El Correo de Burgos

LITERATURA

Con 12 relatos por banda, viento en popa a toda letra

El escritor burgalés Mateo Martínez Martija navega con soltura entre el realismo y la ficción con ‘Fragmentos de la feria’, su primera referencia literaria / Pendiente de «pulir» una novela, ya tiene otro proyecto en marcha

Mateo Martínez Martija posa en el Paseo del Espolón con un ejemplar de ‘Fragmentos de la feria’, su ópera prima y el comienzo de una prometedora carrera literaria. TOMÁS ALONSO

Mateo Martínez Martija posa en el Paseo del Espolón con un ejemplar de ‘Fragmentos de la feria’, su ópera prima y el comienzo de una prometedora carrera literaria. TOMÁS ALONSO

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Maniático o perfeccionista. Vicio o virtud. Lo segundo en ambos casos si nos referimos a Mateo Martínez Martija. Escritor hasta la médula, guiado siempre por sus propios impulsos, se aferra al realismo dejando volar la imaginación cuando procede. Primero se documenta porque lo último que quiere es perder el norte de la verosimilitud. Si no lo consigue vuelve sobre sus pasos, recicla e incluso destierra lo que un día salió de su puño y letra. Después disfruta, corrige, respira aliviado y vuelve a revisar. Nada tiene que ver su concienzudo modus operandi con la libertad creativa que emana de cada texto. Y así, de tan simbólica y bendita contradicción, tuvo a bien recopilar una docena de relatos que constituyen su ópera prima: Fragmentos de la feria. 

Alzarse con el Premio José Hierro en la categoría de Relato breve fue el trampolín que necesitaba para lanzarse de cabeza a la piscina editorial. También da «gracias» al confinamiento, pues no hay mal que por bien no venga. Suspendidas las oposiciones que estaba preparando, aprovechó el tiempo que tanto le faltaba para dar rienda suelta a sus musas. Las viejas, ya consolidadas o pendientes de pulir, y otras nuevas que fueron surgiendo sobre la marcha. Cuando se quiso dar cuenta, tenía material suficiente para un libro. Entonces un amigo le recomendó alcanzar un «número redondo» que acabó desembocando en una estructura perfectamente definida en tres partes: ficción a base de «relato puro y duro», narrativa de viajes y biografías imaginarias de las que subyacen diversas tramas «en el transcurso de la narración».

Hacer criba no suele ser tarea fácil, pero Martínez Martija lo tuvo más o menos claro. Por el camino quedaron algunos relatos cuyo final «no era muy verosímil», como aquel de «dos periodistas deportivos que se van a cubrir un partido del Villarreal». El cuento en cuestión permanece en la lista de pendientes, no como otros de su primera época que considera «irrecuperables». Los que guarda en el cajón, con potencial suficiente a falta de «pulir», quizá vean la luz algún día. De momento, el escritor se mantiene en sus trece: «si no llego a cierto canon de calidad no lo meto».  

Martínez Martija ya trabaja en una serie de entrevistas a un amigo para trazar un recorrido «en primera persona» de «historias fuertes y muy bonitas».

Entrando en materia, Fragmentos de la feria no es una recopilación de relatos al uso. Tampoco va dirigida a un público en concreto. Sin pretenderlo, este joven filólogo burgalés,  docente en Melgar de Fernamental, navega por diferentes aguas. Las hay tranquilas y accesibles a cualquier lector o repletas de olas, difíciles de surfear, cuando se adentra en pasajes oníricos como los que plantea en Principio de agorafobia. Ese fue, precisamente, el cuento que más le costó escribir. «Me puse un objetivo muy complicado. Tuve que investigar un montón, darle muchas vueltas y corregirlo mil veces. Llegué a dudar si meterlo o no», reconoce satisfecho con el resultado pese a ser consciente de que «hay gente que no lo ha entendido». Por otro lado, no oculta lo mucho que disfrutó con Camila, fruto de un proceso de «escritura torrencial», brillante de principio a fin, que «no suele ser habitual».

Enfrascado de nuevo en las oposiciones, ahora sí a la vuelta de la esquina, Martínez Martija ya tiene rematada su primera novela. «Hay que pulir cosas», advierte sin desvelar demasiado sobre su primera incursión más allá del relato breve. Lo que sí avanza es el carácter «autobiográfico» de la historia, basada en una excursión con dos amigos a las fiestas de Luarca (Asturias). De entrada, pudiera parecer el típico diario de viajes. Sin embargo, el realismo inicial dará paso a una «mezcla de géneros», con ciertos «rasgos de intriga», sobre un escenario rural cuya historia reciente merece la pena recrear. 

Y como no hay dos sin tres, este joven filólogo que se arrepintió de no haber estudiado Periodismo ya trabaja en otro proyecto. Partiendo de una serie de entrevistas a un amigo con mucho que contar, pretende trazar un recorrido «en primera persona» de «historias fuertes y muy bonitas» que requieren un exhaustivo proceso de documentación. Le llevará su tiempo, pero lo asume con gusto. En cierto modo, su amor por las crónicas de prensa le ha traído hasta aquí. Y aunque la docencia le apasiona, nunca dejará de lado a ese ‘plumilla’ que lleva dentro. El mismo al que -ojalá- le encantaría sumergirse de lleno en la crítica literaria. No por el mero hecho de valorar obras ajenas, sino más bien por su innata necesidad de enriquecerse intelectualmente a través de la lectura.

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