El Correo de Burgos

Presentación literaria

Muerte y vida de Manolete en un prodigioso plano secuencia literario

El escritor cordobés Joaquín Pérez Azaústre presenta este jueves 9 de noviembre en el salón de actos de plaza de España de la Fundación Círculo ‘La larga noche’, Premio Jaén de Novela, a las 20 horas.

Joaquín Pérez Azaústre, el pasado junio en Burgos.

Joaquín Pérez Azaústre, el pasado junio en Burgos.DARÍO GONZALO

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Además sus próximos trabajos literarios, su podcast 'No eran molinos' de RNE sobre clásicos de literatura española y demás e interesantes proyectos, el escritor Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976) anda en este momento de gira con sus últimas dos novelas. Ya pisó Burgos en junio para presentar 'El querido hermano', Premio Málaga de Novela, una emocionante historia que narra la vida de los hermanos Machado desde la estancia en Burgos de Manuel durante la Guerra Civil y su viaje hasta Colliure para visitar la tumba de Antonio. «Hace unos días tuve un acto en Sevilla con Alfonso Guerra y fue todo un éxito. Se agotaron los libros en la Feria», indica el autor y apunta que ya ha salido la segunda edición de esta obra publicada por Galaxia Gutenberg.

Y este jueves de noviembre, en el salón de actos de la Fundación Círculo de plaza de España, el poeta y novelista cordobés presentará 'La larga noche' (editorial Almuzara), Premio Jaén de Novela 2022, a partir de las 8 de la tarde. El autor estará acompañado por el periodista Juan Diego Madueño en un acto que cuenta con entrada libre hasta completar el aforo.

'La larga noche' gira en torno a uno de los grandes mitos del toreo, Manuel Rodríguez Sánchez ‘Manolete’ (1917-1947), su muerte tras ser corneado en la plaza de Linares y toda la atmósfera social e histórica que le rodeó en aquella fatídica jornada pero también en sus gloriosos días de triunfo.

Pérez Azaústre ya había tocado tangencialmente la figura del torero cordobés en otra novela, 'La suite de Manolete', ganadora del Premio Fernando Quiñones 2008. «Es una novela negra, de intriga, con paisaje de Manolete al fondo, que sucede en las décadas de los 80 y 90», señala.

‘Manolete’ siempre ha sido un personaje muy familiar para Joaquín Pérez Azaústre. Ya en su infancia oía hablar de este ilustre paisano en muchos lugares, más allá de la celebridad que obtuvo como uno de los más famosos matadores de toros de la historia. «Fue un hombre de una gran personalidad y desde pequeño fue figura que me imantó», confiesa.

Portada de la novela 'La larga noche' sobre una fotografía de su protagonista, el diestro Manolete.

Portada de la novela 'La larga noche' sobre una fotografía de su protagonista, el diestro Manolete.ALMUZARA

Cuando la parca visitó a Manolete disfrazada de morlaco de la ganadería Miura una tarde agosto de 1947, el diestro se encontraba en un momento vital crítico: iba a cortarse la coleta ese mismo otoño. «Ya se lo había dicho a Camará, su apoderado, y a su madre, doña Angustias: se iba a retirar en octubre tras torear quince corridas y sin recibir una sola peseta, porque quería dejar la vida resuelta a todos los miembros de su cuadrilla. Tenía ese sentido de protección de los suyos», subraya. El buen trato de Manolete con sus subalternos y demás personas que le acompañaban brilla con fuerza en el personaje de Guillermo González Luque, su mozo de espadas. «Era como un hermano para él».

La vida del torero transcurría en dos espacios vitales que apenas se mezclaban y que él mismo cuidaba de mantener estancos para no contaminarse entre sí. «Manolete tuvo dos grandes mundos: el mundo conservador de Córdoba y el entorno de su madre, y otro mucho más abierto y cosmopolita, que es el que conoce en los tablaos flamencos, en los teatros, en las fiestas de sociedad... Un universo en el que le acompaña otro personaje crucial de esta historia: la actriz Lupe Sino, que era su novia pero hacían una vida totalmente marital. Estaban muy enamorados y Lupe respetó la memoria de Manolete tras la muerte del torero. A pesar del dineral que le ofrecieron, nunca dio una entrevista para hablar de su relación», destaca.

Sangre y arena

La novela arranca con un párrafo de largo aliento y de poderosa plasticidad, justo en el momento en que el toro Islero le asesta una cornada en el muslo derecho a ‘Manolete’ y el cuerpo del torero coge un vuelo impreciso y torpe para acabar cayendo en el albero del coso de Linares con la boca del diestro en la tierra.

Sangre y arena. La muerte como fatalidad y alma que recorre toda la historia de 'La larga noche'. «Todo lo que tiene de atractivo el mundo de ‘la fiesta’, lo que hace que no sea simplemente un espectáculo pintoresco, es la presencia de la muerte como principio y fin de todo... el sacrificio del animal y la posible muerte del torero es indisociable de la tauromaquia», señala Pérez Azaústre.

Uno de los aspectos más sobresalientes de 'La larga noche' es el andamiaje narrativo que propone el autor de 'Atocha 55' al lector. «Es una estructura circular que transcurre en horas. Empieza con la cogida del toro y finaliza con Manolete saliendo del hotel Cervantes para ir hacia la plaza. Quise que todo fuera un plano secuencia en el que la cámara no se apartara ni un momento de Manolete y de las personas que hay a su alrededor en los diversos escenarios: la plaza, la enfermería, el hospital... A través de los personajes se irán evocando recuerdos con el torero para ir perfilando el personaje».

Además del cuidado planteamiento de la novela, cosido con capítulos cortos de bellísimos títulos que podrían bautizar algún futuro poemario del autor -'Un vaso con demasiadas manos', 'Un silencio cruzado', 'Paredes blancas del amanecer, 'Largas voces del día', por ejemplo-, la prosa de Pérez Azaústre alcanza momentos de gran lirismo. «Se pone mucho hincapié en la poesía de mi escritura, y yo lo agradezco. Pero sobre todo mi escritura es muy sensorial, pretendiendo que se lea ese texto con los cinco sentidos y el lector vea, toque, huela, escuche y hasta saboree lo que allí ocurre. Nuestra memoria posee recuerdos de todo eso y puede volcarlos en la experiencia lectora», concluye.

Manolete, el gran mito de la tauromaquia

Hasta las personas más alejadas del mundo de la tauromaquia saben quién es Manolete. El torero andaluz marcó una época y fue elevado a la categoría de mito tras una fulgurante carrera y su trágica muerte a los 30 años de edad.

El periodista taurino de EL CORREO DE BURGOS, Ínigo Crespo, resume con las siguientes palabras lo que supuso para el arte de la lidia el protagonista de 'La larga noche' de Joaquín Pérez Azaústre.

«Manolete fue la figura más trascendente de la historia del toreo por dos aspectos: por el concepto y la forma de torear y por algunas ideas que introdujo o popularizó, como ‘la quietud ‘ o ‘la ligazón’».

Manolete, tras ser cogido por el toro Islero en la plaza de Linares.

Manolete, tras ser cogido por el toro Islero en la plaza de Linares.CORTESÍA DE LA FAMILIA DE FRANCISCO CANO

Crespo nos habla de otra figura clave de la historia taurina: Juan Belmonte, cuya vida fue retratada en una soberbia obra literaria por Manuel Chaves Nogales. «Manolete y Belmonte eran amigos y rivales, y no se entenderían el uno sin el otro. Por su parte, Belmonte y Joselito hacen ver en su momento que torear no sólo era dominar una embestida, sino que se podían crear ‘formas’. Ponen en valor el concepto del ‘temple’ y el ‘toreo en redondo’. Sólo fueron apuntes que luego otros desarrollaron, pero fueron los pioneros en dar un giro al arte de torear», señala.

«Manolete no sólo hace girar al toro sobre su figura una o varias veces, sino que trae al toreo lo que llamamos ‘la ligazón’, que es llevar al toro por una mano, por la otra, y varias veces... Con eso cambió el mundo del toreo», indica el periodista. Además, el diestro solía quedarse quieto ante el animal y se arrimaba al toro como nunca antes se había visto. «Esto enaltecía al público. Sólo ha habido en la historia de la tauromaquia otro matador que llevase tanta gente a las plazas y que pusiera en los tendidos ese nivel de intensidad y emoción: Manuel Benítez 'El Cordobés'».

También había público que no asumía estas novedades y no se sentía atraído por estos giros o los desplantes ante el toro. «Decían que su colocación era incorrecta, que no ceñía al toro... Como gran genio, tuvo sus detractores, algo que ha llegado hasta el día de hoy», apunta.

Íñigo Crespo destaca también el éxito y el sello que dejó el diestro en México. «Toreó muchísimo allí, llenaba las grandes plazas mexicanas y aportó mucho a su tauromaquia, rivalizando con las figuras locales». En los últimos años de su carrera lidió muchas menos corridas y sintió la crítica de parte del público. La muerte, como se narra en 'La larga noche', le sobrevino una madrugada de 1947 cuando ya estaba la retirada en su horizonte.

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