El Correo de Burgos

Literatura

José Antonio Abella: «Me fascina el gran compromiso y la vocación de Antonio Benaiges»

El autor burgalés residente en Segovia publica su nueva y esperada obra, 'Aquel mar que nunca vimos' (Ediciones Valnera), que narra la investigación realizada en torno a Antonio Benaiges, el maestro de Bañuelos de Bureba asesinado en los albores de la Guerra Civil.

El escritor burgalés José Antonio Abella con su última obra, 'Aquel mar que nunca vimos' (Ediciones Valnera). MARÍA JESÚS MARTÍN

El escritor burgalés José Antonio Abella con su última obra, 'Aquel mar que nunca vimos' (Ediciones Valnera). MARÍA JESÚS MARTÍN

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Había ganas de este libro. El médico, escultor y escritor José Antonio Abella (Burgos, 1956) ha realizado un trabajo casi detectivesco en 'Aquel mar que nunca vimos' (Ediciones Valnera). Cuatro años de trabajo y más de 500 páginas para prender la luz en la oscuridad de la memoria de unas personas y en el silencio de un país que ha echado más tierra si cabe sobre unos muertos a los que robaron la dignidad y el reconocimiento de los suyos. Un homenaje a esos maestros de la República que trajeron aires nuevos a la educación española hasta que el golpe de Estado de julio de 1936 arrasó con aquellos anhelos de cambio.

El maestro Benaiges fue asesinado y su obra docente cercenada, pero la semilla que dejó en sus alumnos y en sus escritos ha germinado en los últimos años gracias al interés de muchas personas, algunos protagonistas inesperados de la última obra de José Antonio Abella.

Pregunta- ¿Cuándo y cómo conoció la historia de Antonio Benaiges?

Respuesta- Fue a principios de 2013. Carles Francino entrevistaba en la Cadena SER a Francesc Escribano tras la publicación de 'Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar'. Hablaban de un maestro catalán que ejerció en Bañuelos de Bureba y que fue fusilado en 1936. Yo fui médico de Bañuelos de 1979 a 1983 y la entrevista, como es lógico, me despertó un gran interés, pero estaba inmerso en la que era entonces mi última novela, 'La sonrisa robada', por lo que la historia de Benaiges quedó en una zona de sombra como una semilla arrinconada que aún debió esperar algunos años a germinar.

P.- Comenta en el libro que su escritura ha sido una apresurada lucha contra el paso del tiempo.

R.- Así es. Quienes de niños fueron alumnos de Antonio Benaiges fueron de adultos mis pacientes. Tendrían entonces entre 50 y 60 años. Cuando comencé a escribir Aquel mar que nunca vimos, aún quedaban con vida cuatro de ellos, ahora solo queda uno: Eladio Díez Viadas. Escribir su historia, la que vivieron de niños, la del mar como símbolo de un mundo soñado que no llegaron a ver, era luchar contra el tiempo y contra la muerte que nos fue dejando sin sus testimonios.

P.- En el prólogo comenta que su experiencia como médico ha sido importante para componer este libro.

R.- De no haber sido médico de Bañuelos no podría haber escrito esta historia ni descubierto algunos de los interrogantes que plantea. El médico tiene algo de confesor, más aún cuando piensa que escuchar es una parte esencial de toda terapia. Inspira la confianza necesaria para que le sean contadas cosas que a nadie se cuentan.

Imagen actual de la Escuela de Bañuelos de Bureba.DARÍO GONZALO

P.- Es difícil encuadrar en una categoría literaria Aquel mar que nunca vimos. Novela, autobiografía, ensayo histórico, memorias... Un cóctel de géneros que ya utilizó en su obra 'La sonrisa robada', premio de la Crítica de Castilla y León 2014.

R.- En el siglo XX, tras la publicación de 'A sangre fría' por Truman Capote, la novela encuentra un camino nuevo en lo que se ha venido a llamar novela de no ficción o novela testimonio. Es la vía seguida inicialmente por esta obra, aunque no se base tan solo en el testimonio de sus protagonistas ni en la búsqueda en archivos históricos: hay también parte de mi propia vida y de mi propia visión del mundo. Tiene algo de diario, de ensayo, de reflexión sobre heridas no cerradas... Yo mismo comienzo el libro diciendo que no sé muy bien cómo clasificarlo.

P.- ¿Cómo ha sido reencontrarse a través de este libro con aquel joven que comenzaba su carrera como médico en los pueblos de Las Lomas?

R.- Ha sido muy gratificante, una sorpresa no esperada. Después de cuarenta años sin pisar aquellas tierras, imaginaba que nadie se acordaría de mí, pero no sólo me recordaban, sino que recordaban muchos de los consejos que les di cuando era un medicucho imberbe de 23 años, muchas anécdotas curiosas que yo mismo había olvidado.

P.- ¿Qué le atrajo tanto de Antonio Benaiges como para dedicar casi cuatro años de su vida a investigar y estudiar su figura y su tiempo?

R.- Me fascinó su vocación por la enseñanza, la modernidad de su pensamiento y de sus métodos, su forma de comprometerse con el pequeño y atrasado mundo que le rodeaba. Y me fascinaron, sobre todo, las maravillosas revistillas que salieron de la imprenta escolar que pagó de su bolsillo. El que yo mismo haya sido editor durante algunos años influyó, sin duda, en esa fascinación.

P.- ¿Cómo tuvo que ser la reacción de los vecinos de Bañuelos ante la llegada de un maestro con unos procedimientos didácticos tan novedosos?

R.- De perplejidad en un primer momento, pero nada me hace pensar que estuvieran en contra de sus métodos. Otra cosa eran sus ideas sociales, religiosas y políticas, eso sí que levantó ampollas en una parte del pueblo.

P.- ¿Había gente que no estaba de acuerdo con las técnicas Freinet que aplicaba en la Escuela?

R.- Ni en su expediente de depuración ni en la denuncia que algunos vecinos presentaron ante la inspección en diciembre de 1935 se menciona la técnica Freinet ni los cuadernillos que se publicaban en la escuela (en algunos de los cuales, pensando más en los padres que en los niños, se habla de cosas como mejoras en las técnicas de sembrado o en la selección de gallinas). Otra cosa era el gramófono que Benaiges compró para la escuela y los bailes que propiciaba para los mozos y mozas del pueblo, pues la Iglesia de aquellos años grises veía con recelo estas cosas, incitaciones al pecado. Pero el problema esencial para los sectores más conservadores, insisto, era su anticlericalismo y su ideología sociopolítica.

Interior rehabilitado de la Escuela de Bañuelos de Bureba.JESÚS VIADAS

P.- Como ha señalado, la imprenta y el gramófono fueron determinantes en la vida escolar de los alumnos de Benaiges. ¿Cómo se recibieron entre los niños y entre los padres?

R.- Los niños acogieron la imprenta con verdadera expectación, y así lo describe el propio Benaiges en una de sus colaboraciones en una revista pedagógica llamada precisamente de ese modo: Colaboración: 'La imprenta en la escuela'. Tanto la imprenta como el gramófono fueron una pequeña revolución en un lugar tan apartado del mundo y del progreso como era entonces Bañuelos de Bureba: un pueblo sin carretera, sin luz eléctrica, sin agua en las casas. ¡Pero con una imprenta y un gramófono en su escuela!

P.- Si fue relevante la enseñanza en la Escuela de niños, qué decir de la Academia de jóvenes.

R.- En la academia nocturna que abrió Antonio Benaiges para los jóvenes, además de las actividades didácticas y lúdicas que antes comentaba, se hablaba de política, de religión, de sexo. Y esto sí que era impensable en aquella España profunda y atrasada. En el expediente de depuración se le acusa, por ejemplo, de fomentar que los alumnos le tuteasen, de ser contrario a las normas de Nuestra Sacrosanta Religión, o de decir que para tener hijos no hacía falta estar casado y que el matrimonio podía extinguirse como un contrato a petición de una de las partes.

P.- Otra faceta de la vida del maestro, muy importante, es su destacado activismo político. ¿Fue esta la causa de su detención y ejecución?

R.- Por lo que yo he podido ver, fue la causa esencial. Tomó parte muy activa en la creación de la Casa del Pueblo de Briviesca, de la que parece que era presidente. También dio el mitin del 1º de Mayo de 1936 desde el balcón del ayuntamiento de Briviesca. Estas eran cosas que no se perdonaban por los sublevados.

P.- No es relevante para valorar y estudiar su vida y obra, pero usted casi descarta la posibilidad de que el maestro fuera fusilado y enterrado en La Pedraja -paraje situado en Villafranca Montes de Oca-, como se ha sostenido hasta ahora.

R.- Yo la descarto por completo, basándome en el testimonio de alguien cuyo padre sí fue fusilado y enterrado en La Pedraja. A Benaiges le detuvieron en Briviesca en la mañana del 19 de julio, dándole una terrible paliza y sometiéndole a escarnio público. En la noche de ese mismo día le sacaron de la cárcel en un estado terrible: «sangraba por todos los sitios», dice un testigo presencial que también estaba preso. Y en ese momento no se habían comenzado a excavar las fosas de La Pedraja. Lo más probable, como apuntan varias fuentes, es que fuera ejecutado en un paraje muy cercano a Briviesca.

Imprenta y materiales de trabajo en el museo de la Escuela.JESÚS VIADAS

P.- En el libro relata que tras su asesinato fue «destituido» por el Consejo de Depuración del Magisterio y siete años después de muerto le subieron el sueldo. Destino macabro.

R.- Cuesta entenderlo, pero es completamente cierto. Aunque se sabía que fue asesinado al inicio de la sublevación, al año siguiente se publica una requisitoria para que se presente ante las autoridades. En 1939, concluida ya la guerra, se le separa definitivamente del servicio. Y en 1943, siete años después de su muerte, se le sube el sueldo a cinco mil pesetas. ¿Errores burocráticos? Quizá el último. Pero en los anteriores pesa más la hipocresía de no querer constatar legalmente su asesinato.

P.- ¿Cómo tuvo que ser la reacción de los niños ante la desaparición de Benaiges y la llegada en septiembre del 36 de un maestro tan diferente?

R.- Tuvo que ser muy dura. Media un abismo de ir a la escuela con un maestro moderno, que jugaba con ellos en las eras, que los llevaba de excursión por los contornos, que les ponía música y les enseñaba a leer y a escribir con un método que incluso hoy nos parece avanzado, a ir con un maestro de aquellos que opinaban que las letras con sangre entran.

P.- Ya lo dice un exalumno del maestro, «tras su desaparición, nos atamos el morro».

R.- Y así durante casi ochenta años. Cuando yo fui a Bañuelos en 1979, a nadie se le ocurría hablar una palabra de esta historia. El silencio era la norma y el miedo aún estaba presente. No olvidemos que en 1981 hubo un serio intento de golpe de Estado que, de haber triunfado, nos hubiera devuelto al franquismo puro y duro.

P.- Además de la trágica historia de Antonio Benaiges, también relata las de otros vecinos de la zona. Como la de Domingo Viadas, tío abuelo de Jesús Viadas, presidente de la asociación Escuela Benaiges.

R.- Domingo Viadas era uno de aquellos hombres jóvenes que acudían a la academia nocturna de Antonio Benaiges. También era su amigo y suscriptor de las revistillas escolares. Al comienzo de la sublevación, falangistas de la Bureba fueron a buscarlo varias veces, pero estaba en el campo y no lo encontraron. Su familia le aconsejó que se entregara, pues si no había hecho nada malo, nada malo podían hacerle. Les hizo caso, y eso le costó la vida.

P.- Cita en varias ocasiones durante el libro a Antonio Machado.

R.- Vivo en Segovia, donde todavía se palpa la presencia de don Antonio. Y Machado escribió 'Por tierras de España', un poema bellísimo, muy duro, riguroso en su análisis y premonitorio de la tragedia que se avecinaba.

El maestro Beniages retratado junto a sus alumnos de Bañuelos en la puerta de la Escuela.Fotografía coloreada por TINA PATERSON

P.- Durante la escritura del libro, dos acontecimientos perturbaron a José Antonio Abella. Uno, más grave y trascendental en la vida de una persona como el fallecimiento de su madre, un episodio que relata en el libro con profunda emoción.

R.- Cuando somos jóvenes tendemos a pensar que la vida de nuestros padres pertenece a un pasado lejanísimo, y hay que cumplir algunos años para darse cuenta de que su historia es nuestra historia. La muerte de mi madre supuso un largo paréntesis en la escritura del libro, pero no en su gestación. No se trata de una obra elaborada en la asepsia de una torre de marfil: hay mucho de mi alma en ella y no podía separar mi propia vida de su escritura.

P.- En el fondo, este episodio de la novela es otro homenaje de recuerdo y cariño a la memoria de las personas que dejaron huella en nuestras vidas.

R.- Por supuesto, un homenaje incluso a las personas de buena voluntad que piensan de manera diferente. Mis padres vieron (y vivieron) la Guerra Incivil y la dictadura franquista de manera muy distinta a como yo las veo. Un primo de mi padre, religioso, fue asesinado en el bando fiel a la República. Pero unas atrocidades no se equilibran con otras atrocidades. Entender esto sería el mejor homenaje a todas las víctimas, y una vacuna imprescindible en esta España crispada que debería aprender de su pasado para no repetir los mismos errores.

P.- El segundo suceso, no tan relevante pero que alteró su vida durante meses, fue el asunto de la escultura del diablillo de Segovia.

R.- Esa escultura solo es reflejo de una leyenda tradicional segoviana, y ver en ella un ataque a las creencias religiosas de una parte de la población forma parte del absurdo en que vivimos. Pero la polémica me hizo mucho daño, y si incluyo este episodio en el libro es para mostrar que no estamos tan lejos de la intolerancia y el yugo que marcó nuestra historia reciente.

P.- Se ha comentado que lo que retuvo en Bañuelos a Benaiges tras acabar el curso en junio de 1936 fue la promesa de llevar a conocer el mar a sus alumnos. Pero usted ofrece otra hipótesis: algo tan sencillo y puro como el amor.

R.- Cualquiera que conozca la vida agraria de la Castilla preindustrial sabe que todas las manos eran necesarias en tiempo de cosecha, que finalizaba tradicionalmente en la Virgen de Agosto. Es impensable que los padres se desprendiesen en julio de sus hijos; me parece más lógico pensar que ese viaje estuviera previsto para finales de agosto o primeros de septiembre, con la cosecha terminada. Pero hay otras dos razones de peso que explican la presencia de Benaiges en Briviesca el 19 de julio, ya en periodo de vacaciones escolares: la primera es que tenía allí una novia a la que amaba intensamente, y la segunda que el mismo día 19 estaba prevista una conferencia suya en Burgos.

P.- Al final de la obra hay cuatro episodios a los que llama Cuatro entrevistas apócrifas. ¿Qué desvelan estos capítulos?

R.- Desvelan y ocultan a partes iguales. Hay verdades que he descubierto y que no puedo transmitir de otro modo, porque quienes me las desvelaron no querían que se hicieran públicas y me debo a la palabra que les di.

P.- El cierre de 'Aquel mar que nunca vimos' es sensacional, un texto poético de gran aliento titulado 'Una lápida roja'. ¿Cómo fue escribir estas últimas líneas?

R.- Necesitaba remontar vuelo para transmitir un sueño y alejarme, siquiera levemente, de la dureza de algunos capítulos previos. A fin de cuentas, esta obra también es la historia de un sueño, aunque fuera un sueño roto.

P.- Hay mucha gente en Burgos que piensa que la Guerra Civil no existió en la provincia salvo el frente del norte y alguna escaramuza más. ¿Cómo fue la represión en nuestra tierra?

R.- Fue tan brutal como en otras partes de España: fosas como las de La Pedraja y Estépar lo atestiguan. Y lo peor de todo, como se infiere de los documentos preparatorios del golpe militar y de algunas declaraciones del general Mola, es que fue una represión planificada de antemano en sus líneas generales. Por otra parte, en la documentación de la cárcel de Burgos que deja constancia de las sacas se aprecia una hipocresía detestable: «A fecha de tal y tal 'es puesto en libertad'». La puesta en libertad consistía en ser subido en un camión para ser fusilado en una fosa común.

P.- El asesinato de Benaiges fue algo más que la ejecución de un maestro. ¿Puede simbolizar la aniquilación de la reforma educativa de la II República?

R.- Así lo veo. Durante la II República se crearon en torno a catorce mil nuevas plazas de maestros y maestras y unas siete mil escuelas (muchas de las cuales perduran todavía, como las de Briviesca). En el decreto de reforma educativa firmado en 1931 se dice textualmente: «España no será una auténtica democracia mientras la inmensa mayoría de sus hijos, por falta de escuelas, se vean condenados a perpetua ignorancia». Eso hizo que todos los maestros, tras el golpe militar, fueran sometidos a un proceso de depuración. Y Benaiges no fue la única víctima, aunque sí una de las más significativas. La cifra de maestros fusilados y desaparecidos en la provincia de Burgos supera la treintena.

P.- ¿Ha llegado a soñar alguna noche con los personajes -reales- de esta historia?

R.- Más que soñar con los personajes, que sí me ha sucedido en alguna otra novela (incluso he llegado a sentir muy cerca la presencia fantasmal de alguno de ellos), lo que me sucede con frecuencia es despertarme a media noche con palabras que me obligan a levantarme y a escribirlas. Me ocurrió a menudo en esta obra.

P.- Quizá debería de preguntárselo mejor a su mujer, pero ¿cómo se encuentra usted tras cerrar esta investigación plasmada en Aquel mar que nunca vimos? ¿O no está cerrada?

R.- Hay obras especialmente necesarias para el autor, que no son un mero divertimento y que provocan un intenso desgaste personal. Es el caso de esta obra, que para mí no está cerrada: el editor de Valnera Literaria me arrancó el compromiso de escribir un opúsculo complementario que llevará por título Aquello que no dije en 'Aquel mar que nunca vimos'. Cuando se publique, si se llega a publicar, ya no deberían estar las personas que me pidieron mantener el secreto de sus informaciones. Y tampoco yo, seguramente.

P.- Por último, José Antonio, le felicito por la publicación de esta obra. Ha escrito un libro muy importante.

R.- Muchas gracias. Espero que los lectores lo vean de ese modo.

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