El Correo de Burgos

LITERATURA

La cara B de una ciudad desaparecida

‘Catedral, légamo y magdalenas’: un viaje por Europa en busca de cinco almas perdidas

El escritor burgalés Jesús Toledano con un ejemplar de 'Catedral, légamo y magdalenas'. SANTI OTERO

El escritor burgalés Jesús Toledano con un ejemplar de 'Catedral, légamo y magdalenas'. SANTI OTERO

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Una mujer y cuatro hombres a los pies de la Catedral. A ojos del resto, de quien clava su mirada en ellos unos segundos y sigue a lo suyo, charlan despreocupados. De nada se conocen, nada tienen que ver entre sí, pero todos «quieren olvidar un pasado que les produce dolor».

La estampa, de finales de los 90, refleja el contraste generacional que en un abrir y cerrar de ojos ha experimentado la noche burgalesa. De la heroína a las drogas de diseño, de las chupas de cuero a la música electrónica, el tunning y los ‘pelopollo’ que todavía reivindican la Ruta del Bakalao. Al día siguiente, nada se sabe de este misterioso grupo. Los cinco han desaparecido de la faz de la tierra.

Con este inquietante punto de partida, previamente contextualizado, Jesús Toledano muestra la cara B de la Seo y su entorno. Es su particular homenaje literario al VIII Centenario, solo que desde un prisma distinto. Mucho más crudo y humano, pero realista al fin y al cabo.

Por eso Catedral, légamo y magdalenas (Suabia) evoca en prosa el archiconocido templo burgalés «tiznado de negro y con graves problemas estructurales». Y conviviendo con «perdedores» que trataban de sobrevivir en un contexto de marginalidad, abuso de sustancias y prostitución. Al margen, o cara a cara, con las juveniles -o adultas- borracheras del fin de semana.

Pasados aquellos días de «vino y rosas», la resaca de la nostalgia se extiende hasta 2019. Al menos para Marcos Arroyo, emperrado en que su amigo Nicolás Doncel Yélamo, uno de los desaparecidos, está detrás del fenómeno editorial del momento.

Desde Alemania, El filósofo bajo los castaños ha conquistado medio mundo con la saga Los peldaños del légamo. Su identidad, bajo absoluto secreto, esconde ciertas similitudes con aquel joven hastiado, herido de amor, que quería dejar atrás Las Llanas.

No es solo el seudónimo, que salta a la vista de quien compartió con Nicolás una amarga charla en la plaza de los Castaños. También cantan las referencias aisladas a la Catedral en cada novela aunque nada tenga que ver con la trama.

El tema de los desaparecidos parte de una entrevista a José Barrionuevo sobre «los sucesos que más le perturbaban».

Fundador de la prestigiosa editoral Prete Jacopín (en honor al misterioso caballero burgalés que tanto discutió con Fernando de Herrera sobre los nuevos cánones poéticos en pleno Siglo de Oro), Marcos contrata al detective Mauricio Rawson, exguardia civil con pasado tormentoso, para que siga la única pista de la que dispone: una fotografía, de pura chiripa, con Nicolás y sus cuatro supuestos compañeros de viaje.

Un militar que acaba de desertar, un pluriempleado harto de todo, una prostituta francesa y un gitano adicto a múltiples sustancias que a todas horas pide «un cigarrito». No posan. De hecho, probablemente desconozcan que han sido inmortalizados. Aparecen al fondo, haciendo bulto sin querer tras unos recién casados celebrando su enlace hasta las tantas.

La idea de introducir el fenómeno de las ausencias inexplicables viene de lejos. Recuerda Toledano una entrevista a José Barrionuevo, ministro del Interior en tiempos de los GAL, en la que se le preguntaba sobre «los sucesos que más le perturbaban».

Cualquiera esperaría que se refiriese a los atentados de ETA. Sin embargo, mostró especial inquietud por el hecho de que «todos los días había desaparecidos, gente que se esfuma y no vuelve a aparecer jamás».

Bajo esa premisa, Catedral, légamo y magdalenas rememora además el viaje de don Mauricio, otrora obispo de Burgos que, por orden de Fernando III, se desplazó hasta el Sacro Imperio Germánico para recoger a Beatriz de Suabia, futura esposa del monarca.

«Me imagino esos viajes medievales en los que un obispo tenía que ir a un concilio o a buscar a una princesa. Gente montada en caballerías de diverso tipo, rodeada de una pequeña escuadra de soldados, cruzando durante jornadas y jornadas toda Europa. Me fascina por la cantidad de peligros y situaciones a las que estarían expuestos».

Aparte de Burgos, la trepidante trama de la novela transcurre por Francia, Escocia, Suiza y Alemania. 

Con Mauricio (el detective) y su hijo Gabriel, pastillero y lo que surja tratando de desintoxicarse, ni siquiera un vehículo de alta gama ni las comodidades a su alcance permiten esquivar los obstáculos que el autor les pone, convenientemente cuando toca, a lo largo de la historia.

París y Créteil en Francia, Thurso en Escocia, Zurich en Suiza y la colonia Suabia (guiño a la editorial de Toledano y María Jesús Jabato) en Alemania marcan el camino a seguir por padre e hijo, de pista en pista y con unos cuantos sobresaltos -últimos resquicios del fanatismo etarra inclusive- entre medias.

También afloran los conflictos entre ambos, el pasado que no fue y los reproches que posteriormente se escupen cuando la cuerda, de tanto tensarse, a punto  está de romperse. He aquí de nuevo ese contraste que envuelve toda la novela. Afortunadamente, el Arte con mayúsculas concede ciertas treguas bajo la atenta mirada del Gótico disperso por Europa.

Obviamente, los enclaves por los que transcurre la búsqueda de Nicolas Doncel Yélamo (quién sabe si El filósofo bajo los castaños) no obedecen al azar. La elección de Thurso, también presente en El Reloj (Gran Vía, 2019), trae a la memoria de Toledano aquel viaje, en compañía de unos amigos, a una pequeña localidad al norte de Escocia, de unos 6.000 habitantes, donde el frío calaba hasta los huesos en pleno agosto.

Hasta principios de los 90, muchos militares de cierto rango iban a los lupanares de San Esteban y «soltaban allí a los soldados».

Allí la rutina, en su máxima expresión, es un estilo de vida. «Lo único que hacían era trabajar en sus negocios y sus granjas y por la noche cantar folk en los dos pubs que hay en el pueblo. Se les veía contentos, pero todos los días exactamente iguales».

Fue entonces cuando el forastero, a miles de kilómetros de Burgos querido, reflexionó sobre «la importancia de nacer en un sitio u otro».

Realidad sin clichés

Como ya hemos comentado, Catedral, légamo y magdalenas describe las penurias de tiempos pasados en las calles del casco histórico. También las miserias morales que la noche agita cual cóctel.

La realidad, por mucho que se tape, acaba saliendo a la luz. Y no es de justicia que el paso del tiempo intente borrar su huella porque, nos guste o no, forma parte de la historia.

Quienes conocieron Las Llanas de los 80 y principios de los 90 saben de sobra que muchos militares de cierto rango visitaban asiduamente los lupanares de la zona de San Esteban y «soltaban allí a los soldados para que se desfogaran». Así era el ocio «varonil», por llamarlo de alguna manera.

Y no duda Toledano en contarlo, desde el testimonio de la prostituta Marianne, a través de un magistral pasaje que pendulea entre «lo lúgubre del acto y la visión de una Catedral que en el fondo también es negra». Aún con todo, el templo es capaz de abstraer con su belleza a una mujer que sufre en silencio -mientras finge placer con sus clientes- los caprichos de tan injusto destino.

Junto a los encuentros nocturnos entre payos gitanos, Toledano muestra la otra cara de un pueblo estigmatizado.

Tampoco edulcora la novela aquellos encuentros en la noche entre gitanos y payos. No obstante, tanto el personaje de Francisco Javier Gabane como la colonia Suabia muestran la otra cara, la que muchas veces no se quiere ver de un pueblo estigmatizado por múltiples estereotipos.

En cualquier caso, Toledano sale airoso desde la franqueza, la adaptación documentada del lenguaje y la omisión de  clichés carentes de sentido.

«frentes abiertos»

Culo de mal asiento, el escritor burgalés reconoce varios «frentes abiertos» en clave literaria. Le cuesta decidirse, aunque ve factible empezar por un ambicioso proyecto donde los objetos y la fotografía reivindican el pasado, presente y futuro de su tierra natal.

No descarta el escritor rescatar a Carolina, de 'El reloj', para ver cómo  se desenvuelve en «una trama única en Las Llanas».

En paralelo, tampoco descarta rescatar a algún personaje de su última novela. Y podría ser cualquiera, o varios a la vez. Del mismo modo, le seduce la idea de llamar a Carolina, la «fascinante» camarera de El reloj, para ver cómo se desenvuelve en «una trama única en Las Llanas».

Sea como fuere, Toledano se lo toma con calma. Bien viene un «reseteo» tras una obra «cocida a fuego lento». Lo bueno, advierte, es que no jugó todas sus cartas con el tema de los desaparecidos. Mal que pese, esta clase de sucesos suelen potenciar el olfato e inspiración de autores inquietos. 

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