Fernando Aramburu narra en 'El niño' las trágicas huellas de dolor que deja el protagonista ausente

El pasado fin de semana Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) arrancó la segunda etapa de la gira de presentaciones de su última novela, ‘El niño’ (Tusquets), en la Feria del Libro de Madrid. Oviedo, Valladolid y Burgos serán otras de las ciudades afortunadas estos días con la presencia del autor de ‘Patria’. Este martes, 4 de junio, a partir de las 20 horas en la Sala Polisón del Teatro Principal, los lectores burgaleses podrán disfrutar de un nuevo encuentro con el autor donostiarra en una cita, organizada por la Asociación Provincial de Libreros -que ha considerado este acto como el ‘epílogo’ de la recién finalizada Feria del Libro- con la colaboración del Ayuntamiento de Burgos y que cuenta con entrada libre hasta completar el aforo.

‘El niño’ es la cuarta novela de la serie narrativa que el escritor ha denominado ‘Gentes vascas’. Las anteriores son ‘Los peces de la amargura’ (2006), ‘Años lentos’ (2012) e ‘Hijos de la fábula’ (2023). Narra la historia de una familia cuyo pequeño, apodado el Nuco, falleció en la terrible explosión acaecida el 23 de octubre de 1980 en el colegio Marcelino Ugalde de Ortuella (Bizkaia) en la que murieron 50 niños y 3 adultos. Muchos pensaron en un primer momento que era obra de la banda terrorista ETA, que en aquellos tiempos aterrorizó a la sociedad española en los atroces ‘años de plomo’. Pero fue una explosión de gas propano, acumulado bajo el suelo de un pabellón y que prendió mientras un fontanero reparaba una avería, el que provocó la catástrofe.

Este suceso, que conmocionó a la sociedad española de la época, dejó una cicatriz en la memoria de Aramburu y decidió «escribirla no por entretenimiento, sino para extraer y objetivar un hecho tan doloroso como aquel... No ha sido fácil por la sustancia emocional que esta historia contiene», declaró a Antonio Lucas en El Mundo.

La familia del Nuco sirve al autor para intentar explicar, algo dificilísimo, el dolor inmenso que provocó tras su muerte la ausencia del epicentro del cariño de la prole. Silencio, vacío y una gran pesadumbre que se extiende cada día que pasa como una mancha de aceite en los corazones de quienes amaban al pequeño.

Nicasio, el abuelo, que «prefiere los pájaros a las personas» y acaba inventándose un mundo para seguir con su vida. José Miguel, el padre, que cae en un estado de colapso abúlico. Y Mariaje, la madre, que no encuentra consuelo a todo lo que le pasa y piensa que «simplemente llegué a la conclusión de que Dios se había ensañado con nosotros. Se conoce que le caíamos mal y se entretenía lanzándonos una desgracia tras otra desde su tono».

El autor de’ Los vencejos’ incorpora diez breves textos salpicados a lo largo de la narración donde, en primera persona, la propia novela toma vida y habla del autor, de las decisiones técnicas que toma el escritor vasco, de los datos sobre la historia que elige revelar o no... Como dice Aramburu en la nota introductoria, «no ignoro que el recurso implica un riesgo», pero «les agradezco que contribuyan a introducir remansos de sosiego reflexivo en una historia que se mueve con frecuencia en los bordes de la intensidad», subraya.

«Las primeras cincuenta páginas de ‘El niño’ son conmovedoras, con un nivel alto de emoción verdadera que, sin embargo, no hace que el libro se ablande en ninguna página, a pesar de que lo que se cuenta sea tan exageradamente sensible, tan objetivamente desolador», señaló Juan Marqués en la crítica que publicó sobre la última novela de Aramburu en el suplemento La Lectura de El Mundo.

Pareja de lujo

Fernando Aramburu será presentado este martes por el escritor burgalés Óscar Esquivias, que ha acompañado al autor de ‘El trompetista del Utopía’ en numerosas citas en Burgos y más allá, unidos desde hace muchos años por una admiración mutua y una profunda amistad.

«’El niño’ es una novela extraordinaria, emocionante, bien escrita, llena de humanidad, muy representativa de los intereses literarios de Aramburu: su estructura tiene elementos novedosos y muy juguetones (la propia novela reflexiona sobre sí misma, como si tuviera conciencia propia, independiente del autor), está escrita maravillosamente, con un estilo depurado y preciso, y aborda algunos asuntos recurrentes en su obra», explica Esquivias.

«Se ambienta en el País Vasco, recrea un episodio violento que cambia radicalmente las condiciones de vida de toda una comunidad, simbolizada en una familia concreta (se trata una violencia accidental, ciega, y por ello más inesperada) y, como anuncia el título, coloca en el centro de la historia a un protagonista infantil. La infancia está muy presente en muchas historias de Aramburu, pero en esta especialmente y de una manera novedosa, porque en cierto modo es una novela de fantasmas o, por decirlo de otro modo, de ausencias que sentimos como reales, que nos hablan y acompañan, de difuntos que se resisten a abandonar nuestro mundo. A mí me ha gustado y conmovido muchísimo, sé que voy a releer a menudo este texto y me parece una de las cumbres de la obra de Aramburu (que, en su caso, es dueño de un Himalaya literario, lleno de cimas)».

Cuando se llega la última página, la número 270, el lector asistirá al lado de Mariaje al final de un camino y al principio de un nuevo viaje donde se mezclan los restos del naufragio de su dolor y las nuevas esperanzas sobre las que espera cimentar su futuro. Juan Marqués apostilló en su reseña que Fernando Aramburu «ha logrado una de sus novelas más redondas, hermosas y convincentes, un prodigio de inmersión social, de penetración familiar y, con ello, de empatía universal». El arriba firmante también da fe de ello.