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Literatura

José Antonio Abella: «La mayoría de los títulos que publican las grandes editoriales no es literatura»

El escritor burgalés clausuró este domingo la I Feria de Editores de Castilla y León 'Editantes', celebrada del 2 al 5 de mayo en el Palacio de la Isla de Burgos, con una charla sobre escribir y publicar «desde la periferia del mundo editorial»

Jesús Bustamante (izq.) y José Antonio Abella mantuvieron una charla dentro del programa de la Feria Editantes.SANTI OTERO

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Burgos

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Siempre es interesante escuchar a José Antonio Abella (Burgos, 1956). El autor de galardonadas novelas como 'La sonrisa robada' (Premio de la Crítica de Castilla y León 2014) o 'El corazón del cíclope' (Premio Ateneo – Ciudad de Valladolid 2023) teje su discurso con palabras certeras, llenas de honestidad y franqueza. Y no rehúye la polémica ni la confesión de errores a lo largo de una dilatada vida dedicada a la medicina, la escultura y la literatura.

Este domingo por la mañana, con un sol tímido asomando con intermitencia entre nubes inamovibles, visitó la I Feria de Editores de Castilla y León, instalada en los jardines del Palacio de la Isla de Burgos. Antes de entrar en la mansión de los Muguiro y conversar con el periodista Jesús Bustamante, Abella se paseó por las casetas, saludó a muchos conocidos y abrazó a viejos amigos con fuerza de escultor y suavidad de poeta.

La charla, que versaba sobre «las dificultades de escribir y publicar desde la periferia del mundo editorial, fuera del círculo de los grandes grupos editoriales», comenzó con la reivindicación de la tranquilidad y la soledad del escritor, «de ese autor que prefiere concentrarse en sí mismo y en su trabajo y alejarse de esos 'ombligos' del mundo, que en España son Madrid y Barcelona, para centrarse en hacer una obra que merezca la pena», señaló. «En mi caso, que resido en Segovia desde hace más de 30 años, puedo estar tan lejos como alguien de Ceuta del mundo editorial».

«Cuando una persona dedica uno, dos o tres años en escribir una novela, por poner un ejemplo, y no la ve publicada, eso le resta alicientes y fuerzas a la hora de seguir escribiendo», continuó. «Hay que echar mucho valor anímico para seguir cuando nadie le hace caso a uno. Y es mucho más fácil que no te lo hagan si vives en una provincia alejada que en ese círculo de las grandes editoriales donde puedes acudir a los encuentros que organizan, presentaciones, ágapes... donde te codeas con otros escritores y haces esas relaciones públicas que, desde luego, no puedes hacer en Burgos ni en Segovia».

Toda persona que escribe una obra literaria aspira a ser publicado por las mejores editoriales, esas que manejan una nómina de plumas de relumbrón, las que siempre tienen en los escaparates de las librerías las últimas novedades de su catálogo. Pero llegar a esos sellos es un muro muy difícil de escalar. «Un autor, cuando acaba su obra, habitualmente la envía a esas grandes editoriales. En un 99% de las ocasiones la respuesta es la misma: el silencio. Y es muy doloroso... Antes te respondían con una respuesta ciclostilada, homogénea para todos, en la que decían que leerían tu obra y que ya se pondrían en contacto si les interesaba. Pero ahora ni eso, la mayoría ni contestan», subrayó.

«De los 60.000 títulos o más que se publican al año en España, la gran mayoría no merecen la pena. Y creo que debemos decirlo con claridad», indicó Abella. «La mayoría de los títulos que publican las grandes editoriales de unos veinte años para acá no es literatura. Y si merece ese nombre es en cursiva y en minúscula, porque es literatura de puro consumo, de entretenimiento» aseveró y añadió que «la mayoría de los premios que convocan las grandes editoriales, mal llamados concursos, son acuerdos económicos con los autores a los que se da ese premio de antemano. El que esto no lo sepa está en la más absoluta inopia. Y soy consciente de que la gran mayoría de personas que compran esos libros están en esa inopia. Y esto es una opinión solamente mía».

José Antonio Abella posa en los jardines del Palacio de la Isla junto a su retrato de la exposición Galaxia Crítica, obra del fotógrafo Asís G. Ayerbe.DARÍO GONZALO

En este pasaje de la charla, el autor de soberbias narraciones como 'Trampas de niebla', 'El hombre pez' o 'Agnus diaboli' recordó unas palabras del crítico y catedrático santanderino Germán Gullón que señalaba «el enorme daño que las grandes editoriales están haciendo a la literatura. Cuando se acostumbra al lector a comer hamburguesas, a la gran mayoría lo que le gusta finalmente es la hamburguesa y es incapaz de distinguir un bocado preparado de otra manera», apuntó indicando que «ahora para vender un libro tiene que ser truculento y que haya un muerto, con gusanos y mucha sangre alrededor, en la primera página. Los libros que nos unen con nuestro yo profundo, que nos enraizan con nuestro mundo interior, que es el mundo de todos, cada vez interesan a menos gente».

Para ilustrar estos pensamientos, Abella echó mano de uno de sus primeros libros, 'Unas pocas palabras verdaderas' -publicado por la editorial La Isla del Naúfrago (entonces suya) en 2009- y leyó unos párrafos del cuento 'El ladrón y la llave'. Esta editorial la creó, con el dinero obtenido en el Premio Hucha de Oro, para publicar esas obras suyas que no querían en otras editoriales y las de amigos cercanos.

Hucha de Oro

La carrera literaria de José Antonio Abella comenzó en 1992 con la publicación de 'Yuda'. A la vez, cultivaba su otra pasión artística, la escultura, que ha dado frutos tan notables como el Monumento a la Trashumancia o el Diablillo de Segovia, ambas instaladas en la capital del acueducto. Un hito en su trayectoria literaria fue la consecución de la XXXV edición del Premio Hucha de Oro en 2008, un certamen de cuentos que organizaba la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS) y que premiaba al ganador con 30.000 euros. Abella lo obtuvo por el relato 'El fin de las palabras' imponiéndose a otros 5.000 textos presentados de todo el mundo.

«Llegó un momento en que este premio se convirtió en un premio honrado. La prueba es que me lo dieron a mí», señaló enter risas. «El presidente del jurado era Luis Mateo Díez, reciente Premio Cervantes, y entre los vocales había gente como José María Merino o Luis Landero, la flor y nata de la literatura española», indicó. «En mi inocencia pensé que ese premio me abriría las puertas del mundo editorial, con esa entrega del premio en el Casino de Madrid, un menú preparado por El Bulli de Ferrán Adrià, presentado por el actor Miguel Rellán... Pero no».

Abella recopiló todos sus relatos en un volumen y lo envió a sellos de toda España. Y la respuesta fue el silencio. Entonces, en un arrebato tan loco como valiente, fundó una editorial: La Isla del Naúfrago. «Y el primer libro fue el mío. No por querer ser el primero, sino para que fuera una especie de prueba. Si yo lo viera por ahí, no lo compraría», señaló con simpatía y explicó la edición de 'Unas pocas palabras verdaderas' está llena de fallos, líneas viudas y huérfanas... «Así que los primeros errores los cometí conmigo, algo que me honra como editor. Ojo, que yo creo que los relatos están muy bien», rio. «El siguiente libro, conocidos estos fallos que me hicieron ver, salió mucho mejor».

«Pero la experiencia no fue buena», continuó. «Fundé La Isla del Naúfrago en una época de auge de internet. Y quise ser el más listo, saltarme los pasos de la distribuidora y la librería y vender sólo a través de la web... ¡Ay, amigo, qué gran fracaso! Se venden libros por internet, pero son los mismos que venden mucho en librerías, nadie va directamente a tu página si no tienes miles de euros para publicitarla», admitió e introdujo otro tema en la charla, el de los libreros. «Que me perdone si hay alguno en la sala, pero cada vez hay más tenderos de libros y menos libreros. Libreros que leen, que aconsejan a los lectores, que hacen catas de las obras que llegan a su establecimiento... Quedan pocos y los que hay son un lujo».

Los asistentes a la conversación disfrutaron de la franqueza y simpatía de Abella.SANTI OTERO

Otro libro que publicó Abella en La Isla del Náufrago fue 'La sonrisa robada', sobresaliente novela documental basada en la relación epistolar que mantuvo el poeta José Fernández Arroyo con la joven alemana Edelgard Lambrecht durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Esta obra, ahora descatalogada y que José Antonio Abella pretende reeditar en una nueva editorial, obtuvo el Premio de la Crítica de Castilla y León en 2014.

La edad literaria

En otro momento de la conversación, Jesús Bustamante sacó a colación otro asunto de plena actualidad en el mercado de la literatura: la importancia, muchas veces moda, de la edad en los escritores. «En las pequeñas editoriales, como las que están representadas en esta Feria del Gremio de Editores de Castilla y León, todavía no importa tanto la edad y tiene cabida la gran literatura, ya sea de autores jóvenes o más mayorcitos», indicó el autor de 'Aquel mar que nunca vimos', obra basada en la historia del maestro de Bañuelos de Bureba Antonio Benaiges que ha vendido muchísimos ejemplares.

El escritor burgalés, médico rural durante casi cuarenta años, esperó a jubilarse a los 60 para dedicarse «en cuerpo y alma» a la literatura. «En ese momento, cedí la editorial que fundé a un amigo, que la mantiene en los márgenes de los márgenes. Siguiendo con mi inocencia, escribí a los principales agentes literarios de España con una carta atenta, mi currículum de obras, premios... Apenas me contestaron dos y quedó en nada».

Abella convocó en la conversación a «mi hermano en las letras», el escritor zamorano Tomás Sánchez Santiago, coautor de la exposición junto al fotógrafo José Ramón Vega 'Ciertos deslumbramientos' que se puede ver en estos momentos en el Palacio de la Isla. «Tomás dice que estos editores piensan en el futuro y creen que un autor de 20 o 25 años tiene más futuro que uno de 60. Y están completamente engañados. El futuro de ese joven no lo sabes, puede ser brillante o puede ser nulo. Pero el pasado de uno de 60 sí que lo conoces: las obras que ha publicado, los premios que ha recibido, las críticas... Tiene una obra con unos cimientos. Lo otro puede ser un castillo en el aire, una nube de humo, que pasa muchísimas veces», subrayó. «En resumen, tener más de 60 años es un obstáculo enorme a la hora de publicar, sobre todo en un grupo editorial grande».

Tras ganar la Hucha de Oro en 2008, Abella confesó que no iba a volver a presentarse a ningún premio literario. Pero recientemente volvió a hacerlo y en uno de ellos fue laureado con el Premio Ateneo – Ciudad de Valladolid 2023, el galardón más antiguo de España tras en Nadal, por su novela 'El corazón del cíclope', editada por Menoscuarto. «Creo que un autor, con una carrera consolidada, no debería presentarse a un premio. Pero el problema de las pequeñas editoriales, que no es suyo propiamente, es que la distribución de los libros no es buena. Y para un autor, que escribe para tener lectores sin aspirar a todos los del mundo, es una decepción. Quizá eso fue unas razones para presentarme a un premio: tener una mejor distribución de la obra y que llegara a más sitios».

El autor burgalés no dio mucha importancia a este acto de rectificarse a sí mismo y volver a tirarse, con un importante bagaje literario detrás, al ruedo de los certámenes literarios. «Cuando estudiaba Medicina en Valladolid, aparecieron unas pintadas en la facultad de Filosofía y Letras que fueron borradas, pero que debían haberse enmarcado por lo lúcidas que eran. Una de ellas era 'Exigimos el derecho a contradecirnos y a negarnos'. Uno no es un pensamiento monolítico, somos fruto del azar y vamos dando tumbos por la vida sin un rumbo trazado. Y si alguien lo tiene trazado, desconfío de él, de esa prepotencia... Confío más en el que nada en las curvas, en las sinuosidades de la vida, que en el que parece que la vida es una autopista y tiene que ir en el carril central».

'Cáncer Imperator'

Recién salido de la imprenta llegó a la Feria Editantes la última obra de Abella, 'Cáncer Imperator', editada por el sello cántabro Valnera, «una alegoría sobre el cáncer donde el autor desgrana de manera lúcida y reflexivas su propia experiencia con la enfermedad».

«El cáncer no deja de ser una guerra. Podemos camuflarlo como queramos, pero es así. Es una enfermedad de ti contra ti mismo... El cáncer no es una enfermedad que te viene de fuera como un virus que te coges, son tus propias células las que se rebelan contra ti en un momento determinado por causas múltiples y a veces poco claras. Todo esto puede parecer chocante, pero no me aparto un ápice de la realidad científica. Es una mutación de unas células que eran tus células, que cumplían perfectamente su misión hasta que una se rebela, muta y transmite su mutación a sus descendientes», explicó el autor y recordó que la obra está avalada por dos oncólogos y una doctora en medicina interna.

El texto de esta obra, «en el que doy voz, de forma alegórica, a la persona que tiene ese cáncer y al cáncer en sí mismo. Como si fueran dos ejércitos: nuestras defensas, muy bien organizado, y el otro bando, caótico y desorganizado pero muy hábil que a veces gana la batalla», está acompañado por unas ilustraciones realizadas por el propio Abella durante meses de trabajo y ayudado por la inteligencia artificial. «No es un libro de autoayuda, es una novela bélica, cruenta en varios episodios, pero con un final esperanzador que te dice que puedes vencer a tú yo rebelado contra ti».

Abella posa con su última obra, 'Cáncer Imperator', publicada por la editorial Valnera.SANTI OTERO

«El cáncer tiene un problema y es que no puede traspasar la frontera de tu piel», continuó. «El cáncer no se transmite y muere con tu muerte, es una lucha absurda. En mi caso, no tengo problema por confesarlo, mi cáncer es incurable, pero tengo la posibilidad de seguir luchando y convivir un tiempo con él... Nadie somos superhéroes, pero con el libro quiero contar que hay que intentar no rendirse. Y a pesar del daño que nos hace la quimioterapia, que es un veneno intolerable que ataca a todo nuestro cuerpo, mi repuesta es que sí hay que luchar. Y más a día de hoy, que más del 50% de los cánceres son curables», concluyó José Antonio Abella entre los aplausos de un público que prácticamente llenó el salón de actos del Palacio de la Isla.