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LITERATURA

La burgalesa María Velasco, finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León 2023

El jurado dará a conocer su veredicto el 22 de marzo / La viceconsejera de Acción Cultural, Mar Sancho, destaca la «capacidad de generar universos propios» de los diez autores seleccionados

María Velasco, única candidata burgalesa a los Premios de la Crítica de Castilla y León. MV

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Burgos

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Ha sido un «trabajo arduo», pero ya no hay vuelta de hoja. El jurado de la vigésima edición del Premio de la Crítica de Castilla y León ya tiene sobre la mesa a los diez finalistas que aspiran a obtener «uno de los reconocimientos más sólidos» de la Comunidad. Siete hombres, tres mujeres y una única candidatura burgalesa, la de la dramaturga y creadora escénica María Velasco.  

La flamante ganadora del Premio Max en la categoría de Mejor autoría teatral por su obra Talaré a los hombres sobre la faz de la tierra logró convencer a los doce  periodistas y críticos que conforman el jurado con Parte de Lesiones (La uña rota), una selección de cinco piezas extensas -Talaré, entre ellas- y tres más breves que, constituyen una «concepción sólida y unitaria del mundo dramático expresado en acciones diversas».

Lo mejor, según destaca la viceconsejera de Acción Cultural, Mar Sancho, es el afán de la literata burgalesa por seguir «transgrediendo los límites de los géneros e integrando el diálogo vivo e incisivo, el monólogo reflexivo, el ejercicio coral, el diario íntimo dramatizado, el aforismo y el poema».

Acompañada por el presidente del jurado, Antonio Álvarez Tejedor, Sancho anunciaba los nombres de los finalistas desde la sede del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (ILCyL), entidad promotora del certamen. De paso, aprovechaba para confirmar que el veredicto se dará a conocer el 22 de marzo. Lo qué aún está «por determinar», según ha precisado, es dónde y cuándo tendrá lugar la entrega del galardón. 

Mar Sancho con Antonio Álvarez Tejedor. SANTI OTERO

Atendiendo a las lecturas de los miembros del jurado a lo largo de 2022, cada uno seleccionó tres libros cumpliendo un requisito indispensable: que ninguno de los autores fuese de su misma provincia. De aquella «búsqueda incisiva» bajo criterios de «rigor y profesionalidad» emanaron «diez obras contundentes» que, a juicio de Sancho, demuestran la «buena salud literaria de Castilla y León»

Más allá de la «multiplicidad de géneros», desde la novela hasta el ensayo pasando por la poesía, la viceconsejera de Acción Cultural se enorgullece de la «fuente inagotable de autores» que atesora la región. Respecto a los finalistas, le parece especialmente remarcable su «capacidad de generar universos propios»

Una vez confirmada la criba, no queda otra que esperar. Si Velasco consigue llevarse el gato al agua, se convertirá en la tercera candidatura burgalesa que se alza con el Premio de la Crítica. Hasta el momento, tan sólo Óscar Esquivias con Inquietud en el Paraíso (2006) y José Antonio Abella con La sonrisa robada (2014) lo han conseguido. 

Los finalistas

Las obras seleccionadas, editadas en 2022, pertenecen a «autores consagrados y promesas de nuestras letras». No todos han nacido en Castilla y León, pero demuestran su vinculación con el territorio de distintas maneras, principalmente a través de sus páginas. 

«Habitual» del certamen y ya premiado en su momento, Antonio Colinas volvía el año pasado a la carga con Tratados de Armonía (Siruela), pura «reflexión poética» y «metafísica», por la vía del ensayo, donde el autor «aglutina aforismos, poemas en prosa, pensamientos, páginas de diario» e incluso «influencias culturales tanto próximas como orientales». 

A estas alturas, Santiago Lorenzo no necesita carta de presentación. El de Portugalete sorprendió nuevamente a sus lectores con Los asquerosos (Blackie Books). Sin pelos en la lengua, el escritor analiza la industria cinematográfica desde dentro antes de dar un giro de 180 grados en dirección a Ávila. De esta forma, el protagonista descubrirá «lo que de verdad importa» tras asumir una situación «a priori ingrata». 

Liturgia de los días (Un breviario de Castilla), editado por KRK, recoge las cartas del ornitólogo José Antonio Martínez Climent a un destinatario desconocido desde Cubillas de Santa Marta, concretamente desde una «casa solariega con jardín y vistas al Canal de Castilla». Así, el autor «desmonta tópicos y lugares comunes con una facilidad pasmosa» mientras «va descubriendo una tierra mesetaria desolada pero de una belleza única en su decadencia». 

Inmerso en su constante «exploración de nuevos lenguajes poéticos recuperando la tradición de la elegía», David Refoyo canta a su amigo Jero, fallecido en accidente de tráfico hace dos décadas, gracias a Redención (La bella Varsovia). Según remarca Sancho, el texto sobresale porque «denuncia la falsedad de nuestro mundo, que 'eliminó la muerte de nuestra educación sentimental».

Desde el mundo rural pero con una «visión diferente», desde «lo local a lo universal», Óscar García Sierra traza en Facendera (Anagrama) una «novela de corazas y miedos, de vidas y realidades, de sueños truncados y futuros oscuros» a ojos de aquellos jóvenes que se ven obligados a «sobrevivir en un entorno hostil». 

Con «prosa poética e impresionista», Tomás Sánchez Santiago se centra en las «cosas cotidianas», en lo más «insignificante» en apariencia, para convertir con su literatura cualquier hecho simple en «trascendente y victorioso». En La Belleza de lo pequeño (Eolas Ediciones), el autor demuestra que, en esta vida, «no se trata solamente de tamaños, sino de algo más que tiene que ver con la aparente falta de importancia». 

Séptimo arte desde la «imaginación de los poetas». Así es el viaje que plantea Ezequías Blanco a través de las páginas de Algo tendrá que ver el cine (Los Libros del Mississippi). Un delicioso poemario que habla, de tú a tú, sobre «pérdidas, aflicciones y horizontes» valiéndose de distintos recursos, «desde la ironía a lo melancólico», para visualizar una gran pantalla que se nutre de lo «imprevisible de lo semántico y el regusto de lo aleatorio». 

Treinta y dos relatos breves que arrancan con una cita de Rainer María Rilke. En Solo triste de oboe (Castilla Ediciones), Yolanda Izard brinda al lector una «transición luminosa hacia la belleza y la infancia» sin dejar a un lado el «dolor físico y espiritual que culmina en el sosiego». Algo similar, salvando las distancias, a una suerte de «camino ascético hacia la iluminación». 

Violeta Gil se mete en la piel de tres generaciones, con sus «heridas, secretos y destinos», para volver sobre los pasos de aquellos «caminos olivados» que se documentan de diferentes maneras. Llego con tres heridas (Caballo de Troya) evoca a muchas cosas, a la vida yl a muerte, al amor y al desamor. A un sinfín de sentimientos que «atraviesan de manera doliente y esclarecedora las páginas de esta ópera prima de autoficción».