguete, Pedro Machuca y el propio Diego de Siloe. Cuatro artistas que marcaron una época.

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