El Correo de Burgos

ESCULTURA

Fernando Arahuetes: Luz en la oscuridad, ternura que se palpa

Dos años y medio después de su aplazamiento por la pandemia, el artista burgalés muestra al fin su escultórico ‘Segundo Acto’ en la sala de exposiciones de Cajaviva

Fernando Arahuetes, el día antes de inaugurar su exposición de escultura 'Segundo Acto'. SANTI OTERO

Fernando Arahuetes, el día antes de inaugurar su exposición de escultura 'Segundo Acto'. SANTI OTERO

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La maldita pandemia aplazó el Segundo Acto. Y no fueron 15, sino 17 años los que ha tenido que esperar Fernando Arahuetes para exponer su arte sobre calizas blancas y rojas. Piedras señoriales, aparentemente ajenas al paso del tiempo, talladas con mimo y pasión. Imaginación al poder, fantasmagórica belleza en seres que, a pesar de su aspecto, son capaces -como su propio creador- de sacar «la luz de las cosas oscuras».

La ansiada muestra de Arahuetes abre hoy sus puertas, por fin, en la sala de exposiciones de Cajaviva hasta el 11 de diciembre. Más que llover, mucho ha tronado desde marzo de 2020. Arahuetes sufrió un derrame cerebral que le mantiene postrado en una silla de ruedas. El camino hacia la recuperación será duro, qué duda cabe, pero en su entorno saben que recobrará su impronta porque aún no ha dicho su última palabra. Ni esculpido la última talla ni firmado el último cuadro.

Lo importante, aquí y ahora, es que esta muestra supone «la vuelta a la vida cultural de Fernando». Aunque tampoco es un regreso como tal, pues no ha dejado de exponer junto a sus compañeros del Gremio de Autores Plásticos (GAP). Los mismos que ayer, a media mañana, se afanaban ubicar cada pieza en su sitio. En esta gran familia van todos a una. También Noemí Oca, mujer de Arahuetes y orgullosa seguidora de un artista que, sobre piedras, «siempre ha sacado a los monstruos una parte dulce, tierna».

Llegó la pandemia, como decíamos al principio, y él se lo tomó con filosofía. «Es muy tranquilo, no se llevó ningún tipo de disgusto y se puso a hacer alguna más». De su creativa mente surgió un ave fantástica que hipnotiza al espectador en un abrir y cerrar de ojos. Porque de eso se trata, de captar atenciones de inmediato a través de miradas penetrantes bajo múltiples formas. Dragones, gárgolas, serpientes, arqueros, monjes medievales... Personajes dignos de la mejor novela fantástica en manos de un cantero excepcional que siempre se ha guiado por lo que «la piedra le iba diciendo».

En un momento dado de la conversación con Oca, justo cuando describe los «morritos y ojitos dulces» de estos seres mitológicos con identidad propia, Arahuetes se emociona. Sus lágrimas lo dicen todo y sus compañeros del GAP lo saben. A nadie se le escapa, y muchos menos a su mujer, que incluso «en lo más duro, Fernando siempre saca algo muy bonito». Y «con mucha luz», valga la redundancia.

En su momento, se planteó «poner la sala a oscuras totalmente y que la gente solo se acercara tocando las piezas, que se quedara tiempo sintiendo».

Si algo pretende el autor con la veintena de obras que ahora expone es que «la gente sienta», que cada cual descubra «qué parte de sombra te despierta para que la dejes ir». Para sentir, apunta Oca, «la muestra incita a tocar». Con cuidado, por supuesto, pero sin la distancia que se presupone en cualquier cara a cara con el arte en sala.

Tal es el afán de Arahuetes por fomentar el contacto estrecho entre público y obra que en su momento se planteó «poner la sala a oscuras totalmente y que la gente solo se acercara tocando las piezas, que se quedara tiempo sintiendo». Y aunque parezca una locura, tiene su sentido porque siempre tuvo claro que «el arte es la sensación, dejar a un lado la mente y acercarse al corazón de las piezas».

Con el deseo y el empeño de su pronta recuperación, el Segundo Acto de Arahuetes salda una deuda pendiente con la escultórica faceta de un genio que no se rinde. Las obras, por cierto, están al venta junto a los catálogos de la muestra. Desgraciadamente, resurgir cual Ave Fénix en estas circunstancias es costoso tanto humana como económicamente. Lo bueno, en este caso, es que la esperanza jamás se va a perder. 

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