El Correo de Burgos

ARTE

El retablo de Vileña, pieza destacada en el Museo de Burgos

Este mueble salido del taller de Pedro López de Gámiz está emparentado con los retablos de Santa Clara y Santa Casilda de Briviesca / Las esculturas de bulto son obra de Juan de Anchieta

El retablo de la Asunción de Vileña se puede visitar en la salla III de Bellas Artes del Museo de Burgos. DARÍO GONZALO

El retablo de la Asunción de Vileña se puede visitar en la salla III de Bellas Artes del Museo de Burgos. DARÍO GONZALO

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La grandeza histórica y conventual del monasterio cisterciense de Santa María la Real de Vileña se pierde en la noche de los tiempos. Fue fundado por reina Urraca López de Haro -viuda del rey Fernando II de León y cuyo sepulcro se puede contemplar en el Museo del Retablo de San Esteban- a principios del siglo XIII. Su historia se cerró abruptamente en 1970, con un incendio que lo dejó en una lastimosa ruina. A día de hoy quedan en la localidad burebana algunos muros de piedra y adobe que ejercen como testigos fantasmales de un cenobio que a lo largo de los siglos tuvo estrechas relaciones con abadías tan poderosas como las Huelgas de Burgos o San Salvador de Oña.

El monasterio de Vileña vivió su época de esplendor en el siglo XVI. En 1581 las monjas recepcionaron un encargo muy deseado por la congregación: el retablo de la Asunción de la Virgen, una obra que salió del taller del, en esos momentos, prestigioso Pedro López de Gámiz. La fama de este artista, natural de Barbadillo de Herreros y que tenía su obrador en Miranda de Ebro, germinó al hacerse cargo del monumental retablo de la iglesia del convento de Santa Clara de Briviesca tras la muerte de Diego Guillén, primer contratista de este imponente mueble de madera de nogal y casi 24 metros de altura patrocinado por la potentada familia de los Velasco.

Cuerpo central del retablo con san Bernardo (izq.), la Asunción y san Benito. DARÍO GONZALO

Cuerpo central del retablo con san Bernardo (izq.), la Asunción y san Benito. DARÍO GONZALO

La grandiosidad del diseño -muy influenciado por el diseño de Gaspar Becerra para el retablo mayor de la Catedral de Astorga y que, para algunos investigadores, fue autor de la traza- y los volúmenes miguelangelescos de la esculturas convierten a esta pieza briviescana en uno de los iconos del Romanismo español. El ‘Escorial de los retablos’, como se le conoce popularmente.

Según según explica el catedrático de la Historia del Arte de la Universidad de Valladolid Luis Vasallo Toranzo en su estudio Juan de Anchieta. Aprendiz y oficial de escultura en Castilla (1551-1571), el retablo de Vileña fue contratado y ejecutado seguidamente a los del monasterio de Santa Clara y de Santa Casilda, que se encuentra en la excolegiata de Santa María también de Briviesca. También apunta que la obra que protagoniza ‘la pieza destacada’ del Museo de Burgos no ha sido tan valorada como los otros dos por ser el único de estos citados que está policromado -y la pintura ha escondido parte de la finura de la talla- y por la mayor convencionalidad de la composición del retablo.

Para las tres imágenes de bulto -la Virgen, san Benito y san Bernardo-, López de Gámiz volvió a contar con el escultor Juan de Anchieta. Este artista aizpeitarra es considerado una de la mayores figuras del Romanismo español, un estilo que imitaba los modelos romanos de genios del Renacimiento como Miguel Ángel o Rafael, donde destacan las fuertes anatomías humanas y la monumentalidad de las formas.

La Asunción y uno de los angelotes que la rodean. DARÍO GONZALO

La Asunción y uno de los angelotes que la rodean. DARÍO GONZALO

La imagen de la Asunción sigue el modelo de Astorga -donde también pudo trabajar Anchieta- y otras dos obras donde sí intervino con seguridad el artista vasco: Santa Clara de Briviesca y el retablo mayor de la Catedral de Burgos, obra que dirigieron los hermanos Rodrigo y Martín de la Haya. Esta composición escultórica fue repetida y copiada durante décadas por toda Castilla.

Las imágenes de san Benito y san Bernardo -personajes fundamentales en la historia de la orden del Císter a la que pertenecía el monasterio de Vileña- de este retablo destacan por la majestuosidad de sus ropas y por unos rostros orantes que miran hacia lo alto, como señala Vasallo Toranzo. El calvario del retablo se expone en una pared anexa al no caber la pieza completa por su gran altura.

Esta interesantísima obra del siglo XVI, que tras su salida del monasterio de Vileña llegó al Museo Arqueológico Nacional de Madrid, permanece en depósito en el Museo de Burgos, donde se puede admirar en la sala III de la colección de Bellas Artes.

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