EXPOSICIÓN
Las voces del pasado que nunca se apagan
La artista burgalesa Mayte Santamaría expone su proyecto (sonoro y visual) ‘Common People’ en el Museo de Salamanca / Su próxima propuesta, ya en marcha, se centrará en los «silencios de colores»
Los recuerdos se evaporan para siempre si nadie los evoca. La España vaciada -de gente, jamás de cultura- se contrae en una sociedad cada vez más urbanita donde prima lo inmediato. Proteger un legado que se pierde resulta obviamente necesario. Y también puede ser arte. En manos de la burgalesa Mayte Santamaría, el objetivo se manifiesta sin aspavientos pero con conciencia. Common People, reflejo sonoro y visual de un pasado rural no tan lejano, se nutre de lo aparentemente añejo bajo un aura de glamour como el que envuelve -o envolvía- a las grandes estrellas del rock.Ni de lejos imaginaba Santamaría lo que estaba por venir, a principios de febrero de 2020, cuando presentó en sociedad su propuesta en el Centro de Arte Caja de Burgos (CAB). Por suerte, la muestra sobrevivió al covid, su estancia se prorrogó y después se ha dejado querer en distintos lugares. Ahora le toca el turno al Museo de Salamanca. Hasta el 16 de abril, Common People seguirá generando reacciones diversas. Como las de quienes rememoran «algunos recuerdos de los veranos en el pueblo» o las de aquellos, más jóvenes, que asisten incrédulos y curiosos al espectáculo.Le consta a Santamaría que la exposición está «funcionando». Entre la Semana Santa y alguna que otra visita -guiada o de alumnos de Bellas Artes-, las voces, ondas y onomatopeyas de Common People dan que pensar al oyente-espectador. De fondo, a los más avezados les vendrá a la cabeza la canción de Pulp que da título a este trabajo. A quien le ocurra, acierta de pleno con las intenciones de la artista cuando bautizó la obra.Llegados a este punto, Santamaría recomienda «no quedarse simplemente con el documento etnográfico». Si algo pretende, aunque sea de «manera irónica», es «dar valor» a todos esos hombres y mujeres de los pueblos que se partían el lomo de sol a sol o bajo la lluvia. Sus ecos, silenciosos o silenciados, reviven en un proyecto con vocación de «llegar a todos los públicos».El planteamiento, recuerda la autora, surgió a raíz de Agosteros de sonidos empolvados. Gracias a una beca de la Fundación Villalar, profundizó en las raíces del Burgos rural con el objetivo de que «las nuevas generaciones pudieran recordar y compartir con sus abuelos o padres todos esos sonidos del pasado». Realizó actividades con mayores en ocho municipios, recabó testimonios, penas o alegrías y trazó un sendero que no piensa desandar.Quizá luchar contra la despoblación sea una «utopía», pero «todos podemos aportar nuestro granito de arena» de forma «tanto individual como colectiva». Reflexiones aparte, Santamaría sabe que el arraigo artístico en Castilla y León depende, como en tantos otros lugares, de «las posibilidades de cada sector». Lo bueno, según percibe, es esa «vuelta al folclore» que se palpa en diferentes disciplinas. Aún con todo, lamenta que «en otras comunidades autónomas el apoyo es mayor».Entretanto, la creadora burgalesa ya trabaja en su próximo proyecto. De hecho, está medio en marcha gracias a la limitadísima tirada -por ahora- de un cuento autoeditado. Es el principio de algo más amplio sobre lo que apenas da detalles. Avanza, eso sí, que todo gira en torno a los «silencios de colores».