El Correo de Burgos

Danza

Ana Torrequebrada: «He llegado a ser solista, pero esto no se acaba aquí, es el principio»

La bailarina solista del Hamburg Ballet, regresa a la escuela ‘Ana Laguna’ donde empezó. Anima a los estudiantes a que «destruyan las piedras que encuentren por el camino con su fuerza, su tesón y su pasión»

Ana Torrequebrada comparte clase con los alumnos de 6º de Enseñanzas Profesionales de Danza Clásica en las aulas de la Escuela de Danza Ana Laguna dónde empezó.

Ana Torrequebrada comparte clase con los alumnos de 6º de Enseñanzas Profesionales de Danza Clásica en las aulas de la Escuela de Danza Ana Laguna dónde empezó.©Tomas Alonso

Publicado por
Burgos

Creado:

Actualizado:

«El espacio es el mismo, pero antes me parecían las clases más grandes, los compañeros no son los mismos pero los profesores si y es curioso esa sensación de que es lo de siempre pero no», explicaba la bailarina burgalesa Ana Torrequebrada. Estudiante desde elemental y profesional en la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León ‘Ana Laguna’ hoy es en una de las cinco bailarinas solistas del Hamburg Ballet de John Neumeier.

Ha logrado su sueño, hacer de la danza su profesión y su forma de ganarse la vida y convertirlo en su carrera. Cuando llegó a la escuela del Hamburg Ballet intentaba compaginarlo con otros estudios. Un plan B. Empezó Traducción e interpretación pero fue imposible compaginarlo. «La mente necesita descansar y mi prioridad ahora mismo es mi carrera de bailarina». Es plenamente consciente de que «por mucho que haya llegado a ser solista, esto no se acaba aquí, esto es solo el principio y hay que seguir esforzándose».

Es una de las razones por las que ha vuelto a las aulas donde creció soñando con ser bailarina. Tres semanas de vacaciones tiene en estos días en los que ha regresado a Burgos desde Alemania. Una de las semanas ha tenido una gala que se hacen en este periodo de tiempo y la que viene irá a Londres para disfrutar. En esta segunda semana «me apetecía venir a dar clases no solo por mantenerme en forma sino porque me apetece volver, estar con mi profesora (Ana García Barca) con la que mantengo el contacto y con el resto de profesores que es un gusto todos ellos me han ayudado a llegar donde estoy».

El objetivo a la vista, ser primera bailarina del Hamburg Ballet. Solo hay cuatro. Solistas son cinco. La burgalesa es una de ellas y el camino no ha sido fácil. Por eso, al grupo de niñas y niños que están empezando, que abordan el reto de los estudios profesionales con la secundaria, les dice que su sueño es posible. «Si realmente quieren, que sigan, por muchas piedras que les pongan en el camino, que sigan destruyéndolas con fuerza, tesón y pasión porque merece la pena y los sueños se cumplen», explica.

Está al tanto de las vicisitudes de los estudiantes que compaginan ambas disciplinas. Y recuerda las muchas veces que le dijeron lo de ¿no te has replanteado lo de la danza?. «He encontrado mucha incomprensión, cuando bajaba las notas en clase o porque sacaba buenas notas me decían que tiraba mis notas, que debía estudiar Derecho», explica.

Más de un disgustó le costó compaginar ambas disciplinas «una vez quien me impidió cambiar la fecha de examen porque tenía una actuación, estaba sentado entre el público... Al final todo es fruto de la incomprensión y el desconocimiento de la danza», considera. Recuerda que la formación de un bailarín empieza desde la niñez porque «ser bailarín requiere de una forma física que solo la tienes cuando eres joven, cuando te haces mayor es más complicado porque el cuerpo no responde igual», explica. Para el resto de opciones siempre hay tiempo.

Esa incomprensión «constante» es una situación que bailarines en formación en Alemania no viven. «En la escuela del Hamburg Ballet los alumnos desde pequeños, con 12 años, solo cursan las asignaturas troncales, se entiende que están enfocados a dedicarse a esto profesionalmente y se da más valor a la cultura, allí se conoce la existencia del ballet, se conocen a coreógrafos y respetan la profesión», señala. Cuenta que allí ir al teatro es como en España salir de fiesta o de compras.

También hay una mayor proyección profesional. «En la escuela del Hamburg Ballet tienes una perspectiva de dedicarte a ello profesionalmente que igual aquí, al no tener una compañía detrás, no lo ves tan claro», señala. Su forma de llegar a esta escuela fue por la puerta grande. Una beca por su participación en el Prix de Laussane. «Ese concurso es como las olimpiadas para los deportistas de élite o la Champions para los futbolistas, me presenté sin pensar que entre las 300 propuestas me elegirían, estar entre los 80 ya fue un premio y me abrió las puertas del Hamburg Ballet», relata.

Sus dos años de formación en la escuela del ballet del que hoy es solista le abrieron las puertas de la profesión al más alto nivel. «En la escuela la formación está enfocada a la compañía y si no tenían bailarinas suficientes o se lesionaban, tiraban de la escuela para reemplazarlas». Allí llego el momento de formar parte del cuerpo de baile y, pandemia de por medio, de los dos años se convirtieron en uno. «Poco a poco me empezaron a dar más papeles hasta que al finalizar la temporada pasada me promocionaron como una de las solistas». En su haber papeles emblemáticos para la Danza Clásica como el de Clara en el ‘Cascanueces’, la bendición de Cupido y la luna en ‘La Bella Durmiente’; Estela en ‘Un tranvía llamado deseo’, Prudence Duvernoy en ‘La dama de las camelias’, una pastora en ‘El cuento de invierno’ y, ahora, Jane Eyre en la adaptación al ballet de la obra de Charlotte Brontë. Papeles de los que no sólo se sabe al dedillo los movimientos, saltos, pliés, tendus o 00arabesques. «Requiere un trabajo de investigación porque no sólo se trata de ser técnicamente bueno sino que tienes que poder transmitir historias al público, que el espectador se vaya del espectáculo emocionado porque el bailarín ha sabido llegar al corazón de la gente», resume.

Y para lograrlo tiene un horario laboral exigente. No está frente a un ordenador, ni en una cadena de montaje, ni con un libro de leyes en la mano. Sus puntas, su talento y su tesón le han llevado hasta Alemania en unas jornadas laborales donde se dedica a lo que más le gusta. Su trabajo es la danza y ‘ficha’ de 10 a 17.30 horas aunque el día que hay actuación, se trabaja de 10 a 13.30 porque a las 19.30 toca función. Tres días a la semana. Ella siempre llega antes. «Depende cuando quieras llegar al teatro empiezas, yo voy dos horas antes o incluso más si el peinado requiere más tiempo».

El esfuerzo sigue siendo constante a pesar de estar en la elite. Ella lo tiene normalizado, asegura que como en cualquier trabajo, se busca hacerlo lo mejor posible. En este caso es su pasión. Esa que le ha permitido realizar giras internacionales que le han llevado a Tokio, Los Ángeles o Chicago. Saltos imposibles en el escenario, pero con los pies en el suelo fuera de él, Ana Torrequebrada vuelve a alimentar el espíritu de esa niña que soñaba con ser bailarina en el lugar donde todo empezó.

tracking