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LITERATURA / FERNANDO NAVARRO

Un mágico western de fantasmas

El guionista granadino Fernando Navarro (‘Toro’, ‘Verónica’, ‘Bajocero’) presenta este jueves en Burgos ‘Malaventura’ (editorial Impedimenta), su debut en la narrativa y obra ganadora del XIX Premio Setenil. Será en el salón de actos de la Fundación Círculo de plaza de España a partir de las 20 horas

El escritor y guionista Fernando Navarro. ALFREDO ARIAS

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Burgos

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«Llevo muchos años trabajando en Malaventura. Y me animó mucho ver el éxito reciente de otros libros con esa misma atmósfera de western como A lo lejos de Hernán Díaz y Basilisco de Jon Bilbao, ambos editados por Impedimenta. Cuando lo terminé, no tuve duda a qué editorial lo debía enviar», comenta con simpatía Fernando Navarro (Granada, 1980) sobre esta ‘trilogía involuntaria’ del nuevo western que ha publicado el sello madrileño.

Planear sobre las decenas de referencias, literarias, musicales y cinematográficas que sobrevuelan las páginas de Malaventura es un viaje a una Andalucía oriental alimentada de leyendas y mitos que van de las letras de José Ignacio Lapido a las canciones Enrique Morente y del cine de Quentin Tarantino al de Sergio Leone, pasando por el universo de Federico García Lorca y su alargada sombra cultural.

«La psicología de los personajes es un reflejo del paisaje que moran: tristeza, desamparo, desesperación, resignación... todo está influenciado por el lugar en que transcurren las historias»

Las historias de Malaventura fueron germinando en la mente de Navarro cuando el recuerdo de esas películas de indios y vaqueros que tanto le fascinaron de niño se mezclaron con su trabajo diario con la palabra como guionista de cine y televisión. «El gusto por el western suele nacer en la infancia, con esas películas que veíamos en casa. En mi caso, también por esos lugares que visité de pequeño como el desierto de Tabernas, las cuevas y la estación de Guadix... Fue mi manera de acercarme a los mitos. Por otro lado, la fascinación por esos paisajes rojos siempre ha estado ahí», apunta Navarro.

Si hay un género que es propio del séptimo arte es el western que, a veces, ha brincado con fortuna a la literatura en sus más diversos estilos y variantes. «El western está desnudo de ruido, no suele haber subtramas, es un mundo con unas reglas muy precisas que a veces saltan por los aires... Pero luego hay obras que han dado una vuelta de tuerca al género, reinventándose con otro enfoque, que a mí me interesan mucho y que he querido plasmar en mi novela», indica el escritor. «Soy más lector y oyente de música que espectador, aunque me gusta mucho el cine, porque básicamente en mi oficio de guionista lo que uso son las palabras. Leo de todo, pero por mis gustos y el tipo de guiones que escribo por mis manos pasa mucho género y ‘literatura de derribo’».

El autor señala que le ha salido «un western de fantasmas», donde combina el género sembrado en el ‘far west’ americano con el de terror, «que es lo que más me gusta», asevera este guionista que ha trabajado con directores como Jaume Balagueró o Paco Plaza, dos de los realizadores más destacados del fantástico español.

Portada de 'Malaventura'. IMPEDIMENTA

«El western que a mí me gusta no es tanto el western puro, aunque me encanten clásicos como Centauros del desierto o Río bravo, sino unos más mestizos, fuera de la edad clásica», señala Navarro y añade algunos títulos como El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone, 1966), «mi película favorita, seguramente», Condenado a vivir (Joaquín Romero Marchent, 1972),  A través del huracán (Monte Hellman, 1966) o Django (Sergio Corbucci, 1966).

Miedos y silencio

Uno de los grandes hallazgos de Malaventura es cómo ha plasmado el autor en sus páginas sentimientos y acciones que visualmente tenemos grabadas en nuestra memoria porque son clásicos momentos en una película del oeste. Pero ponerlos negro sobre blanco es otra cosa. A través de la páginas de su novela, Navarro desparrama silencios inquietantes, el miedo, la rabia y el dolor de sus personajes, la soledad de unos lugares desérticos y vacíos... Para ello, se agarra a una sintaxis dura, seca, con textos mordidos hasta el tuétano y teñidos -color sangre- de un lirismo cruel.

«Es un tiempo estancado, sureño, que no sabes muy bien en qué época estás porque no ha mutado en muchos años... Si conoces los paisajes donde he desarrollado Malaventura, no es muy difícil escribir sobre ellos... Adentrarse en el desierto es una inmersión totalmente sensorial».

«Hay westerns que han dado una vuelta de tuerca al género, reinventándose con otro enfoque, que a mí me interesan mucho y que he querido plasmar en mi novela»

La geografía humana de la novela de Navarro está poblada de buscavidas, trapaceros, desgraciados, asesinos... muchos de ellos bautizados por el autor con apelativos tan sonoros como Dieguico el Morato, Grabiel, la Jacoba o el Mellizo. «La psicología de los personajes es un reflejo del paisaje que moran: tristeza, desamparo, desesperación, resignación... todo está influenciado por el lugar en que transcurren las historias. Y esos nombres, la forma en que hablan, en que bromean, los diminutivos... es un reflejo de la vida real que le da autenticidad al texto. Yo hablo un poco así como ellos y muchos amigos mías tienen ‘alias’ como estos personajes», indica entre risas.

Hablar de Granada es sentir a Federico. Y Malaventura no se puede escapar del embrujo cultural y mágico del autor de La casa de Bernarda Alba. «La influencia de Lorca no lo es tanto por su poesía, pero sí de su manera de sacar a la superficie personajes que estaban en el ‘underground’ como gitanos, guardias civiles, toreros, cantantes de flamenco... con cierta romantización de esa pobreza a la vez violenta, salvaje y mítica. En ese sentido, Lorca y Leone no están tan lejos», explica. «Muchos leíamos a Lorca en Granada por ser obligatorio en el colegio, hacer la ‘ruta de muerte’ de sus últimos días de vida... Pero para mí también fue por el disco Omega de Lagartija Nick y Enrique Morente, que volvió lorquiana a toda mi generación», concluye y confiesa que algunos de los títulos de los capítulos de la novela están inspirados en letras del cantaor granadino.