Esperanza, tecnología y ciencia ficción feminista en el nuevo ciclo expositivo del CAB
Jonathan Hammer, Pablo Armesto y Lorena Amorós convergen en Burgos, hasta el 29 de septiembre, a través de «hilos invisibles» capaces de interconectar sus obras
Tres propuestas diferentes para una nueva andadura expositiva en el Centro de Arte Contemporáneo Caja de Burgos (CAB) con la misma premisa de siempre: «que cada ciclo sea distinto entre sí». Dicho y hecho, la vanguardia creadora vuelve a abrirse paso, hasta el 29 de septiembre, de la mano de Jonathan Hammer, Pablo Armesto y Lorena Amorós. El factor sorpresa, marca de la casa, ataca sin piedad.
El director de Arte de la Fundación Caja de Burgos, Javier del Campo, no da puntada sin hilo. La convergencia de estos tres creadores en el CAB no obedece a la casualidad. Sus propuestas son radicalmente diferentes. A priori ni se solapan, pero son capaces de complementarse. Cuando el espectador se quiere dar cuenta, descubre un amplio abanico de conceptos -algunos más concretos, otros más abstractos- que se retroalimentan a la perfección.
Sobre «hilos invisibles» se comunican estas tres exposiciones tan dispares que, ahora, forman parte de un mismo puzle. Dyslexic Twister, de Hammer (Chicago, 1960) constituye, en palabras de Del Campo, un auténtico «arrecife visual volcánico» sobre múltiples formatos: desde la pintura hasta la marquetería de pieles exóticas. En este viaje, donde la dislexia se convierte en fortaleza, emerge el humanismo de Walt Whitman mientras soplan aires quijotescos.
La realidad que duele, como la de las migraciones forzosas o el holocausto, se transforma en arte. Y confronta, honesta y sutilmente, con las ansias de libertad de los oprimidos. «Despreocupación y salvación; esperanza y optimismo». Así resume Del Campo la esencia vital de la primera muestra de Hammer en una institución española pese a residir en el país desde hace años.
«Necesito digerir los problemas y regurgitar», confiesa el propio Hammer aludiendo a esa «imposición de ideas diversas» que le atormenta casi tanto como le enriquece. Pura «locura de Cervantes», en multitud de ocasiones, que conlleva una elevada carga de «responsabilidad» a la hora de soportar y plasmar «todos los problemas del mundo».
Encomendándose a Rafael Alberti y su oda a la línea, Armesto (Schaffhausen, Suiza, 1970) compagina su amor por la tecnología y la ciencia con una peculiar retrospectiva espiritual donde la luz ejerce un protagonismo sumamente necesario. «Su obra requiere calma y atención», advierte el director de Arte de la Fundación Caja de Burgos aludiendo a unas creaciones que «siempre que las miremos serán diferentes».
En Complejidad, araña y laberinto -título sugerido por Del Campo-, Armesto plantea infinidad de interrogantes. Por ejemplo: «¿qué nos hace distintos y en realidad iguales?». El resultado, «deslumbradamente artesanal», presenta los avances tecnológicos como «un recurso contemporáneo para la creación».
Dice Armesto de esta muestra, compleja de encajar en el CAB por cuestiones espaciales, que la línea ejerce como «metáfora del camino». Y no duda en invitar al público a adentrarse en sus propuestas inmersivas para cumplir una misión: «completar la obra con tu movimiento».
Cerrando el círculo -o abriéndolo, según se mire-, Amorós (Alicante, 1974) proyecta su Deseo futuro a través de la ciencia ficción y el feminismo especulativo que propugna la filósofa estadounidense Donna Haraway. Para Del Campo, se trata de una exposición «en torno al pasado en el que se aludía al futuro como un momento de eterna zozobra» con reminiscencias iconográficas de «serie B» que ensalzan «la imagen de la mujer y su valor en la ciencia».
Amorós llegó a Burgos el pasado domingo y el lunes se puso manos a la obra. No para iniciar el montaje, que también, sino para dibujar en el mismo CAB una serie de bocetos, con meses de trabajo previo, «muy trabajados en casa y en el estudio». Para aderezar sus creaciones, no dudó en recurrir a la magia urbana del espray con el firme objetivo de establecer un «signo de contracultura» y espíritu «punk».
La obra de Amorós, revitalizada con pequeñas esculturas que alientan un universo «diferente» al que conocemos, se nutre principalmente de «figuras de aspecto inquietante que parecen surgidas de un mundo no acabado». Y Del Campo, que tiene ojo para apreciar la belleza desde cualquier prisma, se maravilla al observar cómo «la medición de la temporalidad se altera por completo».