Folclore tradicional
Pandereta, el ritmo de antaño que sigue muy vivo
Una veintena de aprendices del golpe de pandereta en la Asociación Cultural Gavilla recuperan el tañir de antaño entre las vetustas piedras de la sala capitular del Monasterio de San Juan como celebración de fin de curso
Empezaron siendo un pequeño grupo de apasionadas del folclore con ganas de aprender ritmos a golpe de pandereta. La pandemia les pilló en mitad del primer curso pero resistieron. Como el cuero y las sonajas de la pandereta que se resisten al silencio. «Nos hemos atrevido a salir de nuestra zona de confort, salimos de la sede donde damos la clase y es un amanera de que todos ellos cojan confianza porque no es lo mismo hacerlo en el local de ensaño que salir fuera, con un público que nos va a ayudar a coger seguridad y confianza», explica la profesora de pandereta, folclorista convencida y responsable del Grupo Tradicional Gavilla, María Victoria Rodríguez Tobar.
El grupo de pandereta empezó en 2019, en plena confinamiento durante la pandemia el rato de la clase de pandereta era un desahogo, con mascarilla volvieron al local sin perder el ánimo. En este curso que terminan por todo lo alto se han sumado más alumnos hasta alcanzar dos clases, una de iniciación y otra la avanzada, y 22 pandereteras y pandereteros. ¿Seguirán el próximo año? «No lo sé, espero que los que están sigan, y si vienen más ya lo veremos», explica García Tobar.
Las panderetas marcaban el ritmo antaño. Las mujeres tocaban y amenizaban los ratos de asueto con el ritmo del repiqueteo de las yemas de los dedos con la pandereta y la vibración que generan las sonajas. No ha sido el único sonido con sabor añejo y a nostalgia que se ha escuchado entre las vetustas piedras del claustro del monasterio de San Juan. «Nuestros mayores hacían música con todo lo que tenían a mano, desde una tabla de madera, unas cucharas o una cachava», explica María Victoria García Tobar. Una tradición que desde el Grupo Tradicional Gavilla tratan de mantener viva y a flote.
«Todo son percusiones que se realizaban antaño y lo que tratamos es que todos ellos no se pierdan
Así que a la pandereta se le ha unido el ritmo del pandero. Estos instrumentos no son iguales aunque lo parezcan. «La piel es diferente, el pandero no tiene sonajas y se tocan de manera diferente con un ritmo a dos manos», explica. También han puesto ritmo a sus voces con cucharas, carajillo o cachavas que tocan con una lata y hasta conchas han hecho sonar. «Todo son percusiones que se realizaban antaño y lo que tratamos es que todos ellos no se pierdan, que se recuperen y que nuevas manos aprendan a coger el ritmo con instrumentos de nuestro folclore más popular».
Algunos están tan perdidos para el común de los mortales que necesitan traducción. El carajillo también llamado carrascás en algunas otras zonas del país, es un instrumento hecho con la cáscara de una nuez y un palo. Elementos tan peculiares y desconocidos, incluso para quienes están inmersos en los ritmos tradicionales que son los que acuden a sus clases. «Aunque la gran mayoría están metidos en la música tradicional y el folclore sí que les sorprende todo porque la pandereta sigue siendo una gran desconocida, hay quien sólo lo asocia a los villancicos y no creen necesario un aprendizaje de ella como instrumento, pero la realidad es que nunca terminas de aprender», explican desde Gavilla.
Todos tratan de recuperar ritmos que forman parte de nuestro acervo cultural, que están latentes en nuestro interior, ese que bebe de la tradición que nos ha convertido en lo que somos. Una panderetas, unas cucharas y unas cáscaras de nuez tratado de despertarlo en el Monasterio de San Juan.