Pinceladas digitales del Camino de Santiago y una «pandemia constante»
Entre paisajes y retratos de seres queridos, Rodrigo Alonso Cuesta aterriza en la sala de exposiciones de Cajaviva con su primera muestra en iPad y la «positividad» le caracteriza
Eligió el mejor momento para hacer el Camino de Santiago. Buscaba inspiración paisajística y paz interior para reencontrarse a sí mismo a todos los niveles. Desde Saint-Jean-Pied-de-Port (Francia) hasta León, el pintor burgalés Rodrigo Alonso Cuesta se enfundó el traje de peregrino en 2020. La pandemia del covid-19 golpeaba con fuerza e intuía que no se encontraría la «masificación» que suele caracterizar a la Ruta Jacobea.
De aquella experiencia surge Buen Camino, que se inaugura este lunes a las 18:30 horas en la sala de exposiciones de Cajaviva. Aludiendo al clásico saludo entre peregrinos, lo que busca Alonso Cuesta con esta propuesta es plasmar la «positividad» y «alegría» que han de imperar en el ser humano para «afrontar las desavenencias» e «ir tirando hacia adelante». Fiel a su impronta, el colorido impregna su obra. Los paisajes sombríos no tienen cabida en un recorrido vital que, por «muy duro» que pueda llegar a ser, aporta «satisfacción» y «enriquece mucho».
La principal novedad de esta muestra, abierta hasta el 21 de enero, es el cómo. Por primera vez, el artista prescinde de sus queridas acuarelas y se vale de un iPad para reflejar algunos de los escenarios que se cruzaron en su camino. Abundan las carreteras y la diferente flora que las rodea, pero no podían faltar la Catedral de Burgos y el Arco de Santa María. Ajena al hilo conductor, una cabina de Portugal que le llamó poderosamente la atención encaja como anillo al dedo.
Tampoco guardan relación con el Camino de Santiago los retratos de familiares, amigos y del propio Alonso Cuesta que completan la exposición. Una suerte de cara B, «neoimpresionismo» con trazos brillantes, donde tienen cabida muchos seres queridos. Desde Burgos hasta Asturias pasando por Alcorisa (Teruel), lugar de residencia del artista.
Echando la vista atrás hacia un pasado no demasiado lejano aunque dé la impresión de que sucedió hace siglos, el creador burgalés recuerda la época del confinamiento y las restricciones posteriores como un periodo productivo en el que no dejó de «hacer acuarelas». En el fondo, la crisis sanitaria no le supuso un gran cambio porque «los pintores vivimos en una pandemia constante».
¿A qué se refiere exactamente con esta reflexión? «Somos solitarios, vivimos en un mundo de soledad», responde antes de matizar que «somos solitarios cuando creamos». Por lo demás, tanto él como la mayoría dentro del gremio «somos sociales porque estamos rodeados de amigos y de gente a la que queremos». En su caso, parece evidente que el amor que transmite en sus obras está bien correspondido.