El Correo de Burgos

Expresiones familiares

El pintor burgalés Félix Pérez Giménez despliega su manejo de técnicas en una treintena retratos de gran formato que lucen hasta el 11 de febrero en la sala de exposiciones del Teatro Principal

Félix Pérez Giménez posa junto a los retratos de su suegro y su hijo.

Félix Pérez Giménez posa junto a los retratos de su suegro y su hijo pequeño.SANTI OTERO

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Él mismo recibe al visitante. Cazadora verde con cuello y puño negros, camisa de cuadros, pantalón azul y unos zapatos marrones, de cordones. Sentado en un sillón turquesa oscuro que parece cómodo. Al fondo, una pared de ladrillo, y en sus manos, cómo no, un bloc de dibujo. Y un lápiz. El origen de todo. Desde su ubicación, mira con una cálida sonrisa al que llega. Parece agradecer el gesto, pero no dice nada, al menos en voz alta. De sobra traslada todo lo que un retrato puede contar de su autor (más aún si es su propio reflejo), de su dominio del trazo y de su manejo de la técnica.

Porque de todo eso y mucho más hablan, a borbotones, las treinta obras de gran formato rubricadas por el burgalés Félix Pérez Giménez que hasta el próximo 11 de febrero cuelgan en la sala de exposiciones del Teatro Principal

Allí ha desplegado este artista 'El retrato y su expresión', una suerte de álbum familiar en el que evidencia su devoción por este difícil arte, complejo de realizar con éxito y, también, de reunir para dar forma a una muestra como la que ayer se inauguraba. "Hago muchos, a demanda (fruto del boca a boca y por los caminos más insospechados), pero todos tienen dueño. Recopilarlos una vez que están en su destino es imposible y me propuse componer una colección para exponer", relata Pérez. Dicho y hecho gracias a sus allegados. De ahí lo del álbum.

Y es que sus parientes más cercanos le han prestado la imagen para la ocasión. Sus rostros, sus gestos y lo que evocan estos al pintor, que también suma, copan las obras. Marisa, su mujer, con un vestido negro, su hija Patricia, embarazada y coronada de flores, también más adelante con el bebé en brazos, sus hijos, su nieto, su padre, su hermano, sus abuelos -estos cinco en óleo seco y tono sepia-, sus hermanas, de relumbrón... La lista es tan larga como próxima y le permite mostrar lo que sabe y lo que le gusta hacer y a lo que siempre que tiene un hueco se entrega en su estudio, este de pared de ladrillo desde el que Félix saluda nada más comenzar la visita.

También hay hueco para el padre del artista y, al fondo, un homenaje a Timoteo Pérez Rubio, responsable de la evacuación de las obras del Prado durante la Guerra Civil.

También hay hueco para el padre del artista y, al fondo, un homenaje a Timoteo Pérez Rubio, responsable de la evacuación de las obras del Prado durante la Guerra Civil.SANTI OTERO

Cada retrato pide una técnica (acuarela, óleo, acrílico, pastel...), un soporte, un acabado. Y el pintor se lo da. No en vano lleva más de cinco décadas explorando por afición este arte. "Nueve años tenía cuando hice mi primer cuadro", explica con satisfacción. Su padre, también Félix Pérez, pintaba y le resultaba natural dedicar un tiempo que entonces no se perdía frente a la pantalla a domar el pincel. Porque echar horas es crucial para mejorar. A sus 65, las obras que muestra dan fe del tiempo invertido. 

"He tocado todos los palos", afirma. Su debilidad por el retrato, de hecho, ha variado de intensidad "por épocas". Hizo muchos en la mili, en pastel, para las novias de los compañeros. En otros momentos se lanzó a las acuarelas, y al monte, a capturar paisajes sin freno. Todavía hoy lo hace en el pueblo, donde recolecta estampas naturales y urbanas. Y de todos esos palos hay una muestra, en mayor o menor medida, en la exposición, en las telas, en los fondos (campo de lavanda incluido), en los aderezos, en la oscuridad o en la luz que arropan a sus protagonistas.

Nunca trabaja más de dos horas seguidas en un cuadro. El ojo, dice, se acostumbra a los errores y prefiere tomar distancia. De estas idas y venidas puede haber hasta diez por obra, depende de las características. No obstante, la respuesta hoy en día siempre es la misma a la pregunta de cuánto tiempo dedica a cada retrato: "Los 65 años que tengo", asevera divertido.

Más allá del que rinde a sus seres más queridos, evidente, Félix Pérez Giménez comparte otro homenaje con el visitante, que, por cierto, puede plasmar sus impresiones en un cuaderno colocado por el artista a tal efecto para motivarse y mejorar. Cierra el círculo con esa intención un retrato de Timoteo Pérez Rubio, pintor de Oliva de la Frontera (Badajoz) cuya mayor obra fue precisamente salvar la de otros y con ello regalarlas a las generaciones posteriores. Posa en el cuadro del burgalés rodeado de cajas, aquellas en las que cargó los tesoros del Museo del Prado para ponerlos a salvo durante la Guerra Civil Española. "No está valorado hoy en día lo que hizo", lamenta por un momento. Por eso, quizá, para mitigar el escaso reconocimiento de aquella gesta, lo elegía

Poco amigo de publicitar su obra para el negocio, pues no ha dedicado en su vasta trayectoria mucho a darse a conocer y sí "a trabajar duro para que merezca la pena que lo hagan", sí disfruta -es evidente- de compartirla con el público, por ocio. Recoge así 'El retrato y su expresión', puede que sin pretenderlo, las grandes pasiones personales y artísticas de su creador. Y no será la única ocasión de reunirlas este año. La próxima, en breve. Ya tiene Félix Pérez listas las obras que la componen, todas distintas, complementarias a las que ahora exhibe. 

De momento, su trabajo puede contemplarse en el Teatro Principal de martes a sábado de 11 a 14 horas y de 17 a 21 horas y los domingos de 11 a 14 horas

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