El Correo de Burgos

HISTORIA

Isabel de Osorio. Vida y leyenda de la Dama de Saldañuela

En este 2022 se conmemoran 500 años del nacimiento de Isabel de Osorio, dama en la corte de los Austrias que, tras mantener una larga relación con el rey Felipe II, fue dueña de un gran señorío en el alfoz de Burgos

Fachada sur del palacio de Saldañuela. Toda la balconada del primer piso pertenecía a la alcoba de doña Isabel. SANTI OTERO

Fachada sur del palacio de Saldañuela. Toda la balconada del primer piso pertenecía a la alcoba de doña Isabel. SANTI OTERO

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A lo largo de las siguientes líneas sonarán laúdes, vihuelas, clavicordios y composiciones para órgano del maestro burgalés Antonio de Cabezón. También un estrépito de cascos de caballos por los polvorientos caminos de Castilla, espadas cuyos filos cortan el viento y palabras de amor susurradas en lóbregas alcobas. Una atmósfera sonora ideal para narrar la historia de una mujer que ha protagonizado más páginas en la leyenda -a menudo, negra- que en la historia oficial de España: Isabel de Osorio.

Este año que agoniza se cumplen cinco siglos del nacimiento de esta burgalesa que finalizó sus días distinguida por sus partidarios como ‘la Dama de Saldañuela’. Sus detractores, como es bien conocido, la tacharon para los restos como ‘la puta del rey’ Felipe II. Y, como es habitual en el transcurso la ‘machistoria’ española, el segundo apelativo acabo sepultando al primero. Tras tantos siglos de tierra e inmundicia echada sobre la biografía de ciertos personajes, es difícil quitar de sus lápidas la hojarasca y la mugre tóxica acumulada en la memoria popular. Sirvan las siguientes líneas como escoba de brezo sobre la equívoca fama de Isabel de Osorio.

Nació en Burgos en 1522. Su padre, Pedro de Cartagena y Leiva, fue señor de Olmillos y regidor de la Caput Castellae. Su madre, María de Rojas, descendía de un poderoso linaje del cual destacaron tres obispos: el judío converso Pablo de Santa María, el líder comunero Antonio de Acuña y el padre de este último, Luis de Acuña y Osorio, que fue consejero real y uno de los prelados más importantes de la historia del obispado burgalés, clave en el fulgor artístico que hizo prosperar a la Catedral en la segunda mitad del siglo XV. Toda esta alcurnia fue detallada pormenorizadamente en un estudio por Teófilo López Mata.

Escudo de Isabel de Osorio en la escalera interior del palacio. SANTI OTERO

Escudo de Isabel de Osorio en la escalera interior del palacio. SANTI OTERO

Tras el fallecimiento de sus padres, quedó al cuidado de su tío Luis de Osorio, del que finalmente tomó su apellido. Con dicho orgullo heráldico, accedió muy joven a la corte y ejerció como dama de la emperatriz Isabel de Portugal. Tras la muerte de la esposa de Carlos V en 1539, sirvió en la casa de las infantas Juana y María de Austria. Fue en esa época cuando las miradas de Osorio y Felipe comenzaron a cruzarse en jardines, patios de caballos y rincones de aposentos. Tras una intermitente convivencia, dados los continuos viajes que hacía el futuro rey por motivos políticos, entre la joven burgalesa y el príncipe adolescente arraigó el deseo y el fuego.

A pesar de la discreción de los amantes y el posible silencio cómplice de las infantas, todo se sabía en los pasillos de palacio, donde siempre había gatos con el ojo avizor y ratones con el oído alerta. Según señala el hispanista Geoffrey Parker en Felipe II: La biografía definitiva (Planeta, 2010), dos textos evidencian el idilio mantenido por la pareja: el poema anónimo -atribuido por algunos autores a Diego Hurtado de Mendoza, supuesto rival del rey por los amores de Osorio- intitulado Sobre los amores que el príncipe don Felipe, rey nuestro, trata con una dama de la infanta doña Juana, y llamase Isabel de Osorio, y el Tratado del príncipe instruido, escrito por Francisco de Gurrea y Aragón en 1615. En ambas narraciones se asevera que Carlos V estuvo al tanto de esta relación y que don Felipe allanó el futuro económico y social de doña Isabel. También hay que acentuar que en todas las crónicas de la época, de una trinchera u otra, se destaca la inteligencia y preparación de doña Isabel así como su incuestionable belleza, atributos magníficos que muchos no supieron digerir.

«Sin duda Felipe ardía de pasión por ella pero también se convirtió, poco a poco, en alguien a quien contar sus preocupaciones, intercambiar lecturas, hablar de música... Así, el deseo se convirtió en amistad y complicidad sin que dejara de avivarse la llama», podemos leer en la novela Felipe. Heredarás el mundo (Ediciones B, 2015) del escritor y guionista Javier Olivares (Isabel, El Ministerio del Tiempo).

Enredos de palacio

La relación entre Isabel de Osorio y Felipe II duró casi veinte años. Según algunos historiadores, el vínculo entre los amantes se rompió cuando Felipe II contrajo matrimonio con su tercera esposa, la francesa Isabel de Valois, en 1559. En ese mismo momento el rey inició relaciones con Eufrasia de Guzmán, dama de su hermana Juana, un nombre más de la larga lista de amantes que yació en la cama del llamado ‘Rey Prudente’.

La joya pictórica 'Venus y Adonis', obra de Tiziano. MUSEO DEL PRADO

La joya pictórica 'Venus y Adonis', obra de Tiziano. MUSEO DEL PRADO

Los rumores que corrían en el reino sobre la pareja, siempre callados y subterráneos, eran muy variados. Algunos eran simples chismes de portería, otros muy pintorescos. Como ese que decía que la escalera del palacio de Saldañuela era muy ancha y la puerta de la alcoba de doña Isabel muy alta para que Felipe II pudiera subir hasta la habitación de su amada sin bajarse del caballo, ambos relinchando de prisa y pasión. O que doña Isabel quedó retratada en dos de los lienzos de la colección Poesías de Tiziano: Venus y Adonis y Dánae recibiendo la lluvia de oro. Esta serie de cuadros mitológicos fueron encargados por Felipe II al pintor italiano entre 1553 y 1562. La leyenda, bastante contrastada por los estudiosos, cuenta que las diosas representan a Isabel y el Adonis del primero a Felipe. También se aventura que el rey acarreaba con estas magistrales pinturas en algunos de sus viajes para tener siempre presente, aún en efigie, a su amada burgalesa.

La leyenda negra

«Ella inició al rey en los secretos de alcoba y, probablemente, le proporcionó algunos de los escasos momentos de felicidad de su existencia. Pagó un alto precio por ello. El de arrastrar el apelativo de ‘la puta del rey’», apunta la periodista arandina Mery Varona en la entrada que dedica a doña Isabel en su blog Nombres de mujer. Este vil apelativo surgió entre los pobladores de las inmediaciones del palacio de Saldañuela, contrarios al poder que había contraído doña Isabel con la compra de varias fincas en Cojóbar, Sarracín, Saldaña y Olmos Albos a Juan de Velasco, hijo natural del condestable don Bernardino. La dama fundó con aquellas propiedades un señorío donde gobernaba y administraba justicia contando con el respaldo del Felipe II en todo momento. El regimiento de Burgos y el Cabildo también se opusieron al enorme poder que Osorio alcanzó sobre sus dominios gracias a las prebendas reales y una gran cantidad de ducados donados por el rey.

La primera obra reseñable que comenzó a atizar las llamas de la leyenda negra contra el soberano fue la Apologie de Guillermo de Orange, publicada en 1580. En este famoso libelo, además de culpar al monarca de todo tipo de conspiraciones políticas, se revelaba que se había casado en la adolescencia con Isabel de Osorio -acusándole de bigamia- y más tarde haber asesinado a su esposa Isabel de Valois y a su hijo Carlos. Así lo señala Manuel Fernández Álvarez en Felipe II y su tiempo (Espasa, 1998), donde precisa que «la trama de Apologie dejó a Europa asombrada en la década de los 80» y que la obra del príncipe de Orange tildaba a «Felipe II como ‘el demonio del Mediodía’ por su poder monstruoso».

Busto de doña Isabel en un ventanal de la fachada norte. SANTI OTERO

Busto de doña Isabel en un ventanal de la fachada norte. SANTI OTERO

Otra publicación que atacó la buena fama del monarca español fue Relaciones, de su secretario Antonio Pérez. Publicado entre 1591 y 1593, Pérez ha pasado a la historia del reinado de Felipe II por los episodios conspirativos que protagonizó junto a Ana de Mendoza, la princesa de Éboli. Por último, y basado en los textos anteriores, el fraile portugués José de Teixeira publicó Anatomía de España, donde incidía en la relación clandestina ocurrida entre Isabel y Felipe, detallando que habían tenido dos hijos bastardos, Pedro y Bernardino. Algo, que por otra parte, según muchos autores fue verdad.

Isabel de Osorio vivió sus años de madurez a caballo entre su residencia de Torrejón del Rey y el palacio de Saldañuela hasta que la parca le visitó en 1589. En su abultada herencia -toda una fortuna, según los documentos que se conservan- se acumularon muchos miles de ducados, un buen puñado de fincas y una colección de joyas única. Se dice que muchas de ellas eran regalos que don Felipe le concedía cada vez que el destino les reunía en largos abrazos de amor y palabras de arrebato perpetuo.

«Este ambiente misterioso que envuelve a la Dama en su larga existencia, ha provocado desorientación y ha contribuido al eclipse de su personalidad y hasta de su nombre, reducido a un afrentoso vocablo. Sin embargo, el nombre de doña Isabel Osorio era más conocido de lo que nosotros creemos y su resonancia alcanzó paises muy alejados de la tierra burgalesa», concluye en su estudio sobre Osorio el historiador Teófilo López Mata.

Osorio en la ficción

Si en los estudios académicos la vida de doña Isabel ha ocupado apenas unas páginas entre la frondosidad política y bélica de su época, poco más ha sido su protagonismo en las obras de ficción. Y no será porque su vida no dé para rodar una gran película...

La actriz Irene Montalá interpretó a Isabel de Osorio en la serie 'Carlos, rey emperador'. RTVE

La actriz Irene Montalá interpretó a Isabel de Osorio en la serie 'Carlos, rey emperador'. RTVE

Apenas la novela de Mari Pau Domínguez Una diosa para el rey (Grijalbo, 2011) y la breve aparición en otras protagonizadas por Felipe II es la comparecencia de esta burgalesa en la literatura. La publicación de la obra de la escritora y periodista barcelonesa sacó a doña Isabel por una temporada del ostracismo popular. Parte del tiempo que dedicó la autora a investigar al personaje y su época la condujo hasta Burgos, Saldañuela y los pueblos del entorno que configuraron el señorío de Osorio. «Mari Pau estuvo en varias ocasiones en el palacio y sabemos que buscó mucha documentación sobre Isabel de Osorio para trabajar en su libro. También investigó en la ermita de Sarracín, donde se halla el lugar donde reposa doña Isabel junto a algunos descendientes», indica Enrique Ballesteros, administrador de la finca del Palacio de Saldañuela. «Años después de la publicación de esa novela, todavía llegan visitantes que la han leído muy interesados en conocer el lugar donde residió doña Isabel».

En cine y televisión, la presencia de la dama burgalesa ha sido prácticamente anecdótica. Quizá su mayor comparecencia en la pantalla se produjo en la serie de TVE Carlos, rey emperador (2015), protagonizada por Álvaro Cervantes y Blanca Suárez, en la que Isabel de Osorio fue encarnada en varios capítulos por la actriz barcelonesa Irene Montalá. En ellos se desarrolla la trama amorosa que vive con el príncipe Felipe, que interpretó Marcel Borràs.

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