FERIA DEL LIBRO 2022
Ángel Martín: «Me he desprendido absolutamente de todos los miedos»
De repente su cabeza hizo «crec». No lo vio venir. Y tampoco se alarmó cuando su cabeza creaba un sinfín de tramas y subtramas. Por fin todo encajaba, hasta que saltaron las alarmas y acabó ingresado en un psiquiátrico en 2017. Ahora, de firma en firma con ‘Por si las voces vuelven’, ayer expuso su vertiginoso y valiente testimonio en la Feria del Libro
Aprendió a descifrar el universo. De hecho, conversó con él y con la muerte hasta convencerles de que existía la posibilidad de «crear una nueva dimensión». Se le fue la olla, hablando en plata. Y lo cuenta, con templanza y desde cierta distancia, por si algún día vuelve a caer. También para ayudar a quien lo necesite mientras advierte (negro sobre blanco y en persona) que «lo verdaderamente duro de volverse loco es la recuperación de la cordura».
Pregunta- Loco. Suena fuerte, pero es lo que hay. ¿En qué momento tuvo claro que debía dar el paso y contar su experiencia sin tabúes?
Respuesta- Cuando surge la posibilidad. No es algo que estuviera previsto desde hacía un tiempo. Simplemente, cuando Planeta contacta conmigo con la propuesta de escribir un libro. Creo que ellos pensaban más en una propuesta relacionada con las redes sociales o con la comedia a raíz del informativo. Me doy cuenta de que eso no me interesaba mucho, y de repente tengo la opción de escribir el libro que yo no encontré cuando más lo necesitaba.
Cuando salí del hospital después de sufrir el brote, me puse a buscar la experiencia de alguien que hubiese pasado por lo mismo y que hubiera remontado para tratar de saber cómo lo había hecho. Encontraba muchos libros relacionados con la química del cerebro y explicaciones médicas que no me servían para nada. Entonces, cuando Planeta me propone escribir algo me doy cuenta de que, justo en ese momento, soy un tipo que ha pasado por un brote y ha conseguido remontar. Así que pensé en escribir el libro que yo no encontré por si de repente hay alguien en la misma situación en la que yo estaba entonces buscando este libro. Fue una carambola de casualidades.
P.- «Solo hay cinco o seis personas que saben sobre qué estoy escribiendo, pero no tienen ni idea de qué estoy escribiendo exactamente». Imagino que la sorpresa sería mayúscula.
R.- No lo sé, no me he sentado con ellos a hablar de qué les ha parecido el libro. Sé que en mi entorno todo el mundo está contento de que lo haya escrito, pero no he hecho un trabajo de investigación. Para nada.
«Cuando alguien charla conmigo lo hace con la libertad y la tranquilidad de saber que no le voy a a juzgar».
P.- ¿Siente que el estigma es menos estigma desde que salió el libro?
R.- No soy la persona indicada para saber si eso está sucediendo o no, porque al estar hablando precisamente de esto, y en las firmas hablo con gente que ha pasado por algo así, digamos que en la burbuja que nosotros estamos creando alrededor del proyecto de Por si las voces vuelven ese estigma no existe.
Cuando alguien intercambia unas palabras o charla conmigo en redes lo hace con la libertad y la tranquilidad de saber que no soy alguien que le vaya a juzgar. Por lo tanto, no sé cómo está siendo ahora mismo fuera de ese entorno; si alguien de repente va a su trabajo y dice que necesita una baja por depresión o que está yendo al psicólogo... No sé cuál es la dimensión social, pero sé que en mi entorno, con la gente que viene a las firmas, podemos hablar sin ningún tipo de pudor porque sabemos por lo que hemos pasado y en qué momento puede estar cada uno.
Cultura
Programación de la Feria del Libro de Burgos 2022: Autores y actividades paralelas
DIEGO SANTAMARÍA
P.- Le llegarán a diario decenas (como mínimo) de testimonios y agradecimientos. ¿Cómo los recibe?
R.- Es bonito el hecho de que te escriban para contar sus impresiones sobre el libro y para qué les ha servido. No siempre es gente que ha pasado por procesos así, también hay mensajes de personas a las que les ha servido para entender a gente cercana que está pasando por procesos de ese tipo o que a lo mejor se sienten identificadas con algunas cosas y les ha ayudado a tomar decisiones y no caer. También sirve para explicar a otros lo que alguien está sintiendo en este momento porque a lo mejor no encontraba las palabras exactas. Hay un poco de todo.
«Creo que hay un día en el que la cabeza dice 'no puedo más', una gota que desborda el vaso».
P.- Pone bastante el foco sobre el entorno. ¿Pasa desapercibido el hecho de cómo pueden sentirse las personas de alrededor?
R.- El entorno es importante, pero no solo cuando te rompes. De todas formas, lo verdaderamente importante es que priorices el estar bien tú, despreocupándote de cómo se estarán sintiendo los demás. Lo que no puede ser es que quien se tiene que recomponer encima tenga que estar con la presión de ver cómo habla con su entorno. Bastante mierda tienes tú como para tener que ir con cuidadito. Cada uno tiene que asumir el personaje que le ha tocado jugar durante un proceso de este tipo.
Es una mierda, pero todo el mundo tiene que ser consciente, y consecuente, del lugar que le va a tocar ocupar. Y el entorno tiene que entender que la persona no sabe dónde está, que está perdida y se le ha roto la vida. Por eso creo que es importante entender, por parte del entorno, que nada de lo que suceda durante ese proceso es personal: nada de lo que se diga ni nada de lo que se haga.
P.- La escena de la bañera, el origen de todo, revela la sutileza con la que emerge la locura.
R.- No creo que sea el origen, fue el momento en el que todo se desborda. Dudo que alguien pueda llegar a detectar, a menos que tenga un evento trágico que le rompa la vida en dos de la noche a la mañana, cuándo una cabeza empieza a irse a otro sitio. Todos vamos tragando, aguantando cosas que no tendríamos por qué aguantar, callándonos cosas que no tendríamos por qué, emociones que no sabemos gestionar y las escondemos... Simplemente, creo que hay un día en el que la cabeza dice «no puedo más», hay una gota que desborda el vaso y decide irse a otra zona.
Es cierto que en el momento de la bañera se desbordó todo, cuando empecé a hablar con mi yo del futuro en otras frecuencias, con mi yo del pasado, a crear cajas fuertes... De repente, el mundo empezó a encajarse. Por eso creo que hay que poner mucha prevención, porque esto arranca en algún momento que vamos a ser incapaces de descifrar. Igual arranca el día que en el colegio, con 8 años, te pegó alguien, te avergonzaste y decidiste que no te ibas a relacionar mucho.
P.- ¿Se ha parado a pensar alguna vez qué hubiera pasado si el brote se hubiese desencadenado en su época de mayor apogeo televisivo? Con Sé lo que hicisteis u Órbita Laika, por ejemplo.
R.- Nunca me lo he planteado, no tengo ni idea.
¿Han vuelto las voces tras la salida del libro? «Está todo bajo controlado desde hace tiempo».
P.- Habla mucho sobre el miedo. Cuando aparece el señor Gris tras su ingreso y le cuesta contárselo a su psiquiatra; o cuando pierde el miedo a la muerte tras charlar con ella. Da la impresión de que en ambos casos ha sido un proceso liberador.
R.- Me he desprendido de absolutamente de todos los miedos. Pasar por algo así te hace, por lo menos a mí, ser consciente de que es absurdo tener miedo. Vivimos la mayor parte del tiempo preocupados por unos miedos que nunca suceden y el que sucede no estaba en tu lista. En mi caso, acabar en un psiquiátrico por sufrir un brote no es algo que estuviera en esa lista de miedos. Jamás pensé qué haría yo si un día se me pirara la cabeza, acabara ingresado y al salir hubiera perdido mi personalidad y no supiese quién soy. Ese es, precisamente, el miedo al que me he tenido que enfrentar.
Cuando te sucede algo así, lo primero que decides (al menos yo) es dejar de gastar energía en tener miedos. Cuando suceda un imprevisto te enfrentas a él, lo solucionas y a otra cosa. Si ocurre algo trágico, quieras o no se va a convertir en tu prioridad.
P.- «Que les follen a los otros». Me encanta esta frase dirigida a quien teme que se le pierda el respeto si cuenta lo que le pasa.
R.- Nos hacen creer que tenemos que preocuparnos muchísimo por los demás. No tienes que estar preocupado por lo que piense fulanito o menganito. Si cuando tienes un problema, el hecho de mencionárselo a alguien hace que ese alguien te ponga una etiqueta que encima te va a complicar un poco más la existencia, claramente ese alguien es un gilipollas al que no necesitas tener cerca. Vivir con ese agobio a mencionar que te ha pasado no sé qué a alguien a quien tú se lo quieras mencionar te da una pista de que esa persona no es sana para estar en tu vida. Yo en mi vida quiero gente a la que le pueda contar cualquier problema sin la sensación de que me va a poner una etiqueta rara.
Hay mucha tendencia a decir «pobre, lo que le ha pasado» o «los tuyos cómo lo estarán pasando». ¿Cómo que pobrecitos los míos? Pobrecito yo, que soy al que le está pasando esto.
P.- ¿Han vuelto las voces tras la salida del libro?
R.- Está todo bajo controlado desde hace tiempo (ríe).