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Pancho Varona y Pablo Carbonell: dos «payasos» formidables que se admiran mutuamente

Les propusieron actuar en Burgos y dijeron que «de cabeza». De vez en cuando, se encomiendan al ‘Espíritu de la Mandrágora’. Volverán a hacerlo, este sábado 18 de mayo en el Cultural Cordón, tirando de repertorio propio y clásicos de Joaquín Sabina y Javier Krahe

Pablo Carbonell y Pancho Varona, por fin juntos en Burgos.

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Burgos

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Pancho Varona, sobre Pablo Carbonell: «Es muy payaso y yo también, pero al lado de Pablo soy Salvador Illa».

Pablo Carbonell, sobre Pancho Varona: «La comedia del arte tiene el payaso blanco y el payaso Augusto. Está Gaby y está Fofó, que es el anarquista que va a su bola y no tiene pelos en la lengua. Mi personaje es gracioso cuando le pones al lado del payaso blanco».

No hay manera de picarles para que uno diga algo malo del otro. «Se va a enterar ese», responde Carbonell, vía WhatsApp, al 'cebo' (con emoticonos) con el que romper el hielo para concertar esta entrevista. Le digo que Pancho le ha puesto a caldo, pero lo cierto es que le adora. El sentimiento es mutuo. Se admiran mutuamente desde hace décadas y lo más importante: disfrutan como enanos cada vez que se juntan para hacer música. Por las risas, que no son pocas. Y también porque «el mundo es tan feo que te subes al escenario y todo es mucho mejor», apostilla la voz de Los Toreros Muertos.

Un buen día, de repente, les dio por revivir el Espíritu de la Mandrágora. Viejos tiempos, noches de bohemia e ilusión en esa coqueta y emergente sala madrileña. De allí salió el histórico triunvirato de Joaquín Sabina, Javier Krahe y Alberto Pérez con un disco, hoy de culto, bajo el brazo. Por ahí andaban Pancho y Pablo, entre amigos. Y anda que no ha llovido, pero es ahora cuando realmente les apetece revivir aquella época. Mas no desde la nostalgia. Lo suyo, matiza Carbonell, es más bien una «reivindicación de la palabra» como «herramienta de concordia y de buen rollo».

Este dúo dinámico -mucho más que el otro, ahora negacionista de tantas cosas- aterriza este sábado 18 de mayo en Burgos. En el Cultural Cordón a las 20:30 horas, para más señas. No se olvida Pancho de su última visita a la ciudad, el pasado mes de febrero, para marcarse un matinal en La Rúa. «Fue un concierto muy calentito y la gente salió encantada, tengo un recuerdo maravilloso», confiesa con ganas de volver. Y que haga menos frío, a poder ser.

El Espíritu de la Mandrágora, por ahora, no es una gira como tal. ¿Fechas? Las justas. Harto complicado lo tienen para cuadrar agendas, aunque cuando les ofrecieron actuar en Burgos dijeron que «de cabeza». Para Varona, cada concierto con este viejo amigo «tocado con una varita mágica» es, simple y llanamente, «un motivo especial de celebración». Aún se acuerda del bolo en la sala Galileo a finales del año pasado. «Empiezo el concierto. Después presento a Pablo y se queda un rato. Estaba en el camerino y oía a la gente morirse de risa».

«Somos mínimoesfuercistas», comenta el otrora doctor David Gimeno en Hospital Central. Está de coña, salta a la vista. Lo dice porque van con partituras y no dudan en encomendarse a Sabina y Krahe. Pero de vagos nada, porque tienen repertorio propio para dar y tomar. Y el público se lo goza por partida doble: conoce sus canciones y encima se parte la caja.

«El lenguaje se ha primitivizado demasiado, cuando es algo que nos separa de la barbarie»Pablo Carbonell

Lo que pocos imaginan es que «detrás del escenario somos dos personas muy serias». Carbonell se pone serio, valga la redundancia, ante la siguiente pregunta.

-«Si nos sale bien, nos vamos a cenar».

- ¿Y si sale mal?

- «Si nos sale mal, también. Ya lo decía Napoleón: el vino es obligatorio en las victorias y necesario en las derrotas».

Es entonces cuando ríe de nuevo, pero poca broma porque habla completamente en serio.

«Pablo es un tristón maravilloso. Me gustaría una letra de ese tipo».Pancho Varona

Otro asunto. Tanto tiempo de amistad y todavía no han lanzado un tema juntos. En su día, Pancho se puso a componer la música de El último mono de la N.A.S.A., pero la historia no llegó a fructificar. «Puede que ahora sea un buen momento», afirma con una idea en la cabeza. «Pablo tiene un punto sentimental precioso. Cuando se pone tristón, es un tristón maravilloso. Me gustaría una letra de ese tipo».

El aludido, que desconoce que hemos abordado previamente este asunto, también tiene algo en mente. Y da pistas sobre lo que quiere contar con una más que necesaria declaración de intenciones. «Había un tiempo en el que se defendía la letra. Eso ahora se ha perdido, se rima en infinitivo con una falta de calidad acojonante». Y sigue, porque se está quedando a gusto: «el lenguaje se ha primitivizado demasiado, cuando es algo que nos separa de la barbarie. El que sabe utilizar la palabra adecuada es muy difícil que se rompa la mano dando un puñetazo en una mesa». Amén.

Mientras muchos esperan a que se pongan manos a la obra y que de esa semilla nazca más de una flor, Carbonell ve factible, tal vez en 2025, que el Espíritu de la Mandrágora cobre forma de «gira de teatros planificada durante dos o tres meses en invierno». Y Varona, si sus viajes de aquí para allá se lo permiten, estará encantado porque se declara «admirador de Pablo en todas sus facetas».