El Correo de Burgos

Historia

«Juana de Castilla es una de las mujeres más maltratadas de la historia y por la historia»

La escritora e historiadora castellano-manchega María Lara reivindica en la obra ‘Juana I. La reina cuerda’ (Almuzara) esta figura tan controvertida por la leyenda que nació un 6 de noviembre como hoy del año 1479

Irene Escolar y Raúl Mérida encarnaron a Juana de Castilla y a Felipe de Habsburgo en la película ‘La corona partida’ (Jordi Frades, 2016).

Irene Escolar y Raúl Mérida encarnaron a Juana de Castilla y a Felipe de Habsburgo en la película ‘La corona partida’ (Jordi Frades, 2016).JAVIER DE AGUSTÍN ALDEGUER

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Desbrozar de la hojarasca legendaria hechos y personajes del pasado es una de las labores más importantes de los historiadores. En ocasiones es un reto difícil, dado que la tradición y el folclore se han adherido a la memoria colectiva como sucesos veraces e irrebatibles con el paso de los siglos.

Una de las figuras de la historia de España que más ha sufrido este trastorno es la reina Juana de Castilla, hija de los Reyes Católicos y madre del emperador Carlos V. «Es una de las mujeres más maltratadas de la historia y por la historia», señala la escritora e historiadora María Lara Martínez, autora del libro 'Juana I. La reina cuerda', editado por Almuzara y que acaba de lanzar su segunda edición.

«Desde el punto de visto historiográfico, el Romanticismo del siglo XIX le hizo mucho daño y es una persona desconocida en su realidad. Lo que se sabe de ella son mentiras, fabulaciones, fantasías... pero casi nadie se ha preocupado a lo largo del tiempo por saber cómo se pudo sentir una mujer que estuvo 47 años encerrada en Tordesillas», reflexiona.

Las hermanas Laura (izquierda) y María Lara Martínez, prologuista y autora respectivamente de 'Juana I. La reina cuerda'.

Las hermanas Laura (izquierda) y María Lara Martínez, prologuista y autora respectivamente de 'Juana I. La reina cuerda'.ECB

«Mi libro trata de restaurar y reparar la imagen de Juana. No porque sea un personaje que a mí me caiga bien, sino porque en los últimos años llevo investigando sobre ella en muchos archivos y bibliotecas... Mi primera idea era escribir una obra donde justificara la dolencia mental que le pudo sobrevenir tras casi medio siglo encerrada en unas condiciones lamentables. Pero Juana daba para mucho más».

El impresionante currículum de María Lara, su estancia en diversas universidades de Europa y la repercusión de sus trabajos no le hacen perder pie a la hora de escribir sus libros. «Yo siempre trato de combinar en mis obras el rigor científico e histórico y tener siempre presente quién me va a leer. Este libro puede ser leído por un catedrático de Historia o por un lector de novelas de ficción perfectamente... Para mí no hay temas difíciles, hay que hacer accesible cualquier ámbito de investigación a los diversos públicos que se vayan a acercar a esa obra, siempre haciendo hincapié en la belleza de la palabra», explica la historiadora que, además de ensayo, escribe novela y poesía y colabora en programas de radio y televisión.

Juana nació en Toledo el 6 de noviembre de 1479 y fue la tercera hija de los Reyes Católicos. Tras unos primeros años donde recibió una educación exquisita y en la que demostró una gran inteligencia y destreza con las lenguas y las artes -con maestros como Andrés de Miranda y Beatriz Galindo ‘la Latina’-, Juana fue enviada a Flandes para contraer matrimonio con Felipe de Habsburgo, archiduque de Austria e hijo del emperador Maximiliano. El enlace se ofició en 1497 y la pareja amantísima comenzó a tener hijos. «Las desgracias de Juana comienzan cuando se convierte en princesa de Asturias en mayo de 1502 en Toledo en el primer viaje que hicieron los cónyuges a Castilla. Juana había recibido una educación esmerada, pero no para ser reina. Pero la muerte de sus hermanos mayores hizo que recayera en ella esa responsabilidad», apunta la historiadora, que recuerda que Juana era la traductora de Felipe en Castilla, dado su buen dominio de los idiomas. También indica que fue el cronista Pedro Mártir de Anglería, maestro y capellán de Juana, quien sembró la semilla de la leyenda negra que generó el famoso apelativo de ‘la Loca’, «patrañas que luego otros fueron copiando y repitiendo sin parar».

Al llegar Felipe a la corte de Castilla, su ambición por el poder prendió más si cabe. «A los problemas con su marido en Flandes por los idilios que mantenía con otras mujeres, se sumó la avaricia política. Felipe no se conformaba con ser simplemente su consorte, algo que ha sucedido en muchos casos hasta nuestros días en muchas monarquías europeas».

Portada del libro de María Lara 'Juana I. La reina cuerda'.

Portada del libro de María Lara 'Juana I. La reina cuerda'.ALMUZARA

Otra de las leyendas que explica María Lara es el apelativo de ‘el Hermoso’ que acompaña desde siempre a Felipe de Habsburgo. «No debía de ser tan hermoso», ríe. «Fue el rey Luis XIII de Francia quien le llamó así al verlo venir de lejos al pasar por sus dominios para llegar a España. Pero Felipe tenía casi toda su dentadura con piezas de oro, porque se le caían los dientes por una posible piorrea, y la rótula casi desencajada». Mientras, María Lara asevera que Juana era «una ‘madonna tan bella’, según se dice en los documentos, y creo que le gustaba maquillarse y estar siempre guapa. Esto también refleja que tenía que estar bien de ánimo en esos momentos, no hecha migas como luego le pasaría por las intrigas de su marido y su padre a pesar de tener siempre el respaldo de las Cortes de Castilla, que siempre creyeron en ella», apostilla.

Juana era una mujer vitalista y con una excelente salud -no tuvo ningún aborto y todos sus hijos llegaron a adultos, algo poco común en la época-, pero se vio atrapada por las ambiciones políticas de tres hombres que definieron y marcaron su existencia: su marido Felipe, su padre Fernando y su hijo Carlos.

La muerte de Felipe

El segundo viaje que hicieron Juana y Felipe desde Flandes a Castilla sucede en 1506. Bajo el brazo, el príncipe flamenco traía un propósito confidencial compartido con su padre: aliarse con Francia, gran enemigo de las coronas españolas. En ese momento, también comienza a extenderse que Juana padece desequilibrios mentales. «Los Habsburgo comienzan a reinar en España desde la Concordia de Villafáfila en junio de 1506, donde Felipe es reconocido como único rey de Castilla y Fernando se retira a la corona de Aragón, a pesar de que el rechazo que le generaba su yerno como esposo de su hija y como figura política. Poco después, el 12 de julio, las Cortes de Castilla juran a Juana como reina de Castilla y a Felipe como rey consorte. El 7 de septiembre, el matrimonio llega a Burgos y Felipe intenta crear un gobierno en Castilla y encerrar a Juana en una fortaleza, algo que años más tarde hizo su padre Fernando y mantuvo su hijo Carlos. Pero todo se precipitó con su muerte el 25 de septiembre de ese año en la Casa del Cordón de Burgos».

Sobre el fallecimiento de Felipe de Habsburgo también se han vertido ríos de tinta. Tres son las posibles causas que históricamente se han manejado: la tradicional, que dice que tras jugar un partido de pelota, bebió agua muy fría y contrajo unas fiebres que le causaron finalmente la muerte en lo que pudo ser una neumonía; la conspiranoica, que dice que fue envenenado por unos esbirros del rey Fernando; y una tercera vía, que señala que pudo morir de peste, dada la epidemia que asolaba la ciudad en esos momentos. «Dos días antes de morir, el doctor De la Parra, uno de los médicos de la corte, y otros allí presentes observaron en el cuerpo del rey ‘bubas negras’, evidencias de la peste bubónica», resume Lara.

La ruta fúnebre

Además del terremoto político que provocó la muerte de Felipe, el episodio del traslado de su cuerpo embalsamado por los caminos de Castilla suscitó todo tipo de rumores, historias y maledicencias. Este séquito, encabezado por Juana embarazada de su hija Catalina, salió el 20 de diciembre de 1506 de la Cartuja de Miraflores teniendo como destino Granada, donde el fallecido pidió ser enterrado. Pero la comitiva mortuoria sólo anduvo por las provincias de Burgos, Palencia y Valladolid.

«A pesar de quedarse viuda y llevar en el vientre a su sexta hija, la futura reina Catalina de Portugal, Juana estaba muy lúcida. Seguía firmando documentos, entre ellos un decreto que restauraba el patrimonio que Felipe le había ido regalando en usufructo a sus amigos causando perjuicio y disminución del patrimonio de la Corona y bien público. En cuanto cogió las riendas de la Corona, trata de gobernar por sí misma, revoca ciertos mandatos otorgados por su marido y va tomando decisiones», agrega la historiadora, que precisa que todo lo que aparece en su obra está basado en un intenso estudio de documentación de la época.

«Podemos decir que Juana reinó en Castilla desde el 26 de septiembre de 1506, tras la muerte de Felipe, hasta el 29 de agosto de 1507, cuando se encontró con su padre Fernando y declara su encierro en Tordesillas. Pero en ese tiempo, pasan muchas cosas. Entre otras, toda la intoxicación que produjo Pedro Mártir de Anglería con esos textos y declaraciones que hablaban de la supuesta locura de Juana».

'Doña Juana la Loca', lienzo de Francisco de Pradilla (1877).

'Doña Juana la Loca', lienzo de Francisco de Pradilla (1877).MUSEO DEL PRADO

A pesar de la oposición del arzobispo de Burgos, Pascual de Ampudia, Juana desentierra el cadáver de su marido de la Cartuja de Miraflores y comienza un periplo por los caminos de Castilla echando más gasolina al fuego de sus detractores y difamadores. Fernando, que dicen que inspiró a Maquiavelo para 'El príncipe', proyectó un futuro para su hija recién enviudada y, entre otros pretendientes, pensó en casarla con Enrique VII de Inglaterra -suegro de su hermana Catalina y padre de Enrique VIII-, un hombre que sacaba 22 años a Juana. «Pero ella no tenía intención de volver a unirse en matrimonio con nadie, sentía que una mujer podía ser libre más allá de su cónyuge y no ser simplemente alguien con un fin reproductivo... Esto no lo decía por haber leído tratados modernos, que todavía no existían, pero sí pudo tener en sus manos 'La ciudad de las damas' de la poeta francesa Christine de Pizan, considerado como el origen del feminismo y cuyo opúsculo tenía Isabel la Católica en su biblioteca».

Cuando Juana se entera de que la van a casar, escaldada por la mala experiencia con Felipe, pergeña lo que la autora bautiza como ‘el plan secreto de Juana’. «Ella sabía que, por la legislación castellana, no podían volver a casar a una reina mientras su difunto marido estuviera insepulto, no enterrado. Entonces, Juana consigue desenterrar en cadáver, pasearlo por muchos pueblos y caminos hasta que, finalmente, muere Enrique VII el 21 de abril de 1509. En agosto padre e hija se encontrarán en Tórtoles de Esgueva y Juana prefirió sumarse a la fama de loca que la atribuían que revelarle la verdad de su plan. Y se entrega a finales de agosto de 1507», subraya María Lara.

De Tórtoles marcharon a Santa María del Campo, donde estuvieron un mes viviendo en la Casa del Cordón y velando el cuerpo de Felipe en la iglesia de la Asunción. En octubre, la comitiva real marchó a Arcos de la Llana -localidad donde se recuerda este episodio con la representación teatral 'Juana, ciega razón'-, lugar donde estuvieron hasta marzo de 1509. En este pueblo del alfoz de Burgos se produjo el primer encuentro entre Juana y la nueva esposa de su padre Fernando, Germana de Foix. Toda esta travesía de la reina con el cadáver de su esposo por los senderos de Castilla fue recogida pormenorizadamente por la periodista burgalesa Mery Varona en su libro 'Por aquí pasó la reina Juana' (editorial Aldecoa, 2018).

Encierro en Tordesillas

Tras barajar otros lugares, como la ciudad zamorana de Toro, Fernando el Católico decidió confinar a su hija Juana y a su nieta Catalina en un palacio de Tordesillas -que ya no se conserva- en el que estuvo 47 años cautiva. Allí, con el río Duero como testigo, visitaron a Juana algunos familiares y sucedieron varios episodios de interés político. El más importante: la visita de los comuneros a la reina de Castilla. Las tropas de Padilla entraron el 29 de agosto de 1520 en Tordesillas, una ciudad de gran interés para la revuelta de las Comunidades.

«El movimiento comunero, que fue la primera revuelta moderna en España, reconoció a doña Juana como soberana en su protesta contra su hijo, el rey Carlos. En su visita al palacio de Tordesillas en septiembre de 1520, la cohorte comunera encabezada por Juan de Padilla se las prometió muy felices pero, a pesar de las buenas palabras de Juana y un discurso que hizo albergar esperanzas a los sublevados contra el rey, ella nunca actuó en contra de su hijo», declara María Lara.

Además del paulatino trastorno que le fue causando el encierro a Juana, con unos carceleros que la maltrataban diariamente, en 1525 Carlos se llevó a su hermana Catalina para casarla con el rey Juan III de Portugal. Esta soledad en que se quedó la reina, que le acompañó 22 años más, fue minando su salud. Pero Juana era fuerte y falleció muchos años después, el 12 de abril de 1555, Viernes Santo.

Años después y ya para los restos, los cuerpos de Juana de Castilla y Felipe de Habsburgo llegaron a la cripta de Capilla Real de Granada, donde yacen junto a los Reyes Católicos y su sobrino Miguel de la Paz. El sepulcro que se construyó en mármol de Carrara para el matrimonio, tallado por el artista burgalés Bartolomé Ordóñez, es una de las joyas del Renacimiento español. La imagen de Juana, de una gran belleza escultórica, tiene entre sus manos el cetro de reina, ese que nunca le dejaron ostentar.

'Juana I. La reina cuerda' es un libro muy documentado, dividido en capítulos cortos donde explica con detalle todo lo que rodeó la vida de Juana y su época -personajes, lugares, hecho históricos-, con fotografías de obras de arte que versan sobre la reina y documentos contemporáneos entre los que podemos destacar los escritos de puño y letra de la propia Juana donde podemos contemplar su delicada caligrafía.

Como se señala en el prólogo de la obra, escrito por Laura Lara -historiadora y hermana melliza de la autora-, «con todo derecho puedo ser Juana I de España o Juana la Sabia (porque su conocimiento rebasaba en mucho a los monarcas de su tiempo), pero se quedó en Juana la Loca, tal vez para no reconocer que una mujer podía saber más que un hombre, que los estudios abren  la puerta del conocimiento, y que una dama no necesita consorte para ser reina, cuando el título le pertenece».

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