Literatura
Jesús Carazo: «Las casualidades son decisivas en nuestra vida y nos llevan a lugares inimaginables»
El escritor burgalés regresa a las librerías con la novela ‘Tiempo luminoso’ (Valnera)
Como en los últimos tiempos, Jesús Carazo vuelve a su cita anual con los lectores y esta ocasión retorna a su zona de confort literario: las historias de amor y las relaciones de pareja. «Salvo La tentación y Los abismos de la noche, que son novelas más oscuras y con cierto misterio, donde más cómodo me encuentro es hablando sobre asuntos sentimentales, siempre con una mirada irónica para que el lector tenga una sonrisa en los labios durante toda la lectura», apunta el autor burgalés.
Hace unas semanas desembarcaron los ejemplares de Tiempo luminoso (Valnera Ediciones) en las librerías con unos vientos veraniegos indudables. Desde la colorida portada, obra de la ilustradora Maite Niebla, ya estamos invitados a vivir en una historia que suena al oleaje de un Atlántico con acento francés y que huele a sal, bronceador y perfume de mujer. Elio es un profesor de Historia, cincuentón, que llega a la localidad de Royan -en la costa oeste de Francia- para pasar unos días estivales junto a su hija Lorena, su nieto Lucas y su yerno Jean Paul. Un día aparecerá Valérie, una amiga de la pareja, que revolverá la vida de todos con su magnética mirada azul y una descarada presencia.
«Elio está muy solo desde hace años. Ha tenido dos experiencias sentimentales, su exmujer Beatriz y después su expareja Paloma. Una le ha salido mal y la otra peor», ríe. «Tiene una permanente necesidad de compañía, que es uno de los grandes males del mundo actual... Así lo percibe Elio. Pero las casualidades son decisivas en nuestra vida y nos llevan a lugares inimaginables... En esta novela tienen mucha importancia, como verá el lector», anuncia Jesús Carazo.
El protagonista viaja desde Madrid en su viejo Ford hasta Royan, una ciudad que fue bombardeada durante la II Guerra Mundial. La reconstrucción de parte de la urbe, según Carazo, fue más que discutible. «Yo he veraneado allí más de 30 años. Y el chalé de la familia de la novela es el mismo en el que yo pasaba las vacaciones... Como decía Delibes, ‘un paisaje, un personaje y una pasión’. Ahí está todo», ríe. «Ya escribí hace años otra novela sobre Royan, una juvenil titulada Yara cruza los Pirineos (Alfaguara, 2006). Y, sí, tenía muchas ganas de dedicarle a este lugar una ‘novela adulta’».
En el portaequipajes de su coche, Elio lleva una maleta y el recuerdo de dos relaciones cuyas cenizas no se han apagado completamente. Unas son de irritación y culpas miserables. Las otras, de una pasión que tiene algunos rescoldos que todavía humean. Los últimos años de Elio han transcurrido entre la gestión personal y emocional de sus antiguos amores -Beatriz y Paloma-, los presentes -Lorena y Luca- y los futuribles... ¿Valérie? Achaca su mala cabeza en los asuntos del corazón a «oscuras y nebulosas fuerzas que no consigue dominar», indica en un momento de la novela este personaje que también sueña con reencarnarse en Alain Delon. «Ser guapo en esta vida lo es todo», subraya el autor.
Y por fin, Valérie
Un día, en mitad de esas vacaciones de juegos con el pequeño Luca, buenos gestos con su hija Lorena y cierta displicencia con su yerno Jean Paul, aparece Valérie, vieja conocida de la joven pareja. Carazo describe a esta mujer de 30 años con unas palabras que al arriba firmante le han dibujado perfectamente en su mente a la modelo y actriz francesa Laetitia Casta. «Te lo tienes que hacer mirar, Alberto», comenta entre risas el autor de Los amores efímeros. Me lo miraré, pero la referencia es válida y me cuadra en mi imaginario casting, don Jesús. Sigamos.
«Valérie es mucho más inteligente que Elio y, hasta cierto punto, juega con él. Para el protagonista se convierte en todo un reto seducir a una mujer bellísima, 20 o 25 años menor que él... Lo que provocará algunas situaciones un tanto penosas para el personaje pero, espero, muy cómicas para el lector».
En esas jornadas de ensueño, Elio acompañará algunos días a Valérie a las playas de La Charente, unos espacios junto al mar muy distintos a los arenales españoles. «Es una playa muy tranquila, sin ruidos ni jaleos, muy diferente a esas de Levante que son un horror absoluto», destaca el escritor. «El protagonista es alguien discreto, sensible, que en pleno acercamiento a esta mujer irá descubriendo ciertos secretos a su alrededor que le harán pensar en muchas cosas», advierte el autor de esta novela narrada -todo un acierto- en primera persona por el profesor de Historia protagonista.
Sus desdichas existenciales -la premura de un amor, la crisis de la edad, entender a las nuevas generaciones- se resumen en el miedo a la soledad y a la urgente necesidad de ser amado y hasta admirado. «En mis novelas nunca hay grandes dramas ni tragedias, porque detesto lo inverosímil. Pero en Tiempo luminoso es verdad que nos encontramos a un hombre que no puede estar solo y que necesita ser amado... Hay personas que no lo necesitan, algo que a mí me parece increíble», explica el novelista y dramaturgo burgalés.
Novela y teatro
En un momento de la obra, Elio señala que «a fin de cuentas, la vida no era muy diferente a como la mostraban las películas francesas: un pequeño conflicto familiar, unos días de incomprensión y un final feliz, aunque en este caso...». Y no podemos contar más. Por su parte, Carazo aplica esta máxima del protagonista a su forma de desarrollar su narrativa y admite que «yo me planteo las novelas como si fueran, con las diferencias evidentes de lo que es cada forma de expresión, una obra de teatro, con pocos personajes y estableciendo entre ellos unas relaciones que, según la historia, serán de una forma u otra... A mí no me gusta escribir esas novelas con un montón de páginas y personajes, me aburre. Hay gente que lo hace muy bien, se lo dejo para ellos», considera con su habitual simpatía.
Que no engañe la aparente ligereza -temática y de longitud, apenas 120 páginas- de Tiempo luminoso. Carazo sazona la vida de sus personajes con grandes temas universales como el amor, la confianza o la soledad, siempre con el humor pícaro del autor de Los límites del paraíso y la mirada de alguien que sabe que la sonrisa es algo muy serio. Una novela ideal para leer estas semanas en la arena de la playa, sobre la hierba de una montaña o a la fresca de casa. El lugar es lo de menos, el disfrute será el mismo.