El Correo de Burgos

Artes escénicas

La Parrala, el fuerte de los obreros del teatro con más de 20 años en escena

12 grupos entraron a unas instalaciones en precario que han acondicionado a sus necesidades. Un espacio único en la región y autogestionado que permite «crear con calma» a 30 agrupaciones

Sito (Bambalúa), Ana García (Ronco), Fran de Benito (Asociación La Parrala), Marta López (Marta Luna), Fernando Ballesteros (TeatroAtópico), Estrella R. y Carlos de la Torre (La Mueca).

Sito (Bambalúa), Ana García (Ronco), Fran de Benito (Asociación La Parrala), Marta López (Marta Luna), Fernando Ballesteros (TeatroAtópico), Estrella R. y Carlos de la Torre (La Mueca).©Tomas Alonso

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El Colegio Eugenio Isasi llegó a tener 500 alumnos en su momento de mayor esplendor. A finales de los 80 a penas eran 50 chavales del poblado de Bakimet que a mediados de los 90 se distribuyeron en los centros públicos más cercanos. Y el colegio de diseño singular, como una especie de bicicleta y aulas repartidas entre las dos ruedas, quedó vacío de niños pero lleno de agujeros, descuido y abandono.

En el año 2000 llegaron los primeros esfuerzos por poner en valor la instalación, propiedad del Ayuntamiento. En el Consistorio empezaron a pensar en cómo ordenar la efervescente vertiente creativa de sus vecinos: músicos, artistas plásticos y actores de teatro buscaban espacios comunes. Los lugares a poner en valor eran varios: la antigua sede de Aguas, hoy Espacio Tangente; el Silo, 20 años después se sigue buscando un destino; y el colegio Eugenio Isasi, que acabó lleno de titiriteros y comediantes. Empezó a gestar el Centro de Creación Escénica La Parrala.

12 grupos entraron en un colegio donde se apilaban sillas y mesas de manera desordenada. Entre ellos La Folía, La Mueca, Las Pituister, Bambalúa, La Buhardilla... Hoy algunos siguen en activo a nivel profesional. Otros lo mantienen como una actividad secundaria. Ya son una treintena de agrupaciones establecidas y unas 150 personas vinculadas a los escenarios desde los que se suben a las tablas a quienes están entre bambalinas: electricistas, tramoyistas, responsables de iluminación, sonido, carpinteros, sastres. También hay quien aglutina todas las funciones en uno cual hombre orquesta.

«Nos encontramos un edificio viejo, en malas condiciones que ha evolucionado mucho y a nosotros nos vale, nos interesa porque nos permite tener un espacio para poder crear, ensayar pero también para la gestión y nos tiene a todos en comunicación constante», explica Alfonso Matía (Sito) de Bambalúa Teatro. El año pasado celebraron los 20 de la creación del espacio escénico, lugares de ensayo, almacén de mil y un cachivaches, vestuario y oficina. Todo en uno y autogestionado en asamblea por todos los socios.

Es un espacio que, a los integrantes de las compañías de teatro burgalesas «nos permite crear con mas calma, sabes que tienes un espacio donde tener tu escenografía, tu vestuario, tienes un lugar donde crear, donde ensayar y eso te permite trabajar en esto con un plus de tranquilidad», señala Ana García (Ronco Teatro).

Echan la vista atrás los más veteranos, y recuerdan el trabajo que han dejado en el lugar que, aun sin explotar todo su potencial por falta de presupuesto, presta el servicio necesario. El colegio se ubicaba, entonces, en el extrarradio de la ciudad. Al principio entraban, hubo robos, usaban su ropa de trabajo como disfraces... Poco a poco el espacio se ha identificado con la creación escénica. Incluso se han sometido a una importante reforma recientemente que ha permitido mejorar el aislamiento, el espacio exterior y la cubierta con un presupuesto de 600.000 euros y la participación de la Junta de Castilla y León con quien la agrupación teatral no ha encontrado feedback.

Y eso a pesar de ser el único espacio de este tipo en las artes escénicas de Castilla y León a quien el olvido de las administraciones no permite explotar la capacidad de programación regular que le permitiría entrar en una red circuitos de teatro alternativo. Pero los titiriteros de La Parrala hacen de la necesidad virtud. Igual que cuando llovía caía agua en la sala central con el escenario y se convertía en «la gotera golfa, un pseudoespectáculo que organizábamos en los días de puertas abiertas cuando llovía», han adaptado espacios. Donde hoy se levanta el jardín escénico al que le han dado más de un uso, generó temor cuando se tiró uno de los círculos del colegio por su inestabilidad. Y allí se han organizado conciertos del Tribu y ha resultado muy versátil en verano.

Con esa filosofía, todos se pusieron a trabajar desde el minuto uno en la organización del espacio. «Teníamos claro que si no cuidas lo que hay... Teníamos que poner unos límites, horarios pero no tenemos a nadie en concreto que gestione, abra ,.. Todo se decide en asamblea, porque es autogestionado, y la toma de decisiones del día a día es conjunto lo que tiene su parte positiva, que se lleva a cabo lo que es el sentir general de los socios, y su parte negativa que es muy lento», explica el presidente de la Asociación La Parrala, Fran de Benito.

Esa fórmula de trabajo hace único al Centro de Creación Escénica La Parrala . Un espacio cedido por la Administración local de este tipo no hay en la región y en España se cuentan con los dedos de la mano. Conscientes de ese tesoro, pelean por mantenerlo reivindicando las actualizaciones de convenio y cesión.

Con la mosca detrás de la oreja estuvieron en tiempos del boom inmobiliario cuando Parralillos se transformó en el barrio que hoy es. Aún desconfían. «No sabemos nada de la actuación que van a hacer en el frontón, lo que vemos es por la prensa y, al menos, nos gustaría estar informados sobre lo que se plantea hacer en el entorno», explican.

Todos ellos quieren proteger este espacio de creación escénica, donde los sueños de cada uno de los personajes que han llevado al escenario, que visten el Carnaval, las fiestas de San Pedro o que en su momento han llevado el nombre de Burgos por toda España e incluso hasta Corea, no se muevan del lugar en el que fueron concebidos. Su casa desde hace más de 20 años. 

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